Psicología y cristianismo. La necesidad de una actitud analítico-cristiana
Resumen del post:
Recuerdo bastante bien el día en que anunciaron en mi congregación que estudiaría psicología. La idea era invocar la sana tradición de bendecir por medio de una oración el nuevo camino que estaba por comenzar.
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Fecha:
10 julio 2013, 04.15 PM
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Autor:
Pablo López-Silva.
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Publicado en:
Áreas vocacionales
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Psicología y cristianismo. La necesidad de una actitud analítico-cristiana
Recuerdo bastante bien el día en que anunciaron en mi congregación que estudiaría psicología. La idea era invocar la sana tradición de bendecir por medio de una oración el nuevo camino que estaba por comenzar.
Recuerdo bastante bien el día en que anunciaron en mi congregación que estudiaría psicología. La idea –obviamente- era invocar la sana tradición de bendecir por medio de una oración el nuevo camino que estaba por comenzar. Al final de la reunión sin embargo, se acercaron algunos miembros de la congregación para conversar conmigo y preguntarme si estaba realmente seguro de la decisión que había tomado. Algunos insistían en que tomara el camino de la medicina. Por otro lado, otros me incentivaban a la ingeniería o a la arquitectura, y así, miles de diferentes opciones en otras ciencias aplicadas. De pronto, intuí una preocupación subyacente a todas las recomendaciones, preguntas y consejos; básicamente, la preocupación porque la excesiva secularización del campo al cual estaba a punto de entrar influyese –de forma negativa- en mi vida espiritual. Digno de la edad que tenía y de la actitud propia de un joven, si bien mi reacción fue respetuosa, casi no tomé en cuenta tal preocupación y la atribuí a la reticencia que algunos miembros de la congregación sentían respecto de la preparación académica. Mi pensamiento era ‘si tengo buenos fundamentos bíblicos y me mantengo en comunión y estudio, no creo que pase nada, ¡relájense!’. Como era un joven querido y bastante participativo en los asuntos de mi congregación, casi todos quedaban tranquilos con esa respuesta.
Sin embargo, después de unos años, uno advierte que el asunto no es tan simple. Quisiera ser cuidadoso en este punto, pero confiar en que tu background teológico y el ejercicio de ciertos hábitos espirituales te mantendrá lejos de la secularización propia de tu disciplina muchas veces esconde, tal vez no un error, pero sí una falta de diligencia y prudencia. ¿A qué me refiero con esto? Pues bien, básicamente quiero hacer notar que hay elementos bastantes sutiles dentro de nuestra formación profesional que una u de otra forma pueden influir en nuestra forma de entender la realidad y a los demás, y que en consecuencia, pueden influir en nuestra forma de practicar el cristianismo. En ningún momento niego la eficacia del ejercicio de los hábitos espirituales, ni de lo definitorio que es mantenerse en el estudio de las escrituras. Sin embargo, lo que indico es que hay diversos elementos sutiles subyacentes a nuestra preparación profesional que no son siempre advertidos, y que de una u otra forma podrían llegar a afectar nuestra vida espiritual. Estos ‘elementos sutiles’ a los cuales me quiero referir brevemente, provienen de (a) la actitud que los estudiantes adoptan para con los contenidos que son aprehendidos en la academia y cómo muchos de ellos son aceptados irreflexivamente, y (b) el lugar que tales contenidos toman en la forma de entender el mundo y la realidad personal de los estudiantes. Tanto (a) como (b) comienzan poco a poco a influir en las vidas de lo estudiantes cristianos (de cualquier disciplina) y así terminamos teniendo jóvenes en nuestras congregaciones que creen que los humanos son primeramente ‘una construcción social que depende de los macro-relatos que son negociados socio-históricamente’ y por lo tanto ‘un devenir relativo al momento histórico’, o también tenemos jóvenes creyendo que los humanos son una especie de ‘animal pensante’ o el producto de diversos ‘juegos adaptativos entre especie y medio ambiente’ .
Probablemente –y eso me gustaría esperar-, tales ejemplos son escandalosamente burdos ya que nuestros jóvenes no tienden a piensen cosas como éstas. Sin embargo, el peso de la experiencia parece decir lo contrario. La sutileza de los contenidos que son aceptados como verdaderos va más allá de los límites de estos brutales ejemplos, y en esto radica mi principal preocupación. El asunto principal acá es que muchas veces nuestros jóvenes no indican tales ideas de forma explícita, pero muchas veces adhieren a tales enfoques de forma indirecta mediante de aceptación de las teorías que están fundamentadas en ideas presentes en el párrafo anterior. Muchas veces, un joven estudiante ‘no cree’ que los humanos sean animales que han podido desarrollar una forma cognitiva de representar y procesar el conocimiento de la realidad, pero sí adhieren y encuentran completamente plausibles las teorías cognitivo-evolutivas. Luego, este joven estará de una o de otra manera adhiriendo a los postulados que fundamentan tal o cual teoría. A esto llamo ‘adherencia indirecta’, y es el punto que explicaré a continuación.
‘Adherencia indirecta’ y fundamentos epistemológicos subyacentes
Lo sutilmente asumido
Las teorías en psicología y en ciencias sociales no vienen de la nada. Todas ellas son producto de ciertas reflexiones y posicionamientos filosóficos y epistemológicos, todas ellas reproducen ciertas formas de entender al ser humano, la realidad y el conocimiento. Sobre esto, podemos distinguir tres dimensiones básicas que están presentes en todos los enfoques teóricos, y de las cuales un estudiante cauteloso debería tener conocimiento . La dimensión ‘ontológica’ de un enfoque teórico pregunta por la naturaleza de la realidad; la ‘epistemológica’ por la naturaleza de la relación entre quien conoce y aquello que se conoce y la dimensión ‘metodológica’ pregunta por las formas de producir conocimiento dentro de cierto paradigma. ¿Qué tiene que ver todo esto con lo mencionado en la sección anterior?
Pues bien, todas las teorías y conceptos que son enseñados en las diversas carreras pertenecientes a las ciencias sociales -y naturales también-, reproducen ciertas nociones sobre la realidad, el ser humano, el otro y la relación sujeto-objeto. El problema principal radica en que muchas veces nuestros estudiantes se mantienen ‘en la superficie’ de tales enfoques teóricos que aprenden y no están completamente conscientes de que a las premisas que reproducen en muchas de sus conversaciones, subyacen profundas nociones ontológicas, epistemológicas y metodológicas.
De esta forma, muchos de los estudiantes en ciencias sociales –y naturales- se encuentran reproduciendo en sus discursos muchos conceptos que acarrean visiones que muchas veces niegan la realidad de Dios o la necesidad de Salvación en sus bases. Cuando los estudiantes no están conscientes de los fundamentos filosóficos de los enfoques que aprenden, se arriesgan a reproducir ideas que de una o de otra manera afectan sutilmente su vida cristiana, las que luego pueden continuar su influencia a niveles tales que pueden llegar a confundir toda su vida cristiana.
¿Cómo tales ideas afectan la vida cristiana de los jóvenes? La idea es simple. Tal como lo señalaba en puntos anteriores, hay diversas formas en que los contenidos dictados en ciencias sociales pueden de una o de otra manera influir en nuestra vida cristiana sin que las congregaciones hayan podido advertir claramente este problema, éstas son:
(a) La actitud que los estudiantes adoptan para con los contenidos que son aprehendidos en la academia.
Muchas veces, ciertos estudiantes aceptan de forma irreflexiva los contenidos que les son enseñados en la academia. Muchos de ellos no se preguntan por las visiones de mundo y del ser humano que existen detrás de tales enfoques. No estamos hablando de premisas tan concretas como ‘ok, jóvenes, todos venimos del mono’, sino que me refiero a formas más sutiles en las cuales, de una o de otra forma se aceptan ciertas ideas que no son del todo compatibles con nuestras creencias. Por ejemplo, aceptar que: CC: el conocimiento es una construcción, parece implicar que nuestro conocimiento de todas las cosas lo es. Luego, el conocimiento es una forma subjetiva o relativa (dependiendo de la vertiente) de referirse a ciertas cosas, pero no puede existir ninguna pretensión de objetividad, dado que el conocimiento se ‘negocia’, se ‘co-construye’, se ‘impone por la fuerza’, etc. (varias interpretaciones del proceso presentes en ciencias sociales). Algunos jóvenes parecen aceptar la tesis CC. Sin embargo, muchas veces parecen no pensar que CC incluye CC*, i.e. nuestro conocimiento de Dios, la realidad de Dios, la realidad de una necesidad de salvación para la humanidad, etc. Luego, CC reduce los temas más trascendentes de nuestra vida cristiana a meras ‘construcciones sociales’ que son ‘válidas dentro de ciertos contextos’, pero que de ninguna forma son o pueden llegar a ser verdaderas. Básicamente, porque la categoría ‘verdadero’ es una construcción social.
Quien acepta CC y no piensa en CC* corre el peligro de confundir cosas, de alejarse de la verdad y al final, caer en un caso de ‘adherencia indirecta’ en el cual los jóvenes parecen ‘no pensar que piensan ciertas cosas’. Esto a su vez, hace que los jóvenes se acostumbren a las inconsistencias entre sus creencias y los conocimientos provenientes desde su preparación académica, creando esto la ilusión de que tales dominios están completamente separados. Reproduciendo esto, la falsa dicotomía antagónica entre ‘ciencias’ y ‘religión’. Esto, es sin duda sumamente dañino para el desarrollo de una preparación académica fructífera para un cristiano. No podemos olvidar que la biología no siempre fue evolucionista, o que la física no siempre intentó negar la existencia de un diseñador. Es más, la ciencia moderna nació en la empresa de entender la creación de Dios. Personas como Copérnico, Francis Bacon, Juan Kepler, René Descartes y Max Planck entre muchos otros no solo crearon los fundamentos de la ciencia moderna, sino que no hicieron desde una cosmovisión cristiana.
Para ejemplificar el punto que antes señalaba de una forma más cercana, permítanme compartir una anécdota. Un íntimo amigo me contaba que conversaba con una joven de su iglesia sobre cierta estructura presente en un molusco. Repentinamente, mi amigo le dice ‘siempre pensé que era una lengua’, y la niña respondió algo como ‘no, es una pierna, pero que por el proceso de evolución ha ido perdiendo tamaño dado el cambio funcional de tal parte’. Ante esto mi amigo respondió, ‘mmm pero explicar eso en términos meramente evolutivos no es es muy consistente con el ser cristiano’ (con un tinte de ironía). Si bien no podemos descartar del todo la idea de una evolución teísta, lo que observamos acá es que si bien esta joven ‘no cree que vengamos del mono’, ella claramente explica diversas formas basándose en la evolución . Ocupar este marco referencial de una o de otra manera reproduce ciertas formas de entender el mundo y la realidad de las cuales la joven no está consciente. Esto es un caso de ‘adherencia indirecta’.
(b) El lugar que tales contenidos toman en la forma de entender el mundo y la realidad personal de los estudiantes.
En el fervor del proceso de aprendizaje, muchos jóvenes sacan a Dios del centro de sus explicaciones del mundo poniendo a los contenidos que han ido aprendiendo a lo largo de su desarrollo curricular. Muchas veces en ciencias sociales y naturales esto es bastante fácil. Nuestra motivaciones políticas se mezclan con nuestras intuiciones respecto de ciertos temas; nuestras ansias de aprender y servir a Dios con nuestra falta de reflexividad y, de pronto, vemos que jóvenes no solo aprenden psicología cognitiva o psicoanálisis, sino que toman tales enfoques como marcos de referencia para explicar todo.
La actitud cristiana en Ciencias Sociales y Humanidades
¿Qué es necesario pues para enfrentar los puntos anteriormente señalados? La respuesta es simple, se necesita una actitud cristiana.
Muchas veces los jóvenes que estudian ciencias humanas han reducido la ‘actitud cristiana’ a una mera y estandarizada forma de comportarse. No copiar, no hacer trampa, no ser muy ‘loco’, ser responsable, dar el ejemplo. Sin embargo, la actitud cristiana no solo incluye tales conductas, sino que también una clara actitud intelectual, una forma de enfrentar aquello que aprendimos cada día. Cuando San Pablo en 1era de Tesalonicenses 5:21 insta a los cristianos a ‘examinadlo todo y retened lo bueno’ el está hablando de eso, ¡de todo!
‘Examinar’ proviene del griego ‘dokimazo’ que indica el acto de comprobar la autenticidad de algo poniéndolo a prueba. Básicamente, la recomendación de Pablo describe lo necesario que es poner a prueba absolutamente todo en nuestras vidas, lo que incluye los contenidos que aprendemos en la universidad. Luego, la recomendación de Pablo deviene necesidad en la vida estudiantil. Si bien este texto se aplica la mayoría del tiempo a cómo los cristianos deben someter a prueba los sermones y enseñanzas de los maestros, también se puede aplicar al proceso de aprendizaje en las diversas carreras que los jóvenes cristianos estudian. Acá, la actitud cristiana implica (a) confrontar todo lo que se aprende con la palabra, pero también (b) ponderar la plausibilidad intrínseca de los enfoques que son aprendidos.
Por otro lado, ‘retened lo bueno’ implica saber distinguir entre aquellas cosas buenas y aquellas que no lo son. Dentro de la vida académica esto se puede hacer tomando en cuenta los dos puntos recién señalados. Por una parte, sabiendo qué es lo que Dios piensa de ciertos temas (y cuando la opinión bíblica no es clara en ciertos temas, siguiendo los principios generales que nos da la Biblia), y por otra parte, estando atento de las premisas epistemológicas, ontológicas y metodológicas que los enfoques que nos enseñan reproducen.
Como podemos ver, la actitud cristiana en la vida académica implica un profundo estudio de la palabra, pero a su vez, una actitud analítica para con los contenidos que se aprenden. Ambos elementos ayudarían a evitar lo que hemos descrito como ‘adherencia indirecta’. Muchas veces las congregaciones han hecho hincapié en el primer punto, pero no en el segundo. Esto requiere que los estudiantes sean críticos de los contenidos que aprenden y sean capaces de dilucidar las premisas subyacentes. Sin embargo, esto último requerirá una constante preparación en ciencias naturales, sociales y en filosofía. Este es un punto de gran discusión y confusión muchas veces.
Primero que todo, el cristiano debería dedicar algún tiempo de su formación cristiana al estudio de las ciencias empíricas -por lo menos- por dos simples razones (a) Propósito formativo: para conocer cómo es que funciona objetivamente la creación de Dios (procesos mentales, físicos, biológicos, etc.) y (b) Propósito apologético: para entender como es que esta forma de funcionar podría apoyar o rechazar la existencia de un creador. Solo podemos saber bien lo segundo, si llevamos a cabo el primer punto. Una cosa es describir un fenómeno, por ejemplo, el proceso de reproducción celular y otra cosa muy diferente es atribuir ese procesos específico a la historia evolutiva de ciertos organismos. Estas dos operaciones son diferentes. Una puede ser realizado de forma completamente empírica (el primero), pero el segundo no puede soslayar la necesidad de reproducir ciertas formas de entender la realidad, es decir, ciertas premisas filosóficas.
Acá entra la importancia de estudiar filosofía. Por favor, permítanme extenderme en este punto brevemente.
Es bastante común escuchar cristianos decir que si debemos estudiar filosofía es para estar atentos a no ser engañados por tales filosofías. Sin embargo, creo que existe una confusión acá. Una cosa es la filosofía y las preguntas que pone en el tapete, y otra cosa son las respuestas que algunos dan a tales preguntas. Dios nos ha regalado la racionalidad, una facultad que parece encontrarse solamente en los humanos. La filosofía podría ser bien entendida como el producto del ejercicio natural de tal facultad, es decir, como el ejercicio de aquello que Dios nos regaló. La capacidad de preguntar por las causas de nuestra existencia, por las razones para ciertos acontecimientos, por la naturaleza de nuestra mente, por la estructura de la realidad, etc. son todas preguntas filosóficas. Sin embargo, las respuestas pueden ser muchas, y muchas de ellas erradas por lo demás. El estudio de la filosofía no solo nos da un conocimiento de tales respuestas, sino que su metodología y lenguaje entregan excelentes herramientas para desarrollar un pensamiento crítico y analítico. Por ejemplo, la diferencia entre ‘condiciones suficientes y necesarias’, el conocimiento sobre estructuras lógicas de un enunciado, y las ‘condiciones de verdad’ de ciertos argumentos se tornan muy útiles cuando el cristiano intenta ser crítico con los contenidos que aprende a lo largo de su preparación académica.
La única forma que tenemos de saber cuáles son las ideas que subyacen a los enfoques que se aprenden en ciencias humanas, es sumergiéndonos en el estudio de los mismos guiados por la actitud cuidadosa fundamentaba en nuestra comunión con Cristo por medio del estudio de la Palabra. La única forma de sacar el mayor provecho de nuestros años de preparación en la universidad es estudiando en profundidad ambas, la palabra de Dios y lo que subyace tras aquello que aprendemos desde una mirada analítica y crítica. Es a esto lo que quiero denominar como una actitud ‘analítico-cristiana’.
Un breve análisis analítico-cristiano
Quisiera realizar un breve ejercicio en base a la actitud analítico-cristiana que he señalado. Revisemos qué hay detrás de un enfoque que ha influido importantemente en el desarrollo de la psicología y de las ciencias sociales en general en los últimos 15 años, me refiero a una de las expresiones relativistas del constructivismo, el construccionismo social (Burr, 1995; Stam, 2001; Gergen, 1992; Gergen y Warhus, 2001, entre otros).
Trataré de ser breve . En términos simples, el construccionismo social se propone como ‘una psicología social posmoderna’, con todo lo que ello implica. Su principal exponente, Kenneth Gergen se apoya en algunas tesis de Wittgenstein para sugerir que los límites del lenguaje constituyen los límites del mundo y del sí-mismo . Para el autor, como el lenguaje es una actividad puramente interaccional, todos los significados de la realidad se negocian y se renegocian en el seno de los diversos discursos sociales en los cuales los humanos están inmersos. Así, cada ‘verdad’ a la cual se puede referir un sujeto, se reduce a una ‘mera conversación’ la cual toma parte en el infinito engranaje de juegos históricos-discursivos . En resumidas cuentas, no existe verdad objetiva, debido a que el empleo del lenguaje no permite eso. Por otra parte, el self está determinado según pautas culturales de acción que rigen cada contexto (Gergen, 1992) . Así, el soporte del sujeto son los discursos sociales negociados en el lenguaje, identificando el sujeto un sentido compartido de sí mismo mediante las formas conversacionales contextuales. Como premisa epistemológica básica, en el construccionismo social solamente podemos obtener información sobre nosotros mismos y la realidad por medio del lenguaje, y por consiguiente, el empleo de las palabras ya viene contaminado por ideologías, representaciones sociales, discursos sociales, etc. Cada opinión o premisa sobre el mundo no es nada más que una proyección de nuestra posición en el escenario social . Toda verdad es relativa a una comunidad específica.
Finalmente, Gergen (1997) indica que este tipo de ‘psicología posmoderna’ elimina el privilegio de cualquier persona o grupo de reclamar la superioridad de sus visiones del mundo (tesis relativista). Así, con respeto a la verdad, ni la ciencia, la religión, la filosofía o un partido político puede pretender superioridad (tesis relativista) .
Pues bien, el análisis es simple. Cuando un joven cristiano indica que los seres humanos son ‘construcciones sociales’, que el conocimiento es una ‘negociación histórica’, o cosas un poco más sutiles, probablemente esté reproduciendo postulados muy parecidos a los antes mencionados. Cualquier estudiante de psicología que siente simpatía por este enfoque -el cual ya desde el mismo punto de vista de la filosofía de las ciencias sociales es bastante implausible- de una o de otra manera se está asociando a ciertas formas de entender la realidad. Cuando escuchamos jóvenes hablando de construccionismo social, básicamente por ‘adherencia indirecta’ muchos de ellos parecen creer que la verdad es una construcción social, y que todo puede ser reducido al juego entre fuerzas político-sociales.
La idea no es negar que existen ciertos elementos que han sido creados en el seno de lo social (por ejemplo el uso del dinero o las empresas), pero decir que todo es una construcción social básicamente transforma a la religión en otra de las ‘conversaciones’ igualmente válidas que otras; reduce a Dios a una construcción argumentativa, a la salvación a una necesidad creada por un mero grupo de fanáticos, a la adoración a Cristo a uno de los cuantos rituales igualmente válidos para ‘calmar la consciencia’ y cosas por el estilo. Tal como he dicho en otro momento (López-Silva, 2010), enfoques como este eliminan cualquier posibilidad del libre albedrío, y básicamente eliminan la posible existencia objetiva de Dios de sus posibilidades argumentativas. Está claro que la adherencia a este tipo de corrientes no es muy fructífera para un cristiano, para quien la necesidad de la salvación, Dios y el sacrifico de Cristo son, más que todo, verdades objetivas.
El desafío acá es claro, estar en constante estudio de la Biblia, y estar cuidadosamente al tanto de las premisas que subyacen a aquello que aprendemos en nuestras profesiones.
Palabras finales. La necesidad de una Psicología –realmente- Cristiana
Tras unos –pocos- años después de haber comenzado mi preparación profesional , me doy cuenta de que la preocupación que mi congregación mostraba no era del todo errada ni guiada solamente por un lastre histórico de oposicionismo a la preparación intelectual, sino que me advertía también de un elemento mucho más sutil, uno que demanda una profunda actitud crítica, preparación bíblica y filosófica en el camino de la preparación académica.
El llamado del apóstol Pablo a ‘examinar todo y retener lo bueno’ toma una nueva interpretación en el seno de lo académico, donde se demanda una actitud analítico-cristiana. Esta actitud deberá incluir una fuerte preparación bíblica, pero un estudio claro y acucioso de los fundamentos filosóficos subyacentes a los enfoques que son enseñados en la academia.
Sin embargo, esto nos propone un problema, y con el problema viene una necesidad. Al momento de estar examinando ‘lo bueno’ de aquello que aprendemos, si bien podremos advertir de que algunos enfoques son ‘menos malos que otros’, tarde o temprano chocaremos nuestras cabezas con algunas premisas que van en contra de lo que la Biblia indica. Mal que mal, la psicología y las ciencias contemporáneas en general han sido construidas en el seno de lo secular. ¿Qué nos queda pues? El desafío es la construcción de un marco interpretativo o cosmovisión cristiana desde la cual poder hacer sentido a los descubrimientos de las ciencias cognitivas, ciencias sociales y todas las evidencias que día a día van surgiendo en el desarrollo del conocimiento. Solamente construyendo un marco epistemológico fundamentando en la Palabra podremos hacer real sentido de ciertas evidencias y herramientas que las ciencias nos entregan. Solamente con un marco interpretativo cristiano que incluya evidencias biológicas, psicológicas, etc. podremos llegar a lo que se podría denominar una real ‘psicología cristiana’ . Sin embargo, el desarrollo de este punto es tema para otro ensayo.
Referencias
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