Estudios Evangélicos

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Antes de tener nacionalismo cristiano, necesitamos pactalismo confesional

La demografía es el destino, y esto nunca es tan cierto como en el área de la religión. Cuando Altusio, uno de los principales filósofos políticos en la tradición política pactal o federal, célebremente afirmó que “la diversidad destruye a la unidad”, se estaba refiriendo a la diversidad eclesiástica [i]. Me pregunto qué pensaría Altusio del proyecto de construcción de la nación moderna, en el que una multitud de gentes y cosmovisiones diferentes están unidas bajo el estado todopoderoso, cuyo despotismo es lo único que impide el derrumbe del proyecto multiculturalista.

Lo que distingue al federalismo clásico de otras formas de localismo o descentralización es precisamente su énfasis en el pacto como lo decisivo para el orden social entero. En su libro de 1991, ‘Fountainhead of Federalism: Heinrich Bullinger and the covenantal tradition’, los autores Charles McCoy y James Baker enfatizan que el federalismo está enraizado fundamentalmente en la teología del pacto del reformador protestante Heinrich Bullinger [ii]. Para Bullinger, el pacto comienza con la llamada de Dios a las familias para que ejerzan el mandato de dominio -algo que lleva orgánicamente al establecimiento de clanes o pueblos como extensiones de la familia nuclear en cuanto unidad básica del orden social. Bullinger, por tanto, va lo suficientemente lejos como para aplicar a su propio pueblo, el suizo, la relación de pacto entre Dios e Israel del Antiguo Testamento. Escribe lo siguiente en un tratado publicado en 1528, en el que Dios se dirige a los suizos en primera persona:

Yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo… Si se vuelven apostatas, y dejan de proteger lo que es bueno y castigar el mal, si no terminan sus guerras y no instauran un gobierno cristiano, los juzgaré así como juzgué a Israel y Judá [iii]

‘Federalismo’ deriva de la palabra latina ‘foedus’, que significa pacto. El federalismo comienza con el pacto, criando hijos en el pacto según los caminos del Señor. Altusio, seguidamente, también enfatiza que un orden social cristiano crece orgánicamente a partir de la familia como la unidad más básica en el orden social, desde la cual se extiende para santificar al vecindario, a la ciudad, a la provincia, y eventualmente, a la nación. Para Altusio, el rol y lugar del individuo en cualquier sociedad está, además, enraizado en la relación de ese individuo con la familia extendida o más bien las “relaciones de sangre” (consociationes consanguineorum) [iv].

Como lo dice R.L. Dabney:

El esquema teísta, por tanto, rastrea el gobierno civil y la obligación civil a la voluntad y acto de Dios, nuestro soberano, gobernante moral y propietario, en cuanto que Él desde el principio estableció principios sociales como una parte constitutiva de nuestras almas y nos situó bajo relaciones sociales que son tan originales y naturales como nuestras propias personas. Estas relaciones eran: primero, la familia, luego el clan, y, en cuanto los hombres se multiplicaron, la mancomunidad. De aquí se sigue que el gobierno social en cierta forma es tan natural como el ser humano [v]

En otras palabras, mientras las partes constitutivas de la vida nacional, a partir de las cuales esa vida nacional crece orgánicamente, no sean reformadas como unidades pactales socio-confesionales, el solo considerar levantar un proyecto tendiente a establecer al nacionalismo cristiano sería completamente irracional. No puede nunca haber una nación cristiana sin familias cristianas, clanes cristianos, ciudades cristianas y provincias cristianas capaces de autogobernarse.

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Originalmente publicado en Christ Rules, 2023. Traducido con autorización del autor. Traducción de Luis Aránguiz Kahn.

Notas
[i] Althusius, J. 1610. Politica Methodice Digesta, Atque Exemplis Sacris et Profanis Illustrata. Groningen: Radaeus, p. 45.
[ii] McCoy, C.S. en J.W. Baker. 1991. Fountainhead of Federalism: Heinrich Bullinger and the covenantal tradition. Louisville, KY: Westminster/John Knox, p. 27.
[iii] Bullinger, H. 1544 (1528). Anklag und erstliches ermanen Gottes Allmachtigen zu eyner gemeynnen Eydgenosschaft. Zürich: Froschauer, p. 7, 57.
[iv] Althusius. Politica, p. 715.
[v] Dabney, R.L. 1892. Discussions: Philosophical. Richmond, VA: Presbyterian Committee of Publication, p. 305.