La interpretación imaginativa de las Escrituras en la ficción borgiana
Resumen del post:
Borges nos recuerda, a través de su ficción, que la interpretación de la Biblia toma en serio la tradición, y a la vez se deleita en la pluralidad de la narrativa bíblica. Su aproximación a las Escrituras va más allá de la información y las sentencias verdaderas o falsas, es un performance bíblico.
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Fecha:
29 junio 2016, 05.04 PM
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Autor:
Jonathan Minchala
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Publicado en:
Actualidad y Opinión
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La interpretación imaginativa de las Escrituras en la ficción borgiana
Borges nos recuerda, a través de su ficción, que la interpretación de la Biblia toma en serio la tradición, y a la vez se deleita en la pluralidad de la narrativa bíblica. Su aproximación a las Escrituras va más allá de la información y las sentencias verdaderas o falsas, es un performance bíblico.
Jorge Luis Borges (1899-1986) es uno de los íconos de la literatura latinoamericana y quien mejor jugó con ideas filosóficas y teológicas en su literatura. Su capacidad imaginativa para encarnar doctrinas en sus personajes y crear metáforas teológicas, no tiene competencia. Él se protegió de imágenes y símbolos para re interpretar a su antojo las Sagradas Escrituras. En pocas palabras, Borges jugó con dioses y les ganó la partida.
El aspecto que quiero resaltar en este escrito es el siguiente: La capacidad imaginativa de Borges para (re)leer las Escrituras. Aunque Borges no fue un teólogo académico, no se limita a adornar sus textos con contenido teológico, sino que los interpreta y los hace funcionar en sus cuentos y poemas.
Ahora bien, antes de llevar a Borges a la palestra, cabe recordar algunas ideas. La historia de la filosofía, la teología e incluso de la crítica literaria en la Ilustración, hasta entrado el siglo xx, estuvo dominada por un estudio cognitivo – proposicional. Algunos pensadores, siguiendo a Kierkegaard y las vanguardias, se daban cuenta que algo andaba mal con lo que ahora conocemos como “proposicionalismo”. Pero en general, los estudios “serios” tendían a una sistematización supuestamente objetiva de los enunciados de una idea, una obra y de la divinidad.
El proposicionalismo solo veía sentencias verdaderas o falsas y donde no las había, o ignoraba el texto o lo transformaba a su conveniencia. Por otro lado, al arte le interesa las formas, el sonido, la belleza, el humor, la plegaria, etc. El asunto es que para los trabajos académicos este “lujo” pasaba a segundo plano.
La pugna entre el proposicionalismo y lo que podemos llamar “imaginación” ha estado presente desde Platón y su recelo con los poetas. Pero en la “posmodernidad” parece haber una segunda oportunidad para un acercamiento cognitivo-poético en la academia: la imaginación como categoría epistemológica.
En la teología actual se han desarrollado nuevos movimientos como la teología postliberal y la teología narrativa. Entre las herramientas que manejan y la visión que proponen, la imaginación ocupa un lugar central en el quehacer teológico.
Kevin Vanhoozer afirma lo siguiente:
La imaginación no es un puro antojo, una facultad que fabrica imágenes de modo caprichoso y licencioso y conjura visiones imposibles. Ni tampoco se trata de la habilidad para reproducir imágenes de cosas que ya no existen. La imaginación es aún más maravillosa. Ella es el poder de la visión sinóptica: la habilidad para sintetizar elementos heterogéneos en un todo unificado. La imaginación es la facultad cognitiva que nos permite ver como un todo lo que quienes carecen de imaginación ven sólo como partes no relacionadas. La imaginación es la habilidad para descubrir o inventar conexiones. (Vanhoozer, 2010, p. 343).
Jorge Luis Borges, a través de su ficción, nos muestra como lee desde diferentes miradas el texto bíblico. Profundiza en la riqueza literaria. Toma en cuenta los elementos heterogéneos en las Escrituras. No moldea el discurso bíblico con la sistematización y busca crear conexiones teológicas desde diferentes perspectivas.
Además, el uso de la imaginación no deja de lado la tradición sino que más bien la enriquece. Durante el siglo xx el evangelicalismo estuvo dominado por la idea de que podemos acercarnos al texto bíblico sin ninguna clase de mediación y prejuicio y analizarlo objetivamente para ponerlo en práctica. Vanhoozer se da cuenta de la ingenuidad de este acercamiento a la interpretación y representación de las Escrituras y afirma que:
Contar con un guión es una cosa y decidir cómo representarlo otra distinta. Aquí es donde interviene la tradición. Como primera aproximación, digamos que la tradición de la Iglesia constituye una forma de conocimiento sobre la representación, un modo particular de interpretar el guión en la vida y el pensamiento. La tradición «transmite» (tradere) lo que debe hacerse o representarse (draó). ( Vanhoozer, 2010, p.196).
En Borges vemos un afán por citar en su ficción, autores, denominaciones e interpretaciones diferentes sobre los versículos de la Biblia. En su libro “Historia universal de la infamia”, por ejemplo, incluye un relato sobre el místico sueco Emanuel Swedenborg, titulado “Un teólogo en la muerte”. En esta narración se incluye a Philipp Melanchthon, quien históricamente fue colega de Lutero y que pasa a la ficción con el mismo nombre. El personaje trata de mostrar cómo la salvación es por la “fe sola” sin tomar en cuenta la caridad. Aquí por su puesto no vemos un estudio de lo que significa la justificación. Lo que sí podemos apreciar, por medio de su personaje principal, es el celo desmedido que puede tener cierto sector religioso al defender una doctrina. El personaje, Melanchthon, era tan arrogante con la suya que hasta los ángeles lo abandonaron. Relatos como estos le interesaban a Borges.
De manera que, podemos ver, por lo menos, tres maneras en las que el maestro argentino se aproximaba a la narrativa bíblica en su ficción:
1. La pluralidad y la polifonía del texto.
La visión de la voz narrativa en los cuentos de Borges sobre la Biblia es polifónica, heterogénea e imaginativa.
Tenemos “Tres versiones de Judas”, varias traducciones de la Biblia en el cuento “El libro de arena”; la Reina Valera, la de Wiclif, la de Lutero y hasta la Biblia en latín de la Vulgata. En este cuento específicamente podemos asumir que el personaje lee en varias lenguas, porque opina que la Biblia traducida por Lutero es literariamente la peor.
Tenemos citas de las Escrituras en latín como en el ensayo “El espejo de los enigmas”(1940). Se cita por ejemplo 1 de Corintios 13: 12. Borges, incluso llega a dar su opinión sobre qué traducción le parece mejor. Para él, la de Cipriano de Valera sale ganando. En este ensayo también se habla de hermenéutica. Se cuestiona sobre la interpretación literal y simbólica de las Escrituras.
Para Borges, no parece ser problema mezclar en sus relatos diferentes interpretaciones. No se limita a una hermenéutica literal, más bien explota (para algunos destruye o deconstruye) la pluralidad del texto bíblico. Parece entender, tal como escribe, Walter Brueggemann, que “desear un proceso interpretativo más estable es desear algo que no está disponible (…) La hermenéutica, en última instancia, no puede superar la naturaleza irritantemente plural del texto” (Brueggemann, 2007, p. 80).
La indagación de este aspecto en la ficción de Borges, llega al extremo en el cuento “Los teólogos”, donde se llega a confundir el ortodoxo, con el hereje, reconociendo que para la divinidad formaban una sola persona.
Por su puesto que a Borges no le interesa ser fiel a la ortodoxia cristiana, ni tampoco cree que hacerlo es vital para la Iglesia. Esto no nos debe llevar a concluir que Borges tome al azar cualquier idea que se le cruza por su cabeza sobre los textos bíblicos. Como veremos a continuación, toma en cuenta otro aspecto que le interesa a la interpretación bíblica: las diferentes tradiciones cristianas.
2. Las sagradas Escrituras y las sagradas tradiciones.
Borges interpretaba las Escrituras desde diferentes tradiciones cristianas. En “El evangelio según Marcos” vemos personajes influenciados por el calvinismo. En el “Libro de arena” uno de los personajes reconoce ser presbiteriano. En el cuento de “Los teólogos” se menciona a Agustín y a un grupo denominado los histriónicos que según el texto, mal interpretaron ciertos versículos de Mateo y 1 a los Corintios. En el texto “La otra muerte” se cita una de las obras cumbres de la teología escolástica, La Suma Teológica, de Tomás de Aquino. Hay hasta un personaje que pertenece a la Unión Evangélica Nacional, en “Las tres versiones de Judas”. De manera un poco más superficial, menciona en el cuento, “La busca de Averroes”, a un “arzobispo de Canterbury que se propuso demostrar que hay un Dios”. ( Borges, 2011, p. 293).
Calvinistas, presbiterianos, católicos, teólogos escolásticos, evangélicos, anglicanos desfilan por toda su ficción teológica.
Este interés por lo que ha dicho la tradición sobre la Escrituras, no solo se encuentra en su ficción sino también en sus ensayos. Por tomar un ejemplo, en “Historia de la eternidad” (2011) Borges cita directamente a Juan Calvino y a Pelagio.
La voz narrativa de los cuentos y poemas, aunque no se sujeta a un canon, ni toma en cuenta la ortodoxia de la iglesia, se inspira en la tradición para desarrollar el argumento del cuento o para justificar el carácter y las acciones de sus personajes. Lo que nos lleva al siguiente aspecto.
3. El rostro de las doctrinas
Los personajes de los cuentos y poemas de la ficción teológica de Borges asumen el papel de lo que creen. Se reinterpreta el texto bíblico desde diferentes tradiciones que pone a funcionar el texto con personajes y situaciones específicas. Sus interpretaciones no son abstractas, sino que explica la doctrina por medio de sus personajes. A través de la imaginación le da un rostro a sus reflexiones de ficción teológica.
La voz narrativa en varios cuentos nos muestra que los personajes, actúan influenciados por ciertas tradiciones cristianas. Como se mencionó anteriormente, en “El evangelio según Marcos”, hay toda una familia que aunque no tenían fe, perduraba en su sangre “el duro fanatismo del calvinista” (Borges, 2011, p. 413). Luego, al final del relato terminan “poniendo en práctica” lo que su invitado les leyó de las Escrituras; entonces crucifican al personaje principal de la historia. En el cuento “El impostor inverosímil Tom Castro”, se nos dice que el calvinismo ha corregido “los antiguos apetitos africanos” y lo ha hecho “un varón morigerado y decente” (Borges, 2011, p. 24).
En el poema “Jonathan Edwards”, vemos a este teólogo calvinista, feliz, caminando entre “árboles de oro”, contemplando a Dios en el ambiente, “pensando que el mundo es un eterno/ instrumento de ira”. La voz narrativa resalta dos aspectos recurrentes en el calvinismo y en la teología de Edwards, la ira de Dios y la elección de un grupo de personas para el cielo y de otros para el infierno. El “cielo para unos pocos fue creado/ y casi para todos el infierno.” (Borges, 2008, p. 141)
Vemos a personajes que se ven forzados a justificar sus acciones, porque pertenecen a una tradición cristiana, como el personaje presbiteriano en el cuento “El libro de arena”:
— ¿Usted es religioso, sin duda?
— Sí, soy presbiteriano. Mi conciencia está clara. Estoy seguro de no haber estafado al nativo cuando le di la Palabra del Señor a trueque de su libro diabólico. ( Borges, 2011, p. 508).
Por otro lado en el relato, “La Secta de los Treinta”, se hace mención, nuevamente, de un grupo que crucifica a sus miembros al cumplir cierta edad. Esta misma secta cree que es imposible cumplir la advertencia bíblica de no adulterar, porque incluye mirar a la mujer del prójimo para codiciarla. Como “el deseo no es menos culpable que el acto” (Borges, 2011, p. 466), razonan ellos, se entregan a la lujuria. La voz narrativa también nos dice que su doctrina los va a llevar a la muerte.
En todos estos relatos, la doctrina no es simplemente una excusa para comenzar el relato, sino que en realidad afecta a los personajes. Vanhoozer enfatiza que “los lectores e intérpretes de la Bíblia no son sólo observadores, pues el texto se dirige a ellos. El acto de leer la Biblia lleva al lector a participar en la acción-teodramática y pide una respuesta” ( Vanhoozer, 2010, p. 94). Tal como hemos visto, el texto bíblico en la ficción de Borges, juega un papel importante porque influye en el carácter y el destino de los personajes.
Borges trabaja con la belleza de las imágenes bíblicas y la fuerza del mito para seducir. Reconoce el carácter heterogéneo de las Escrituras y no asume una interpretación objetiva del texto, sino que se apoya en las diferentes tradiciones cristianas. De aquí su afán por nombrar a otros teólogos y pensadores religiosos. La voz narrativa intenta interactuar con esas otras interpretaciones no para serles fiel, pero tampoco busca la herejía, simplemente crea fuera del canon.
De la misma manera, muchos personajes de la obra de ficción de Borges, leen la Biblia y la viven por medio de su tradición (aunque muchas veces no sean coherente con ella). No llegan a conclusiones ortodoxas, ni tampoco están interesados en mostrar la piedad cristiana. Pese a esto, la voz narrativa, quiere hacer notar a sus lectores que los personajes no viven de acuerdo a sus creencias. El personaje principal del relato, “El atroz redentor Lazarus Morell”, conoce las Escrituras, predica con convicción hasta el punto de hacer llorar a la audiencia pero es adúltero, ladrón y asesino. Sin embargo puede abrir la Biblia al azar y predicar “una hora y veinte minutos” (Borges, 2011, p. 18).
Borges nos recuerda, a través de su ficción, que la interpretación de la Biblia toma en serio la tradición, y a la vez se deleita en la pluralidad de la narrativa bíblica. Su aproximación a las Escrituras va más allá de la información y las sentencias verdaderas o falsas, es un performance bíblico.
Bibliografía:
Vanhoozer, K. El drama de la doctrina. Una perspectiva canónico – lingüística de la teología cristiana. Salamanca, Sígueme, 2010.
Borges, J. L. Cuentos completos. Bogotá, Lumen. 2011
Borges, J. L. El espejo de los enigmas. Sur. 1940
Brueggemann, W. Teología del Antiguo Testamento. Un juicio a Yahvé. Salamanca. Sígueme, 2007.
Borges, J. L. Historia de la eternidad. Debols!llo. 2011.
Borges, J. L. . Obra poética, vol. 2. Madrid, Alianza. 2008.
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