Estudios Evangélicos

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El avivamiento de Asbury y la cuaresma: una apreciación ortodoxa

El 8 de febrero, los estudiantes que se reunieron para un servicio de adoración regular en una capilla de la Universidad de Asbury, una pequeña universidad cristiana en Wilmore, Kentucky, no pudieron irse a su término. Siguieron orando con las manos extendidas, haciendo confesiones de arrepentimiento y alabanza públicas durante horas. El servicio ha continuado ininterrumpidamente de esta manera durante dos semanas, con más de 50.000 personas de otros estados e incluso de otros países viajando a Asbury para experimentar la “efusión”. Cuando las autoridades universitarias tuvieron que finalizar el servicio este domingo 26 de febrero, el derramamiento de Asbury se expandió a avivamientos nacientes en Ohio, Tennessee y otros lugares.

La Universidad de Asbury pertenece a la tradición teológica wesleyana, y tiene una larga historia de avivamientos. Anteriormente se produjeron avivamientos en el campus de Asbury en 1905, 1908, 1921, 1950, 1958, 1970, 1992 y 2006. El metodismo temprano fue un movimiento misionero vibrante, que protagonizó avivamientos con predicadores como los líderes Francis Asbury y John Wesley. Los avivamientos eran reuniones de oración acompañadas por el derramamiento de emociones fuertes, lágrimas, confesiones de culpa, profesiones de fe y, por lo general, terminaban con «llamados al altar» o invitaciones para volver a dedicar la vida a Cristo. Los conversos abrazaron a los avivamientos como el derramamiento del Espíritu Santo para la renovación del individuo y de la iglesia, a menudo en respuesta a crisis específicas. Los críticos usualmente despreciaron a los avivamientos como formas de histeria colectiva y como expresiones de emocionalismo desenfrenado (o «entusiasmo», como se le llamó en el siglo XIX).

Los observadores ortodoxos, cuando prestan atención a lo que está sucediendo en el protestantismo en general, a menudo se muestran escépticos. En el nivel de las formas culturales, los avivamientos al estilo del siglo XIX parecen ajenos a la Ortodoxia. Los ortodoxos de cuna y de países tradicionalmente ortodoxos tienen dificultades para apreciar los avivamientos porque no son parte de su trasfondo religioso. Los conversos a la Ortodoxia oriental están cansados de los avivamientos porque los asocian con algo claramente «occidental». Es probable que los lectores de este artículo se encuentren en uno de estos dos grupos.

Sin embargo, cuando vamos más allá del barniz de las formas culturales, hay una profundidad en la que los ortodoxos pueden encontrar ciertos puntos de contacto con los avivamientos protestantes en su propia experiencia eclesial. Por ejemplo, en nuestra tradición monástica, los hesicastas han intentado practicar el precepto de San Pablo de “orar sin cesar” (1 Tes. 5: 17) de manera bastante literal. Recordemos que el protagonista del clásico espiritual ruso del siglo XIX, El Peregrino Ruso, se encuentra recitando la Oración de Jesús miles de veces al día, continuando hasta la noche. Como resultado, el peregrino recibe el don de las lágrimas y experimenta una alegría abrumadora y el sentido permanente de la presencia de Cristo. Incluso aquellos que son escépticos acerca de la historicidad del peregrino admitirán que la tradición de la oración incesante fue un elemento importante del monacato ortodoxo. En el oriente griego del siglo V, hubo un movimiento monástico de los «Akoimetoi», o los insomnes, que celebraban sus servicios sin parar, día y noche, como los estudiantes en la capilla de la Universidad de Asbury. El movimiento “Akoimetoi” se hizo influyente en Constantinopla cuando el famoso monasterio de Studion se convirtió en su centro.

El segundo ejemplo igualmente importante son los servicios de la Gran Cuaresma, a los que estamos entrando esta semana. Estos servicios tienden a ser más largos que los habituales durante el resto del año litúrgico. Durante la Semana Santa la duración de los servicios crece, desde los Maitines del Novio pasando por el Servicio de los Doce Evangelios, hasta el servicio virtualmente continuo que culmina en la vigilia pascual y la liturgia festiva. Estos servicios fueron compuestos y editados gradualmente por generaciones de himnógrafos cristianos bizantinos y líderes de la iglesia que, al igual que los estudiantes de Asbury Chapel, no querían dejar la iglesia. Si bien estos servicios extensos reflejan este maximalismo “carismático” inicial, con el cambio de liderazgo y la “rutinización del carisma” (para usar la expresión del sociólogo Max Weber), la duración de los servicios llegó a ser percibida como onerosa, requiriendo adaptación y abreviatura. También deberíamos señalar una diferencia obvia entre la Cuaresma Ortodoxa y el avivamiento de Asbury: la primera es un ciclo regular anual de servicios prescrito por el leccionario; el último es un evento espontáneo y no planificado. No se puede orquestar un avivamiento auténtico. Sin embargo, el mismo Espíritu puede estar en movimiento tanto en la sencillez de un avivamiento espontáneo como en la riqueza litúrgica de un servicio regular de Cuaresma.

Durante un período profundamente formativo de mi vida, en la década de mis veinte, tuve el privilegio de estudiar con el difunto William J. Abraham (1947-2021), un teólogo y filósofo de clase mundial, pastor y misionero metodista, y una persona santa, todo en uno. Debido a que acompañé a Billy Abraham en sus viajes misioneros a lugares tan distantes como Kazajstán y Costa Rica, tengo una apreciación de primera mano de las reuniones de oración metodistas que conducen a efusiones más modestas y locales del Espíritu Santo. Estas experiencias me han afectado casi tan profundamente como la experiencia eclesial de mi propia tradición. Además de mi experiencia personal, hay otras razones por las que el avivamiento de Asbury debería inspirar un cauteloso optimismo.

El avivamiento de Asbury exhibe ciertos signos iniciales de autenticidad: comenzó sin los efectos especiales de las megaiglesias contemporáneas y sin la participación de predicadores famosos, con poca publicidad mediática, con modestia y sencillez. Actualmente, no hay evidencia de motivación de lucro tras el esfuerzo o de cualquier intento organizado de cooptar políticamente el evento para servir a tal o cual agenda. La prueba más significativa de autenticidad serán los frutos que este avivamiento dará en la vida de la iglesia. Espero y oro para que muchas vidas sean tocadas, que algunos jóvenes escuchen un llamado al ministerio y que la autenticidad de este llamado sea, a su vez, probada por el tiempo y por las estructuras de discernimiento de sus iglesias.

El Espíritu Santo, como el viento, “sopla donde quiere” (Juan 3:8), incluida la Capilla de Asbury. Como los cristianos católicos y ortodoxos están entrando en Cuaresma, también debemos estar listos para que el Espíritu Santo nos visite, silenciosamente, si no con el fuego del avivamiento, entonces con el «suave susurro del viento» (1 Reyes 19:12). Si la Cuaresma ha de convertirse en un tiempo de genuina renovación, y no solo de una rutina piadosa, todos deberíamos buscar recibir el apacible susurro del Espíritu Santo en nuestros corazones.

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Paul L. Gavrilyuk es profesor titular de Teología y Filosofía en el Departamento de Teología de la Universidad de St. Thomas y presidente fundador de la Asociación Teológica Ortodoxa Internacional. Su libro «El sufrimiento del Dios impasible» fue publicado en castellano por la editorial Sígueme.

Originalmente publicado en Public Orthodoxy, 28 de febrero 2023. Traducido con autorización. Traducción de Luis Aránguiz Kahn.