Estudios Evangélicos

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Algo más sobre la apologética de «Dios no está muerto»

Y una vez más seguimos reafirmando y confirmando la mediocre apologética en la que nos hemos encontrado como evangélicos: levantar la voz, gritar más fuerte, marchar por la calle, juntar gente en las plazas, juntar firmas, jugar los juegos de poder.

Más bien, honren en su corazón a Cristo como Señor. Estén siempre preparados para responder a todo el que les pida razón de la esperanza que hay en ustedes. Pero háganlo con gentileza y respeto, manteniendo la conciencia limpia, para que los que hablan mal de la buena conducta de ustedes en Cristo, se avergüencen de sus calumnias. (‭1 Pedro‬ ‭3‬:‭15-16‬ NVI)

Obviamente vi la película “Dios no está muerto”. Enseño apologética en el Seminario. Estoy plantando una iglesia en un contexto secularizado donde la apologética es clave. Me gusta mucho el trabajo con universitarios. En fin, tenía mis motivos. Cuando me di cuenta que estaba en Netflix, no lo dudé y me di el tiempo de verla.

No haré una crítica a la película como un todo. Otros han hecho críticas y han mostrado cosas interesantes. Estoy de acuerdo con los que dicen que los argumentos de apología de la fe fueron incompletos, porque de hecho lo fueron, especialmente cuando el joven usa el argumento del libe albedrío para justificar el mal en el mundo. Estoy de acuerdo con los que dijeron que el film era muy ingenuo, porque de hecho lo era. La caricaturización que hicieron de varios personajes, especialmente del profesor ateo de filosofía, la encontré básica, ofensiva para los ateos y hasta algo manipuladora. Además, me cayó pésimo el marketing evidente para la industria del pop cristiano; también manipulador. En fin, una película que deja mucho que desear en varios sentidos. Sin embargo, tiene un punto a favor: tiene algunos argumentos interesantes a favor del cristianismo y de la fe en Dios que pueden servir para una discusión con no-creyentes. Pero paradojalmente, aunque tenga algunos buenos argumentos de apología de la fe, la verdad es que esta película tiene una apologética deficiente.

Me explico: la apologética es la visión general que se tiene sobre cómo defender la fe. La apología de la fe, en cambio, es el ejercicio en sí, práctico, de defender la fe. En otras palabras, en la apologética conocemos, estudiamos y definimos los principios, pero en la apología de la fe están los argumentos, razones y evidencias en sí.

Pues bien, lo que me llamó la atención de “Dios no está muerto” fueron algunas escenas donde muestra lo inadecuada que era su apologética, a pesar de que su apología de la fe sí fuera acertada en uno u otro punto. De muestra un botón: alguien me contó que a la salida de un cine, después de ver esta película, escuchó a unos evangélicos comentando: “Qué bien que murió ese profesor ateo. ¡Era lo que se merecía por haber desafiado a Dios!”.

Yendo más allá de lo anecdótico, sin embargo, lo que me dejó una impresión especialmente negativa de la película fue una de las escenas finales cuando el joven alumno está dando su última “clase” ante el profesor ateo y sus compañeros y comienza no sólo a levantarle la voz al profesor en sala de clases, sino incluso a interrumpirlo. No entendí muy bien la idea de los directores. Tal vez querían mostrar “autoridad espiritual” o algo similar. Pero lo que yo vi fue mera falta de respeto. Como soy ingenuo, yo pensé que más adelante la película iba a mostrar al alumno disculpándose o, por último, doliéndose por haber tratado de manera indebida al profesor en sala de clases. Pero no. La película simplemente avala la actitud desafiante e irrespetuosa del chico.

Yo no sé Uds. pero yo me crié en un contexto donde el profesor siempre era tratado con respeto, incluso cuando uno debía presentar alguna queja o denunciar alguna injusticia de parte de él. Este era un respeto que nacía del reconocimiento hacia su posición, no del miedo. Al menos para mí fue así y siempre que le falté el respeto a mis profesores entendí que esto era una falta grave y busqué pedir perdón y enmendar mi actitud. Y claro que tuve y conocí a compañeros que eran por costumbre insolentes e irrespetuosos con los profesores, pero en general tenían esta característica en común: no eran creyentes. Así que me sentí especialmente impactado con esta escena de la película.

Pensando en esto me di cuenta que ahí está uno de los problemas de la manera cómo los evangélicos estamos haciendo apología de la fe en estos días. Y este tal vez, a la luz de 1ª de Pedro 3.15-16, sea un problema más central y crucial de lo que creemos: no guardamos las reglas básicas de la gentileza y el respeto. Primeramente parto por esto, que ya lo enseñaba Francis Schaeffer hace décadas: TODO NO-CREYENTE merece ser tratado con respeto y dignidad en la conversación evangelística porque es imagen y semejanza de Dios. Punto. No importa cuán desafiante o blasfemo nos pueda parecer. En segundo lugar, pienso: aunque el no-creyente me trate mal y me falte el respeto, mi deber es siempre pagar el mal con el bien. Es lo que enseñó el Señor Jesús. Y en tercer lugar, algo crucial que aprendí también con Schaeffer, con la filosofía de L’Abri y con William Edgar: el amor, el servicio, el respeto, el trato digno hacia el no-creyente es la mejor apología de la fe que podemos hacer. “Hay razones del corazón que la razón no entiende” decía Pascal y nosotros somos llamados a llegar a esas razones del corazón más que a las razones de la razón.

“Dios no está muerto”, a mi entender, falló miserablemente en lo mismo que se propuso. Según sus promotores, esta película pretendía, por un lado, hacer apología de la fe y, por otro, desafiar a los jóvenes cristianos a hacer apología de la fe en sus universidades. Pero lo que este largometraje terminó enseñando fue el perpetuamiento del ciclo en el cual nos hemos encontrado como evangélicos: seguir respondiendo con agresión a los cuestionamientos de los ateos y no-cristianos en general. Insultar y faltar a las reglas más básicas del respeto a la autoridad (un profesor en sala de clases es una autoridad). Golpear la mesa y hablar fuerte para que nos escuchen.

Tal vez sin quererlo, los productores terminaron transmitiendo un mensaje que más se parece al nietzschismo (que el que tiene la verdad es aquel que muestra poder) y al budismo (que a la gente mala le ocurren cosas malas y a la gente “buena” le ocurren cosas buenas). A mi entender les faltó más Evangelio. Me imagino: ¿qué habría pasado si el joven hubiera gritado y faltado el respeto al profesor de igual modo, pero después se le hubiera acercado para pedirle perdón, reconociendo su pecado y error? ¡Bum! ¡Esa sí habría sido una bomba del Evangelio! O ¿qué hubiera pasado si al que atropellan y muere al final hubiera sido al joven cristiano y en la calle, tirado, hubiera sido atendido por el profesor ateo, cual samaritano, y allí, mientras el joven agoniza en el asfalto siendo atendido por su profesor, le hubiera dado testimonio, balbuceando, que su fe y su gozo no se ven en nada afectados con este atropello porque para él el vivir es Cristo y el morir es ganancia y su mayor tesoro es Cristo, no la vida, ni la salud ni el reconocimiento de sus compañeros? ¡Bum! ¡Bum! ¡Doble bomba de racimo del Evangelio!

Pero no. Tristemente, no terminó así la película. ¿Y saben qué es lo más me inquieta? Comenté con varios amigos y conocidos esto mismo y ninguno se había dado cuenta de que el joven le faltaba el respeto a su profesor. ¡Qué días extraños vivimos, donde la falta de respeto y de gentileza se han normalizado! Y una vez más seguimos reafirmando y confirmando la mediocre apologética en la que nos hemos encontrado como evangélicos: levantar la voz, gritar más fuerte, marchar por la calle, juntar gente en las plazas, juntar firmas, jugar los juegos de poder y anhelar que a todo este montón de ateos, incrédulos, liberales y agnósticos les vaya mal… ¡ojalá pase un camión y los atropelle a todos! Pero ¿y qué hacemos con el método apologético de Cristo: amar, servir, caminar decididamente hacia el auto sacrificio? No, gracias. Eso es para perdedores y los evangélicos no queremos perder.

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