Los hondureños buscan justicia
Resumen del post:
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Fecha:
10 noviembre 2019, 09.25 PM
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Autor:
Nicholas Wolterstorff
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Publicado en:
Artículos
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Los hondureños buscan justicia
Llegué a Tegucigalpa, la capital de Honduras, alrededor del mediodía del sábado 20 de marzo. Durante varios años, Kurt Ver Beek me había estado instando a que fuera a presenciar de primera mano el trabajo de la Asociación para una Sociedad más Justa (Association for a More Just Society), abreviado como ASJ. Ahora, finalmente, se había abierto la oportunidad de hacerlo. Me acompañaron algunos otros visitantes de los Estados Unidos.
En el transcurso de mi visita de cinco días, me conmovió e inspiró la dedicación, tenacidad, imaginación y coraje mostrados por el personal y el liderazgo de ASJ. También me fascinó la forma en que la asociación ha diseñado su lucha contra la injusticia con las particularidades de la sociedad hondureña, particularidades muy diferentes de las de la sociedad norteamericana. Y me intrigó la comprensión clara de la tarea del estado que estaba implícita en el trabajo de la asociación, y lo que estaba haciendo para que el estado llevase a cabo su tarea, particularmente con respecto a los pobres.
ASJ es una organización cristiana. La mayoría de nosotros somos conscientes de las organizaciones cristianas de América del Norte que realizan trabajos de ayuda y desarrollo en diversas partes del llamado Tercer Mundo, siendo World Vision la más grande y una de las más conocidas. Algunos de nosotros también somos conscientes de las organizaciones cristianas de América del Norte que se enfrentan a una y otra forma de injusticia en el Tercer Mundo, siendo la Misión de Justicia Internacional la mayor de ellas.
ASJ es diferente de éstas porque es una organización hondureña. Fue fundada en 2000 por Ver Beek y otras cinco personas, cuatro de ellos hondureños nativos; su personal siempre ha sido casi completamente hondureño y ahora todo su liderazgo lo es. Fue mientras trabajaba para una organización de ayuda norteamericana que Kurt vio la necesidad de una organización hondureña autóctona y se centró no en la ayuda y el desarrollo, sino en tratar con las injusticias más atroces presentes en la sociedad hondureña. La asociación ahora cuenta con cincuenta y cinco personas en su personal, de las cuales aproximadamente las tres cuartas partes son mujeres.
La asociación tiene tres proyectos principales: el Proyecto de Paz y Justicia, que es un programa de derechos de las víctimas, el Proyecto de Derechos Laborales y el Proyecto de Derechos de la Tierra. (Tenga en cuenta que ASJ no es tímida en usar la palabra «derechos».) Cada mañana, las personas a cargo de cada proyecto nos hicieron una presentación; luego, en la tarde, salimos a terreno.
Roberto (seudónimo utilizado por razones de seguridad) dirige The Peace and Justice Project. Antes de llegar a ASJ trabajó en inteligencia militar y como investigador de casos de corrupción para el IRS hondureño. El Proyecto de Paz y Justicia proporciona ayuda de investigación, legal y psicológica a las víctimas pobres de delitos violentos, y ayuda a los funcionarios gubernamentales con poco equipamiento, exceso de trabajo y miedo a cumplir con sus responsabilidades hacia estas víctimas; cuando es necesario, incita a los funcionarios a cumplir con sus responsabilidades. La descripción de Roberto de su proyecto preparó el escenario para las descripciones de los otros proyectos también.
Roberto observó que comúnmente se dice que el fracaso de los funcionarios hondureños para enfrentar el crimen contra los pobres se debe a la corrupción, el soborno, etc. Sin embargo, tanto él como Kurt sostuvieron que, aunque existen funcionarios corruptos, el problema fundamental no es la corrupción, sino el miedo y la falta generalizada de confianza. La gente pobre no confía en la policía, el sistema judicial o la burocracia. La policía no confía en los fiscales, los fiscales no confían en la policía. El resultado es que los pobres tienen miedo de actuar cuando son víctimas de delitos o trato ilegal; temen que si presentan un informe ante la policía o algún funcionario del gobierno, la persona u organización que los perjudicó tomará represalias. La policía y los fiscales temen ser víctimas de represalias. Hay muchas pruebas de que este miedo está justificado. Lo que vi, más claramente de lo que lo había visto antes, es que la justicia es imposible en medio del miedo y la desconfianza generalizados.
Un misionero con el que hablé describió a los hondureños como las personas más pasivas que había conocido; anteriormente había trabajado en República Dominicana y Haití. Al final de mi visita, había concluido que describir a los hondureños como pasivos no era el objetivo. Tampoco es correcto describirlos como personas que aceptan los delitos de los que han sido víctimas. Aunque los aguantan, no dejan de decir «esto no debería ser». Es mejor describirlos como personas que creen que no hay nada que hacer porque no se puede confiar en el gobierno. Treinta años de democracia no les han traído nada.
Dejo que los historiadores expliquen cómo se desarrolló este clima de desconfianza. Sin embargo, las discusiones posteriores en la semana me dejaron en claro que la teología dominante en las iglesias, tanto protestantes como católicas, está entrelazada con el hábito arraigado de no hacer nada cuando uno es víctima. En el juicio final, Dios castigará a quienes cometan crímenes y violen la ley y recompensará a aquellos que soporten pacientemente los delitos de los cuales fueron objetos; no nos corresponde a nosotros emprender la obra de Dios. Más adelante en la semana nos dijeron que la orden de Pablo en Romanos 12, «nunca se venguen, sino que dejen espacio para la ira de Dios; porque está escrito, «mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor», se interpreta ampliamente como que significa exactamente esto. No es asunto de los cristianos llevar a quienes cometen crímenes y violan la ley al tribunal de justicia terrenal; impartir justicia es asunto de Dios.
Desde mi punto de vista, esta es una interpretación grave y fatídica de Pablo. El apóstol no dice que los cristianos deben abstenerse de buscar que se haga justicia contra los malhechores. Él está diciendo que los cristianos no deben participar en la retribución ojo por ojo. No deben pensar en términos de retribución, de vengarse, de ejercer venganza. Buscar que se haga justicia es muy diferente de tratar de desquitarse.
Esta teología de otro mundo respalda el hábito de tolerar los delitos cometidos hacia uno porque no se puede confiar en el gobierno; a la inversa, el hábito social le da relevancia a la teología. Cuando hablo con cristianos norteamericanos sobre el imperativo bíblico de buscar justicia, a menudo recibo la objeción de que el amor reemplaza a la justicia en el Nuevo Testamento. Esta respuesta refleja una teología y una exégesis bíblica muy diferentes de las dominantes en Honduras, pero el resultado es casi el mismo. De cualquier manera, los cristianos no buscan justicia.
El Proyecto Paz y Justicia se ha enfocado en dos de los barrios más empobrecidos de Tegucigalpa, uno de 30000 y el otro de 70000 habitantes, como lugares donde se ubican las víctimas de crímenes violentos. La policía en estos vecindarios ha menudo se niega a investigar el delito, a veces por falta de recursos o por temor a represalias por parte de delincuentes, otras veces porque incluso si se realizan arrestos, los testigos temerosos se negarán a declarar. En varias de estas situaciones, ASJ ha llevado a cabo investigaciones (la policía debe verificar la información y realizar los arrestos). Ha ayudado a fiscales en la preparación de casos penales. Y cuando los testigos se niegan por miedo a testificar en la corte, ASJ ha recurrido a un recurso permitido en la ley hondureña de «testigos protegidos». Los testigos de un crimen aparecen en la corte encapuchados de pies a cabeza; cuando testifican, sus voces están tecnológicamente alteradas. En los seis años que el Proyecto ha estado operando, ha desempeñado un papel importante, a menudo un papel decisivo en la condena de más de cien autores de delitos. Los homicidios en los barrios seleccionados se han reducido de 42 en 2005 a 9 en 2009. Durante el mismo período, el número de homicidios en toda Honduras se ha duplicado, de 2155 a 5012.
Por la tarde nos llevaron a uno de los barrios seleccionados, Villa Nueva, y nos invitaron a una sala de espera ordenada, limpia, pequeña y humilde. Dos mujeres hablaron de la violación de sus hijas y contaron cómo la policía se negó a hacer algo hasta que ASJ intervino; los perpetradores fueron descubiertos, detenidos y condenados. Un joven habló de que le dispararon por la espalda y nos contó cómo, en su caso también, la policía se negó a hacer algo hasta que ASJ intervino. Los perpetradores fueron descubiertos, detenidos y condenados. Todos estábamos llorando en aquella habitación.
Al día siguiente, Claudia Mendoza nos describió el Proyecto de Derechos Laborales. Desde 1954, Honduras ha tenido un conjunto progresivo de leyes laborales, como resultado de una gran huelga laboral contra dos compañías bananeras estadounidenses. Sin embargo, cuando se trata de trabajadores pobres, las leyes a menudo no se aplican, en parte por temor de los investigadores y fiscales y debido a recursos lamentablemente inadecuados, porque los trabajadores temen que si presentan una queja, serán víctimas de represalias o serán despedidos arbitrariamente. (La alta tasa de desempleo significa que siempre hay otros para reemplazar a los despedidos). ASJ ha concentrado sus esfuerzos en dos de los grupos más maltratados, a saber, trabajadores de limpieza y guardias de seguridad. La asociación ahora ha educado a más de siete mil trabajadores sobre sus derechos y ha sido instrumental ganando 135 casos.
Varias compañías en Honduras ofrecen guardias de seguridad “a contrata” a organizaciones e individuos. Entre éstas, una de los más conocidas por su trato a los empleados es Setech. A veces, a los empleados de Setech no se les paga durante meses, se les obliga a trabajar turnos de 24 horas, no se les paga horas extras, se les despide arbitrariamente, etc.
Dionisio Díaz García fue uno de los abogados de ASJ asignados para investigar las prácticas de Setech y otras compañías de seguridad y limpieza; logró señalar muchas violaciones sistemáticas de las leyes laborales a las autoridades competentes. El 4 de diciembre de 2006, Dionisio fue asesinado mientras se dirigía a la corte para participar en una audiencia con guardias de seguridad. Dos hombres en una motocicleta se detuvieron junto a su automóvil en una calle concurrida en Tegucigalpa, uno de ellos le disparó a Dionisio a quemarropa, y arrancaron. Kurt me dijo que al escuchar la noticia, esperaba que la mayoría del personal de ASJ renunciaría; el trabajo era demasiado peligroso. Solo una persona lo hizo. Esto es parte de lo que tenía en mente cuando hablé del coraje del personal y los líderes de ASJ.
Aunque el asesinato de Dionisio ocurrió a plena luz del día y fue presenciado por muchas personas en automóviles o sentados junto a la carretera vendiendo cosas, fue solo con gran dificultad que ASJ pudo lograr que alguno de estos testigos presenciales hablase. Finalmente, algunos lo hicieron, y los autores fueron identificados y detenidos. Ambos habían trabajado para la organización Setech. El conductor de la motocicleta era un agente de policía activo en el momento del asesinato. Dos de los testigos declararon como «testigos protegidos» en el juicio. El tribunal consideró que su testimonio era creíble, y los dos hombres fueron condenados por asesinato. Ambos están ahora en la cárcel. ASJ ahora está trabajando para ayudar y presionar a las autoridades hondureñas para que identifiquen y lleven ante la justicia a quienes ordenaron el asesinato.
Claudia concluyó su discusión sobre el Proyecto de Derechos Laborales alrededor de las 10:30 de la mañana; luego salimos a terreno. Primero visitamos un hospital público de 1100 camas cuyos pacientes son casi exclusivamente pobres. La atención es gratuita. Intentamos entablar conversación con algunas de las mujeres de la limpieza, pero se negaron a hablar. ASJ se enteró recientemente de que la compañía les había dicho que si las sorprendían hablando con alguien sobre cómo se les trataba o se les pagaba, serían despedidas. Poco después apareció uno de los principales directores del hospital. Nos mostró varias áreas y nos explicó que uno de sus mayores problemas era lo que llamó «la actitud» de algunos de los trabajadores.
El hospital está rodeado por una valla de alta seguridad; las puertas estaban atendidas por guardias que vestían uniformes Setech. Mientras esperábamos que llegase nuestra camioneta, encontramos a dos guardias que estaban dispuestos a hablar. Ambos nos dijeron que regularmente se veían obligados a trabajar turnos de 24 horas. Uno dijo que no le habían pagado durante más de un mes, el otro, que no le habían pagado durante tres meses. Cuando les preguntamos si esto sucedía con frecuencia, dijeron que sí. Cuando preguntamos si la compañía finalmente les daba su pago atrasado, dijeron que a veces sí y a veces no. Ambos eran hombres de mediana edad con familias; el que dijo que no le habían pagado tres meses tenía siete hijos. ¿Por qué habían perdido el miedo a hablar con extraños? Eso nunca quedó claro. Quizás habían decidido que estar sin trabajo no sería muy diferente de tener este tipo de trabajo.
Nuestro viaje de campo por la tarde fue a la oficina del fiscal general. Aquí nos reunimos con el jefe de la división que se ocupa de las violaciones de los derechos humanos, con el jefe de la división que se ocupa de los crímenes contra los niños y con el director de los fiscales en el caso Dionisio. Expresaron su gratitud por las muchas formas en que ASJ les había ayudado: llevando a cabo investigaciones, encontrando testigos, alentando a los testigos a testificar, prestando autos a los fiscales cuando se encontraban sin transporte, etc. Sin embargo, en el transcurso de la discusión quedó claro que ASJ no era en absoluto un perro faldero para el gobierno. Los representantes de ASJ declararon que también apreciaban el nivel de cooperación entre su personal y el de la oficina del fiscal general, pero dejaron en claro que continuarían presentando quejas, tanto verbales como escritas, cuando encontrasen a los funcionarios negligentes en el desempeño de sus responsabilidades. ¡La gente de la oficina del fiscal general asintió para indicar que estaban al tanto de esto! Me llamó la atención la gran cantidad de mujeres en los niveles superiores del personal del fiscal general. Alguien comentó que las mujeres tienden a ser más valientes que los hombres.
Fue en el transcurso de estas discusiones en la oficina del fiscal general que se puso de manifiesto para mí la postura distintiva de ASJ hacia el gobierno. La suposición implícita en todo lo que ASJ hace es que es tarea del gobierno establecer justicia en la sociedad instituyendo un sistema de leyes justas, haciendo cumplir esas leyes y asegurando justicia cuando se violan las leyes. Dado este supuesto, ASJ hace tres cosas: está al lado de las víctimas y defiende su causa, responsabiliza al gobierno de hacer cumplir las leyes y encontrar y castigar a los infractores, y ayuda al gobierno a llevar a cabo esta tarea. Sobre este último punto, la asociación no intenta favorecer al gobierno, ni se contenta con dispensar ayuda y caridad para víctimas; responsabiliza al gobierno. Pero tampoco se contenta con emitir denuncias; ayuda al gobierno a llevar a cabo su tarea. Estas observaciones me llevaron a recordar lo que dice San Pablo sobre la tarea del gobierno en el capítulo 13 de su epístola a los Romanos. El gobierno, dice Pablo, es el siervo de Dios para nuestro bien; Dios le ha asignado la tarea de «ejecutar la ira sobre el malhechor». Debemos darle «el debido respeto».
Allí, en la oficina del fiscal general, también me encontré reflexionando sobre cuán diferente es la postura de ASJ hacia el gobierno de la de los miembros del llamado movimiento Tea Party que actualmente se extiende por los Estados Unidos. Los miembros del movimiento Tea Party declaran en voz alta que quieren impuestos más bajos, menos regulación de los negocios, la no regulación de la tenencia de armas de fuego, la desaparición de la asistencia social, aunque resulta que muchos de ellos están cubiertos por la seguridad social y el seguro médico del estado. La retórica es implacablemente negativa; no se reciben sugerencias sobre qué programas deberían reducirse o eliminarse si el gobierno desea reducir los impuestos y eliminar el déficit. El gobierno es el enemigo; el gobierno no merece respeto. Que es tarea del gobierno asegurar la justicia nunca sale de los labios de la gente del Tea Party. El New York Times del 27 de marzo de 2010 informó (p.17) los resultados de una encuesta reciente de la Universidad de Quinnipiac sobre los miembros del Tea Party: resulta que son «cristianos evangélicos desproporcionadamente blancos». Aparentemente los cristianos evangélicos en el movimiento Tea Party no han leído Romanos 13 o, si lo han hecho, no lo toman en serio.
Déjenme avanzar un poco más. La última tarde de mi visita asistimos a una reunión de ASJ con el jefe de una gran cadena de supermercados y el jefe de la empresa que realiza trabajos de limpieza por contrato para la cadena; Claudia, Kurt y un abogado de ASJ representaron a ASJ. ASJ ha estado dando a conocer y protestando sobre algunas de las formas abusivas en que la empresa de limpieza trata a sus trabajadores. Una mujer de la limpieza de sesenta años a la que se le había ordenado que se hiciera una prueba de embarazo o que la despidieran había venido junto con el equipo de ASJ. El jefe de la empresa de limpieza claramente estaba muy enojado. Citaré exactamente, sin comentarios, lo que dijo: “La gente en Honduras siempre se hace la víctima. Debería haber pedido mi permiso antes de hablar con mis trabajadores. Siempre hay personas que se quejan. Yo también tengo derechos. ¿Por qué no habla de mis derechos, por qué solo habla de sus derechos? La Biblia nos dice que amemos a nuestro prójimo. Estoy ayudando a estas personas dándoles trabajo. Hablemos de los principios cristianos. Estoy usando mis talentos. La Biblia dice que aquellos a quienes se les dan muchos talentos deben usarlos. Yo recibí muchos. Todos tenemos derecho a obtener más de lo que tenemos. Deje que el estado regule lo que hago; quédese fuera de eso. No voy a dejar que nadie me diga cómo administrar mi empresa. Déjeme solo. Lo puedo demandar por calumnia. Insisto en la libertad de hacer lo que quiero hacer. No le debo explicaciones a nadie».
En la tercera mañana, Keila García, Byron Zúñiga y Gilda Espinal nos describieron el Proyecto de Derechos a la Tierra. Tegucigalpa está construida sobre una serie de crestas empinadas. En los últimos treinta años, más o menos, ha habido una gran afluencia de personas pobres que han construido casas en las crestas periféricas. La propiedad de la tierra en la que construyeron a menudo era poco clara o impugnada. Aunque siempre le pagaban a alguien por su terreno, a menudo no estaba claro si estaban pagando a la parte correcta. A veces no recibían un título a pesar de que pagaron el precio de venta; a veces el título que recibieron resultó inválido. Hace cinco años, el gobierno aprobó una ley de reforma agraria. Los detalles de cómo funciona no tienen por qué preocuparnos. Basta decir que los grandes terratenientes tienen que establecer un precio justo, y que los residentes, después de pagar un precio justo por sus parcelas o de demostrar que ya han pagado un precio justo, se les da un título. ASJ ha ayudado a unas 60000 familias pobres en las áreas de Tegucigalpa y San Pedro Sula a obtener un título de sus parcelas.
Nuestro recorrido por la tarde consistió en subir a uno de los barrios, Los Centenos, donde ASJ ha sido fundamental para ayudar a las personas a obtener sus títulos. Los residentes estaban inmensamente orgullosos de estos títulos; los exhibieron, pidieron que los fotografiaran sosteniéndolos, etc. Pero lo que encontré tan impresionante y conmovedor fue algo que Keila, Byron y Gilda dieron por sentado y no mencionaron. El área que visitamos contenía cuatro comunidades distintas. Aprendimos que mientras la ciudad instaló sistemas de agua, alcantarillado y electricidad en vecindarios de clase media, cada una de estas comunidades pobres tuvo que instalar estos sistemas por su cuenta. Para hacerlo, cada una había instituido una estructura organizada con un presidente, un vicepresidente, un secretario y un tesorero. Los candidatos fueron nominados para estos cargos, y la comunidad celebró una elección. Las mujeres eran prominentes entre los oficiales. Esta era una democracia a pequeña escala. Esto era actividad, no pasividad. Le pregunté a dos de los vicepresidentes varones que nos guiaban sobre qué hacían para ganarse la vida. Uno dijo que era guardia de seguridad, el otro dijo que estaba retirado de ser guardia de seguridad. No pregunté para qué empresa.
Mi visita fue demasiado corta. Salí de Honduras el jueves, pero mis impresiones fueron vívidas y mis recuerdos son indelebles. Había visto las caras y había escuchado las voces de algunos de los más perjudicados y vulnerables en Honduras. Y había presenciado de primera mano el trabajo de una organización completamente autóctona que, en nombre de Cristo, defiende la causa de los «oprimidos» y que con gran tenacidad y coraje insiste en que el gobierno lleve ante la justicia a los que se han equivocado, ayudándolo a hacerlo. Aquí en Norteamérica no podemos copiar lo que ASJ está haciendo. Sin embargo, podemos conmovernos e inspirarnos a buscar justicia con valentía de una manera que se adapte a nuestra propia situación.
Nicholas Wolterstorff es profesor emérito de la Universidad de Yale. PhD de la Universidad de Harvard y Doctor Honoris Causa de la Universidad Libre de Ámsterdam.
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Texto del año 2010. Traducción de Gonzalo David (con la autorización del autor).