¿Es cristiana la teoría económica de Hayek?
Resumen del post:
La libertad económica es esencial para el desarrollo de las esferas, pues todas las instituciones y organizaciones sociales tienen un aspecto económico.
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Fecha:
25 abril 2015, 04.32 PM
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Autor:
Adolfo García de la Sienra
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Publicado en:
Cuestiones fundamentales
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¿Es cristiana la teoría económica de Hayek?
La libertad económica es esencial para el desarrollo de las esferas, pues todas las instituciones y organizaciones sociales tienen un aspecto económico.
No hay parte de nuestro mundo intelectual que deba estar herméticamente aislada del resto, y no hay una pulgada cuadrada en todo el campo de la existencia humana sobre la que Cristo, que es Señor sobre todo, no clame “¡mío!”.
Abraham Kuyper
1. Introducción
Nadie en la historia de la teoría económica se ha ocupado tanto de los problemas que plantea la instrumentación de una econom ía centralmente planificada, la operación efectiva de un sistema económico socialista, como Enrico Barone, Ludwig von Mises y Friedrich von Hayek. Vilfredo Pareto, a quien poco le simpatizaba el socialismo, planteoó de una manera académicamente rigurosa la siguiente cuestioón fundamental: ¿Cómo asignaría en realidad los recursos un sistema socialista y, en particular, cómo podría hacerlo de manera eficiente? Barone (1906), quien era estudiante de Pareto, respondió mediante el expediente que Arrow y Debreu (1954, p. 274) habrían de llamar posteriormente ‘el participante del mercado’ (market participant). El participante del mercado es un planificador central omnisciente, el cual conoce las funciones de utilidad de todas las empresas y economías domésticas u hogares (households), así como sus dotaciones iniciales. Suponiendo que los agentes son racionales, el participante del mercado calcula el vector de precios de equilibrio y luego lo publica. Los demás participantes —productores y consumidores— maximizan sus respectivas funciones de utilidad suponiendo dado ese vector de precios, y de esta manera generan una correspondencia agregada de demanda excedente cuyo valor es cero; es decir, los mercados se despejan bajo ese vector de precios.
Este participante del mercado o planificador central fue la figura que Barone propuso para investigar a fondo el problema de hacer funcionar una economía centralizada. En su concepción, los precios eran mensajes explícitos que transmitían información, no hechos que exigieran respuesta. En oposición a esta concepción, Von Hayek sostuvo que los precios tenían que ser reales para crear los incentivos necesarios, ya que el mero intercambio de información no era lo suficientemente irresistible. En todo caso, Ludwig von Mises sostuvo que los precios eran esenciales a una asignación y que el socialismo era imposible. Los precios son esenciales a una asignación porque constituyen un sistema que, cuando funciona debidamente, transmite información a los agentes de manera eficiente, permitiéndoles planificar con antelación y lograr la coordinación social de las elecciones individuales. Se debe a Hurwicz (1960) el haber tratado con completitud el tema general de un sistema informativo para guiar la economía, y el papel especial de los precios como mensajes[1].
Como la economía socialista, centralmente planificada, requiere un planificador con las características del participante del mercado de Barone-Arrow-Debreu, o más bien con cualidades adicionales mucho más gloriosas, prácticamente divinas, que le permiten (entre otras cosas) conocer las preferencias de todos los agentes económicos en la sociedad, queda descontada la posibilidad práctica de dicho sistema económico. Pero el hecho de que la economía centralmente planificada requiera de una figura semejante es un síntoma de que hay algo profundamente erróneo en la misma idea de tal economía. No es casual que el planificador central necesite tener características que solo Dios posee; hay un férrea lógica detrás de ello, la cual espero mostrar en lo que sigue.
Como ha mostrado Hayek (1944), el avance de la planificación central va eliminando la libertad individual, hasta convertir a los agentes en esclavos de un dictador arbitrario. Como veremos, en la medida que defiende la libertad individual en contra del colectivismo, Hayek se aproxima una concepción cristiana de la economía y la política. Ello no es extraño y ha sido notado por autores como Woods (2008), quien afirma que “el catolicismo y gran parte de la teoría económica de la Escuela Austriaca son perfectamente compatibles” (p. 40). En este libro Woods hace una defensa católica de la economía libre[2], pero mi objetivo aquí es mostrar que la fundamental idea de la libertad individual no es sólo católica, sino cristiana en general, y requerida para llevar a la práctica la concepción neocalvinista de la soberanía de las esferas.
2. La soberanía de las esferas
Se debe a Abraham Kuyper la introducción del concepto de soberanía de las esferas.4 El concepto de soberanía de las esferas brota de la confesión de Cristo como Rey soberano sobre todas las cosas, poseedor de toda potestad en los cielos y en la tierra: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra (Mateo 28:18); como “bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno” (I Timoteo 6:15–17). Como bien lo señalara Kuyper:
¡ . . . aquí radica el glorioso principio de la Libertad! Esta perfecta Soberanía del Mesías sin pecado al mismo tiempo niega y desafía directamente cualquier soberanía absoluta entre los hombres pecadores de la tierra, y lo hace dividiendo la vida en esferas diferenciadas, que poseen cada una su propia soberanía. (Kuyper 1880)
Lo que esto significa es que la vida social humana está dividida en esferas de autoridad, cada cual con su propia lógica y naturaleza, de modo que la autoridad de una no puede —sin destruirlas o distorsionarlas— inmiscuirse en la autoridad de las demás:
La universidad ejerce dominio científico; la academia de bellas artes posee poder artístico; el gremio ejerce dominio técnico; el sindicato gobierna el trabajo —y cada una de estas esferas o corporaciones es consciente del poder de juicio independiente exclusivo y acción dotada de autoridad, que es su propia esfera de operación. Detrás de estas esferas orgánicas, con soberanía estética y técnica, se abre la esfera de la familia, con su derecho al matrimonio, la paz doméstica, la educación y la propiedad; y en esta esfera también la cabeza natural es consciente de ejercer una autoridad inherente —no porque el gobierno lo permite, sino porque Dios la ha impuesto. La autoridad paternal tiene sus raíces en la misma sangre vital y ha sido proclamada por el quinto mandamiento. (Kuyper 1931, p. 96)
Esta soberanía se afirma de muchas maneras. En los diferentes oficios, por ejemplo, encontramos profesionales de gran talento que ejercen autoridad en su campo, incluso en contra de gran oposición. Este dominio no proviene de una investidura estatal, sino de la soberanía misma de la vida. En estas esferas Dios gobierna “tan suprema y soberanamente a través de sus virtuosos escogidos, como ejerce dominio en la esfera del estado mismo, a través de sus magistrados elegidos” (Kuyper 1931, p. 96)
El desarrollo de las diferentes esferas requiere de libertad. Las personas no pueden desarrollar sus talentos y vocaciones en un entorno de opresión. La libertad económica es esencial para el desarrollo de las esferas, pues todas las instituciones y organizaciones sociales tienen un aspecto económico. El argumento de Hayek (1944) es convincente pues además la experiencia histórica nos ha mostrado que tenía razón. El avance de la economía centralmente planificada en cualquiera de sus formas —clasista o racista— conduce indefectiblemente a la intrusión del estado en las demás esferas, a ahogar su desarrollo obstruyendo la creatividad de las personas. Es por ello que Kuyper afirmó que “el hombre desarrollado posee una esfera individual de vida, con soberanía en su propio círculo” (Kuyper 1931, p. 107) y mantuvo que la soberanía es el “baluarte de toda libertad personal” y, en este sentido, “la consciencia nunca está sujeta al hombre sino siempre y por siempre al Dios omnipotente” (ibídem). Así, la libertad de consciencia es un derecho primordial e inalienable de todos los seres humanos.
Hayek ha argumentado que la libertad de consciencia, el desarrollo de las vocaciones y los talentos, la existencia de una esfera de intereses individuales, requiere de libertad económica y de la propiedad privada. En este aspecto, Hayek coincide con una visión cristiana de la sociedad.
La doctrina social cristiana acepta la presuposición de la ética aristotélica de que hay una finalidad social general, identificando esta con la gloria de Dios, pero con ello mismo rechaza su tesis de que dicha finalidad social sea la de ser un ciudadano libre del cuerpo político. El cristiano cree que todas las finalidades individuales deben estar subordinadas a la gloria de Dios. Pero sabe que no todos los miembros individuales de la sociedad creen eso, o lo conciben del mismo modo. En esto también coincide con la visión de Hayek.
Creo que lo esencial del pensamiento de Hayek es su defensa de la libertad individual y del estado de derecho, pero también ha defendido la tesis de que las instituciones sociales en general surgen de manera “espontánea”; es decir, sin que sean creadas por el estado.
Esto no quiere decir que Hayek pueda ser considerado un pensador cristiano; su visión de la historia es más bien conservadora en el sentido de Burke. Por lo demás, Hayek es uno de los padres del neoliberalismo y fundador de la Sociedad Mont Pelerin, si bien sus posiciones distan de las de algunos de sus más extremos representantes.
La posición conservadora difiere de la kuyperiana en que aquella no necesariamente reconoce que las esferas sociales surgen como respuesta a un llamamiento que hace Dios a positivar normas suprarbitrarias. Sin embargo, el estado de derecho es ciertamente una condición para la aserción de la soberanía de las esferas. Además, la posición conservadora no necesariamente reconoce la necesidad de la subsidiariedad. La subsidiariedad nos llama no solamente a dejar que comunidades e instituciones distintas del estado resuelvan sus propios problemas, sino a atender una parte del cuerpo social cuando esta parte se duele. Esto quiere decir que en coyunturas históricas determinadas una esfera puede solidaria y subsidiariamente hacerse cargo de otra que esté enferma, con vistas a restaurarla a su funcionamiento normal. Esto significa que el estado, las iglesias o las empresas pueden y deben intervenir cuando otra esfera esté debilitada, con la finalidad de coadyuvar a fortalecerla y restaurarla.
He tratado de articular una descripción de la esfera económica en mi artículo “The Economic Sphere” (García de la Sienra 2010), en la que trato de distinguir una esfera propiamente económica de las demás esferas sociales. Observo que, si bien en todas las organizaciones e instituciones sociales de las diferentes esferas hay un problema econoómico en la medida en que se requiere hacer uso eficiente de recursos escasos con usos alternativos, no toda organización está guiada por la función económica.
Considere, por ejemplo, una representación teatral. Ésta es un proceso que tiene su función guía en lo estético, aunque sin duda hay bienes escasos en la misma que tienen que ser administrados. Para poder obtener los mejores resultados coreográficos se requiere un uso óptimo de cartón, luces, madera, etcétera. El uso de los recursos escasos tiene que ser racional, pero está gobernado por los efectos estéticos que los productores de la presentación están buscando. Lo que quieren los productores es un cierto logro artístico, no importa lo que se requiera para obtenerlo; lamentablemente (para ellos y el arte), están limitados por los alcances del presupuesto. Por lo tanto, aunque haya situaciones económicas involucradas en la producción de la representación, éstas están sujetas a los otros fines y propósitos. Por otro lado, una actividad cuyo propósito principal es economizar, por ejemplo mejorando el procedimiento para cosechar maíz, está subordinado a un fin puramente económico y por ello debe ser clasificado como algo económicamente cualificado. (García de la Sienra 2010, p. 83)
Finalmente, Hayek (1935a) nos ofrece una descripción muy sofisticada de la esfera econoómica, en la que queda clara la diferencia entre “husbandry”, es decir, la elección económica en unidades individuales, y lo que sería la elección económica global social. Para Hayek, la elección individual en hogares y empresas es casi técnica, y sólo económica en la medida en que la misma involucra la consideración de precios de mercado dados. El problema económico de gran envergadura a nivel social es otra cosa, muy diferente, y no es de naturaleza meramente tecnológica. El problema económico social surge cuando diferentes propósitos compiten por los recursos disponibles en la ausencia de un estándar de valor (Hayek 1935a, p. 6), el cual es el sistema de precios en una economía de libre concurrencia. El II Teorema del Bienestar sugiere que para instaurar un sistema de precios el planificador central —figura que es realmente imposible en la realidad— tendría que determinar una asignación “aceptable” conforme a algún criterio y construir, a partir de dicha asignación, un sistema de precios que la sustente.
Referencias
Arrow, K. J., 2013, “The Economic System as Trade in Information”. En Crangle, García de la Sienra y Longino (2013).
Arrow, K. J. y G. Debreu, 1954, “Existence of an Equilibrium for a Competitive Economy”, Econometrica, vol. 22, no. 3, pp. 265–290.
Arrow, K. J, S. Karlin y P. Suppes (comps.), 1960, Mathematical Methods in the Social Sciences, Stanford University Press, Stanford.
Barone, E., 1906, “Il ministro della produzione nello stato collettivista”, Giornale degli Economisti, vol. 2, pp. 267-293, 392-414. Publicado como Apéndice A en Hayek 1935, pp. 245–290.
Crangle, C., A. Garc ́ıa de la Sienra y H. Longino (comps.), 2014, Foundations and Methods from Mathematics to Neuroscience: Essays Inspired by Patrick Suppes, CSLI, Stanford.
García de la Sienra, A., 2010, “The Economic Sphere”, Axiomathes vol. 20, pp. 81–94. Springer, en línea:
http:// www.springerlink.com/ content/ d0655r2254272053.
Hayek, F. A. (comp.), 1935, Collectivist Economic Planning, Routledge and Kegan Paul, Londres. Hayek, F. A. (comp.), 1935a, “The Nature and History of the Problem”, en Hayek
1935, pp. 1–40, 1944, The Road to Serfdom, Routledge, Londres y Nueva York.
Hughes, R. T., 2005, Mitos de los Estados Unidos de América, Libros Desa ío, Grand
Rapids.
Hurwicz, L., 1960, “Optimality And Informational Efficiency In Resource Allocation Processes”, en Arrow, Karlin y Suppes 1959, cap ́ıtulo 3, pp. 27–46.
Kuyper, A., 1931, Lectures on Calvinism, Wm. B. Eerdmans Publishing Company, Grand Rapids.
——, 1880, “Soberanía de las esferas”, www.estudiosevangelicos.org.
Woods, T. E., 2008, Por qué el estado sí es el problema, Ciudadela Libros, Madrid.
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