Justicia y Tierra Santa: algunas reflexiones cristianas sobre Israel/Palestina
Resumen del post:
La diplomacia en Israel/Palestina hoy ha sido llamada “el arte de lo imposible”. Esta es un área en la que nosotros los cristianos tenemos alguna experiencia.
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Fecha:
22 julio 2014, 02.45 PM
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Autor:
Kevin Carnahan
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Publicado en:
Actualidad y Opinión
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Justicia y Tierra Santa: algunas reflexiones cristianas sobre Israel/Palestina
La diplomacia en Israel/Palestina hoy ha sido llamada “el arte de lo imposible”. Esta es un área en la que nosotros los cristianos tenemos alguna experiencia.
Para los cristianos no hay lugar como Tierra Santa. No solo porque ahí es donde Cristo nació, sino también porque, si miras más allá de los destinos turísticos usuales, es un lugar para ver el sufrimiento humano que Cristo vino a abordar. He viajado a Israel/Palestina muchas veces. El viaje más reciente fue en diciembre del año pasado. Estando ahí, conocí académicos musulmanes de las universidades de Belén y Al Quds, discutí sobre religión y política con figuras políticas, y conocí Imanes, Rabies y otros líderes religiosos que están ansiosos por compartir las historias y religiones de su gente. Quizá la mejor visión panorámica que buscaba, sin embargo, vino del sitio en que Dios entró al mundo.
Fui invitado a Belén a participar en una junta musulmana/cristiana de celebración navideña patrocinada por el Instituto Educacional Árabe. La ceremonia con que empezó esa navidad estaba ubicada al lado de la siniestra barrera de concreto de 26 pies de altura, que separa el territorio israelí del palestino. Los israelíes sostienen que la disminución de ataques terroristas desde que se construyó la muralla es una muestra de su efectividad para la seguridad de Israel. Estos beneficios, sin embargo, tienen un costo severo para los palestinos. La barrera corta la tierra palestina e interrumpe el tejido económico y social de la sociedad palestina. Estando en Belén le pregunté al jefe de una escuela cristiana en Ramalá cuánto nos tomaría de donde estábamos hasta su escuela. “Para usted”, me respondió, “tomaría 30 minutos. Para mí, con los puntos de control y los desvíos alrededor de Jerusalén, podría tomar unas 3 horas”. ¿La diferencia? Mi pasaporte americano me permite viajar a través del territorio israelí. Como palestino cristiano, él está obligado a dar la vuelta. En Belén uno puede encontrar souvenirs que muestran caricaturas políticas de los tres magos incapaces de entrar a Belén debido a la muralla que los deja fuera.
La barrera, que de una u otra manera se extiende a lo largo de las partes transitables del borde Israel/Cisjordania, sería más fácil de justificar si sirviera solo para fines de seguridad. La muralla también significa el cambio de situación en el terreno. La barrera usualmente vira hacia el lado palestino de la línea de alto al fuego, establecida al final de la guerra de los seis días en 1967, y está desplegada para proteger los asentamientos judíos que se expanden constantemente hacia el territorio palestino, y rodea el lado este de Jerusalén, al que los palestinos ven como su futura capital. A través del Campo de los pastores junto a Belén, uno puede ver claramente el asentamiento israelí de Har Homa, construido al menos parcialmente en lo que previamente fue tierra palestina, con seguridad detrás de la barrera.
Claramente Israel no es el único problema en la región. La carta fundacional de Hamas continúa reclamando el retorno del territorio completo de Israel/Palestina a control musulmán, y los cohetes que vuelan al azar fuera de Gaza hacia Israel testifican de la voluntad de muchos de alcanzar esa meta mediante la violencia y la fuerza indiscriminada. Aun en medio de los actores moderados, el territorio está lleno de prejuicios raciales, culturales e ideológicos dando vueltas. Además, cualquiera que piense en participar en negociaciones toma posiciones de principio que son imposibles de cumplir. Junto con ello, Israel es claramente el poder dominante en el conflicto. La autoridad palestina que gobierna Cisjordania ha renunciado al terrorismo, carece de un ejército permanente y no controla a sus propios bordes.
Entre las partes responsables tanto de Israel como Palestina no hay desacuerdo en que la mejor opción es alcanzar un acuerdo de paz que establezca dos Estados viables (uno palestino y uno israelí), las fronteras de los cuales deberían reflejar (más o menos) las líneas de cese al fuego después de la guerra de los seis días. Pese a las críticas vociferantes de Barack Obama por declarar públicamente esta verdad a principios de este año, él meramente estaba repitiendo la posición que las Naciones Unidas ha abrazado desde 1967, la cual ha sido el punto de partida para toda negociación de paz con Israel desde esa fecha. Este punto de partida deja mucho por ser resuelto, pero hasta hace poco no había mucho incentivo para una participación seria de Israel en la negociación. Mientras continuaba exigiendo conversaciones de paz incondicional, Israel simultáneamente era libre para expandir su huella en Palestina.
La Primavera Árabe ha complicado la situación. Los levantamientos populares en el Medio Oriente han acabado la paz tácita entre Israel y sus vecinos que fue instaurada por gobiernos árabes autoritarios. Estos avances han puesto más presión sobre Israel. Esto podría ser tomado por los israelíes como un recordatorio de la inviabilidad de su posición como una fuerza ocupadora sobre el territorio palestino. Desafortunadamente, el gobierno de turno en Israel es más propenso a usar el caos creado por la Primavera Árabe como una razón para incrementar los esfuerzos por asegurar a Israel mediante la fuerza bruta.
La gran mayoría de palestinos en Cisjordania, se me dijo repetidamente durante mi visita, no tienen apetito por otra intifada (alzamiento violento); pero también es cierto que no saben qué hacer para alcanzar justicia. Es en este contexto que el gobierno palestino lanzó sus esfuerzos para ganar el reconocimiento de las Naciones Unidas como un estado independiente de derecho. Este esfuerzo no ha sido cuidadosamente pensado, y los logros probables no reforzarán la causa palestina. El esfuerzo es, sin embargo, también una de las más creativas maniobras políticas no violentas en la historia del conflicto Palestino Israelí. A la luz del status quo, en que la fluencia continua de los asentamientos israelíes es imparable, en que no hay una ruta política real estatal de negociaciones, y en que el gobierno palestino está bajo una extrema presión popular creada por la primavera árabe, uno puede entender por qué los líderes palestinos han arriesgado mucho en esta táctica.
La barrera más grande entre los palestinos y el reconocimiento de las Naciones Unidas es, desde luego, los Estados Unidos. Pese a la indiferencia manifiesta del gobierno israelí por los intereses americanos, y a su rechazo público de las llamadas americanas a detener la expansión de los asentamientos, el gobierno de los Estados Unidos sigue siendo el más incondicional (y quizá el único) defensor de Israel en la comunidad internacional. Cuando los demócratas y republicanos no están de acuerdo en nada, pueden unánimemente condenar el esfuerzo palestino no violento por ganar reconocimiento como Estado. Barack Obama ha arriesgado su estatus de popularidad internacional al mantenerse contra Palestina ante las Naciones Unidas, y en casa los reclamos más fuertes que recibe son de los republicanos que argumentan que ha fallado en ser lo suficientemente amistoso con Israel.
El esfuerzo palestino por ganar reconocimiento internacional es profundamente problemático. Muy probablemente el esfuerzo encallará en el veto de Estados Unidos. El reconocimiento de Palestina será denegado, Estados Unidos mirará hipócritamente a las poblaciones árabes que ha estimulado en la Primavera Árabe, e Israel quedará más aislado que nunca ante la comunidad internacional. Sin embargo, hay una pequeña posibilidad en que, si todas las partes pueden reconocer las severas desventajas de cada uno, podrían encontrar en ello una oportunidad para mirar más seriamente hacia un acuerdo negociado que daría más justicia a toda la región. A menudo, solo cuando el orgullo de las naciones ha sido quebrado ocurre que están preparadas para hacer los movimientos necesarios hacia un mundo más armonioso.
Tratar con los problemas del conflicto palestino-israelí requiere una buena dosis de realismo. El progreso sustentable debe tomar en cuenta la influencia continua del pecado en todos los participantes del conflicto. Pero proceder con un proceso de paz también requiere de esperanza, una esperanza que mantenga la moral requerida para continuar los esfuerzos por alcanzar justicia con paz. La diplomacia en Israel/Palestina hoy ha sido llamada “el arte de lo imposible”. Esta es un área en la que nosotros los cristianos tenemos alguna experiencia. Después de todo, cuando estuve en Israel/Palestina, visité el lugar en que Dios vino al mundo.
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Artículo publicado originalmente en Political Theology Today. Traducido con autorización. Traducción de Luis Aranguiz.
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