Estudios Evangélicos

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El verso en el templo: ¿tenemos los cristianos algo que aprender de la poesía?

El valor de la poesía y la actitud poética es que nos permite acercarnos a la realidad humana. Que los versos, tal como un día entraron en la Biblia, entren hoy también en los templos.

Desde que era un escolar he disfrutado leer literatura, y en especial poesía. Luego, como estudiante de Letras Hispánicas, este interés se intensificó. Me abrí a otras experiencias de lectura, conocí una serie de autores, libros, ideas. Como muchos de los jóvenes cristianos que entran a disciplinas como esta, me pregunté: ¿y cómo encuentro a Dios aquí? Pronto entendí que la respuesta a esa pregunta era compleja, pero no porque sea difícil de responder, sino porque debe haber una disposición nuestra a descubrir que a Dios se le puede encontrar a veces, incluso, cuando se le niega.

En mi caminar he entrado en autores como William Blake, Charles Baudelaire, Bertolt Brecht; de Chile, Vicente Huidobro, Pablo Neruda, etc.; y así, tantos otros de diversos países y orientaciones ideológicas y culturales. No obstante, aunque todos provienen de contextos diversos, hay una cuestión que los atraviesa sin excepción: la pregunta por Dios, por la religión o, al menos, por lo sagrado. Naturalmente, aunque las respuestas de cada uno a estas interrogantes son tan variadas como la propia gama de autores que podemos encontrar en el mundo, Floridor Perez, poeta chileno, recientemente afirmó algo en una charla que merece ser considerado en esta divagación: “Si hay un ser que necesita a Dios es el poeta”.

 

Primera disposición: la utilidad

Ahora bien, y antes de visitar algunos casos, ¿por qué es más difícil nuestra disposición ante la pregunta inicial, que su propia formulación? Los que hemos crecido o interactuado intensamente en contextos cristianos, sabemos que hay una tendencia positiva hacia todo aquello que parezca “creyente” o “cristiano”, y por contraparte, el gesto inverso hacia cosas (arte, música, productos culturales, etc.) que parecen “no cristianos”. El problema con esta actitud frente a la cultura no solo es el dualismo teológico que encarna, sino también la consecuencia práctica de una incapacidad para responder ante las interpelaciones que la cultura podría hacer al cristianismo. Y esto segundo me parece más grave que lo primero, pues si desconocemos nuestro contexto en nombre de la fe, ¿cómo entonces hemos de dar testimonio de ella eficazmente?

Para poder acercarnos a la poesía, es necesario despojarnos de esta postura dualista que tiende a admirar todo lo que parece cristiano, y a despreciar aquello que nos parece que no lo es. Este gesto serviría no solo a los pocos que se interesen por algo tan particular como la poesía, sino también a la propia relación de la cristiandad con su contexto. Desde una mirada bíblica es posible decir, por ejemplo, que los salmos son poesía. Y, por otra parte, es algo sabido que el propio Pablo de Tarso, autor de una buena parte del Nuevo Testamento, incorporó frases de poetas leídos en su época en distintos de sus escritos y sermones[i]. Un destacado estudioso de los salmos afirmó: “Los poemas apelan a la persona entera, de una forma que la prosa no logra hacerlo”[ii]. Quizá esto mismo explique por qué los salmos son preferentemente leídos y predicados en las comunidades. En muchos casos, la poesía parece ser más cercana a nosotros que otro tipo de texto no solo porque sea más breve que una novela un texto narrativo cualquiera, sino quizá sobre todo porque está repleta de imágenes que intentan acercarnos rápidamente a lo que podríamos llamar ‘realidad humana’.

Si aun en el propio texto sagrado encontramos este género literario, ¿qué puede indicarnos eso sobre el valor de la poesía extra bíblica? En primer lugar, cabe notar que la Biblia no tiene problemas con la poesía como género de escritura. En segundo lugar, ¿qué implica gesto paulino? ¿Poesía ‘secular’, ‘pagana’ -llamémosle de cualquier modo- intercalada en el texto sagrado? Este acto de escritura me parece tremendamente relevante, y dice mucho de la actitud que nosotros deberíamos tener hoy frente a la poesía de nuestro tiempo y cultura. Que un autor neotestamentario cite autores no bíblicos indica que el cristianismo desde un principio ha estado abierto a escuchar, e incluso usar, elementos que no pertenecen a su núcleo. Eso puede enseñarnos que tener una actitud abierta frente a corrientes culturales no cristianas puede llegar a ser altamente provechoso. El propio Martín Lutero estaba convencido de que el conocimiento poético era necesario como preparación para la vida, y consideraba que debía estar incluido en la educación de los niños, tanto así que se quejó diciendo: “¡Cuánto me pesa no haber leído más poetas e historias y que no tuviese a nadie que me enseñara a hacerlo!”[iii].

Así, y en vista de que podría haber muchos que rechazan a priori todo aquello que no parezca cristiano: la primera disposición es a no cerrarse ante la poesía aun cuando no pertenezca a la órbita cristiana. Ella puede ser útil para la fe.

 

Segunda disposición: la legitimidad

El ensayista Octavio Paz dijo: «Poesía y religión son revelación. Pero la palabra poética se pasa de la autoridad divina. La imagen se sustenta en sí misma, sin que le sea necesario recurrir ni a la demostración racional ni a la instancia de un poder sobrenatural: es la revelación de sí mismo que el hombre se hace a sí mismo»[iv]

Para algún tipo de teólogo, una afirmación de este tipo podría sonar, al menos, herética. Sin embargo, pienso que puede ser leída de otro modo.  Si la poesía es considerada revelación, eso no quiere decir que esté puesta en lugar de la revelación divina, ni que intente anularla. Paz nos está invitando a pensar la poesía como otro tipo de revelación: no perteneciente a Dios, esto es, de Dios al hombre; sino perteneciente al hombre: del hombre al hombre. La poesía es la forma en que el hombre revela lo oculto de sí mismo. En este sentido, la poesía es una fuente eminente para conocer el corazón humano. La revelación no es sencillamente aquello que nos cae del cielo. En una significación más amplia, es aquello que interviene nuestra realidad mostrándonos algo que desconocíamos, pero que siempre estuvo ahí. Es una forma de quitar la ceguera.

Ahora bien, junto con este núcleo de la poesía, hay otro factor relevante. Cada poeta escribe en un contexto determinado. Aunque por lo general se tiende a pensar que la poesía trata principalmente sobre asuntos amorosos, su campo temático en realidad es mucho más amplio. Los autores escriben no solo de cuestiones emotivas; también hay quienes tocan política, el estado de su contexto nacional, y muchas otras áreas de la existencia humana con las cuales nosotros mismos nos relacionamos diariamente.

Entremos a algunos ejemplos. Los abordaré de manera muy limitada. Sin embargo, espero que este gesto sirva como muestra para un ejercicio que todos podemos hacer. El primer caso es un fragmento poético de los dichos de Odin, perteneciente a la cultura nórdica. Lo escogí por sobre textos de la cultura griega como la Ilíada o la Odisea, por sernos menos conocido.

 

“ninguna enfermedad es peor para el hombre sabio

Que no tener alguien que lo ame”[v]

¿Qué nos dice ese pequeño fragmento? El hablante es el dios más importante de la cultura nórdica. El tono de la expresión es de un consejo o advertencia. El tema es el problema de la soledad del hombre sabio. Pareciera ser que se trata de un intento por mostrar que la sabiduría no es saludable cuando se está solo. Podríamos hacernos la pregunta: ¿de qué sirve ser sabio, si estoy solo? Notemos que no solo se trata de la imposibilidad de ser amado, sino también la imposibilidad de comunicar lo sabido. De este brevísimo ejercicio tomamos algunos elementos positivos: Odin está planteando que la compañía es buena para el sabio, pero es una compañía que trasciende: en ella, el sabio transmite su saber. Este punto es fundamental dentro de la cultura del texto: el compañerismo. Muchos otros de los versos apuntan en esa dirección. En nuestra tradición, podría recordarnos el Eclesiastés 1,18: “Porque en la mucha sabiduría hay mucha molestia, y quien añade ciencia, añade dolor”. Un predicador del tiempo de los Vikingos tal vez podría haber usado los dichos de Odin para explicar o el compañerismo, o el compartir el conocimiento con otros, o, en su sentido negativo, el problema humano de la soledad.

Un segundo ejemplo lo tomo de la poesía del alemán Bertolt Brecht, que además fue dramaturgo y director teatral. Tal vez uno de los rasgos más importantes de saber para nosotros es que era ateo.  Notemos este pasaje de su poema Himno a Dios:

«Has dejado que los pobres siguieran pobres año tras año

sólo porque sus anhelos te gustaban más que tu cielo»[vi]

El poema es, en sí mismo, un cuestionamiento a Dios. La gran pregunta que subyace es si acaso importa que exista o no. Su mayor protesta tiene que ver con el problema de la mortandad y el hambre. Pareciera que estamos frente a la pregunta habitual del ateísmo popular: ¿si Dios existe, por qué hay guerras, muertes, etc.? Pero Brecht es bastante más profundo que eso. Su pregunta es parte de un espíritu de época en el que se discutieron problemas de largo alcance como la justicia social, y Brecht optó por el camino marxista. La pregunta de Brecht, entonces, no es únicamente la existencia de Dios, sino más bien su justicia. Ahora bien, ¿de qué nos sirve este fragmento, o el poema? Primero: para entender que los no creyentes también se preguntan sobre Dios, y no necesariamente de modo superficial. Segundo: para entender que el sufrimiento humano es una cuestión que existe, y que debe haber una respuesta. Tercero: justamente por lo segundo, yo citaría a Brecht en un sermón para hablar sobre justicia social, y diría que aunque para Brecht parece que Dios no está interesado en el mundo, la verdad es que sí, salvo que el problema está en quienes deberían hacerlo notar: los creyentes, la iglesia.

Situémonos ahora en nuestro contexto. En el poema Muerte de mi madre, el poeta chileno Oscar Hahn dice:

«porque existir no puede ser algo tan pobre

como vivir metido adentro de un cuerpo

que se hace escombros que se hace cenizas»[vii]

Este poema es muy interesante. Relata la forma en que la madre del hablante es puesta en su ataúd. Sin embargo, esto en el contexto de la televisación internacional de la muerte del Papa Juan Pablo II en el 2005. Así, se genera un contraste entre lo que es la muerte de la autoridad máxima de la Iglesia Romana, y la muerte de una mujer común y devota católica. Pero la gran cuestión de este verso es: ¿Qué es la vida? Y la respuesta consecuente: no puede ser algo tan pobre como vivir metido en un cuerpo destructible. Y entonces, ¿qué es la trascendencia? Y más aún ¿es esta acaso diferente para la máxima autoridad de una religión, con millones de seguidores, que para una sencilla mujer que ha fallecido? Los versos nos llevan por la pregunta sobre el valor del ser humano, y también sobre el valor de su recuerdo, de su importancia para los otros. El poema de Hahn nos revela una inquietud humana a la que justamente el cristianismo ha tratado de dar una respuesta. Entonces, si el ejercicio tradicional ha sido partir desde la Biblia para llegar al problema humano, ¿por qué no intentar también el gesto inverso, de partir desde el problema humano, para llegar a la fe? Yo terminaría un sermón sobre el problema de la eternidad, citando a Hahn.

De vuelta al gesto paulino. El acto de usar la poesía en una predicación supone en primer lugar, que la poesía era útil. De otro modo, no habría sido mencionada en sus locuciones. Pero esta utilidad también debe tener un por qué. Entonces, ¿en qué sentido es útil la poesía? La poesía es uno de los mayores indicadores del estado de una cultura. En efecto, los poetas siempre escriben hacia algo, ya sea en contra o a favor; también escriben acerca de algo, ya sea la experiencia, la imaginación, un concepto. La poesía es una respuesta a una pregunta por el ser humano. Si lo miramos desde la óptica de Octavio Paz, alguien que no recurre a la Biblia o al cristianismo como fuente de revelación para entender al ser humano, probablemente encuentre una buena fuente alternativa en la poesía. Y en el caso de los cristianos, ella es una buena fuente para conocer su propio contexto, con las inquietudes humanas que le rodean. Así, la segunda disposición es leer y entender la poesía en su contexto, libres del intento de “cristianizarla”. La poesía no solo es útil, también es legítima como fuente de expresión de lo humano y en ello es profundamente reveladora.

 

Tercera disposición: el valor

En una de sus predicaciones Søren Kierkegaard, el teólogo y filósofo luterano, dice de sí mismo: «Soy un poeta desautorizado que conmueve con ayuda de los ideales»[viii]. Mi pregunta es: ¿por qué los cristianos no podrían ser poetas? El danés ya nos ha dejado claro que no hay que sentirse autorizado, sencillamente hay que ser poeta. ¿Pero en qué sentido lo dice? ¿Es que acaso Kierkegaard se plantea como un escritor de poesía, o más bien está hablando de una actitud frente a los hechos de la vida humana?  En el discurso en que introduce esta descripción de sí, está hablando sobre el hecho de observar. El acto poético es observación. Está ligado directamente a la imagen. En Odin, el sabio solitario. En Brecht los pobres desamparados. En Hahn, el cuerpo inerte de una madre y un televisor mostrando el cuerpo de un Papa fallecido.

No diré que seamos poetas, que escribamos sonetos, versos, rimas. Ya sé que incluso para algunos se les haría difícil encontrar algo de utilidad en la poesía. Y en nuestro contexto, quizá muchos menos son los que se deleitarían leyéndola sin interesarse siquiera en su utilidad para las cuestiones de fe. Pero quiero dejar instalada esta idea de Kierkegaard. Quiero sugerir no solo una disposición a no cerrarse a la poesía. No solo una disposición a leer la poesía en su contexto más allá de nuestras presuposiciones. Quiero sugerir que cada cristiano, pastor, predicador, sea un poeta desautorizado kierkegaardiano en el sentido más amplio de esta afirmación: que esté dispuesto a observar el mundo, a no cerrarse.

Por muy poeta desautorizado que se sea, eso no nos impide hacer lo que hacía Kierkegaard. Conmover con ayuda de los ideales. ¿Qué es la poesía del poeta? ¿Qué consecuencias nos trae observar? Quizá, mientras más atentos nos acercamos a la realidad humana, mas conscientes somos de que hay cosas malas, y cosas que cambiar. La potencia de la observación es la incapacidad de evadir. El observador, el poeta, es aquel que se estremece con la imagen, se escandaliza con el hecho, vive una crisis por lo que ve. Y por lo mismo, busca conmover con su escritura, con su predicación. Sabe que, aunque nadie lo escuche, hay un deber de expresar lo que se sabe. Y a la vez tiene la esperanza de que algún oyente de la declamación se conmueva con ese ideal incrustado abierta o secretamente en el sermón o el verso.

El valor de la poesía y la actitud poética es que nos permite acercarnos a la realidad humana. Que los versos, tal como un día entraron en la Biblia, entren hoy también en los templos.

 



[i] Por ejemplo, en su sermón del areópago ateniense cita a Arato (Hch. 17,28), en la epístola a Tito 1,12 cita a Epiménides Cretense, y en Corintios 15,33 cita a Menandro. Para seguir en el tema: Werner Jaeger Cristianismo primitivo y paideia griega, FCE.

[ii] En su libro Como leer los salmos, publicado por CLIE Tremper Longman III explica en detalle la lógica poética de esa sección de la Biblia.

[iii] En su texto de 1523, A los magistrados de todas las ciudades alemanas, para que construyan y mantengan escuelas cristianas

[iv] En El arco y la lira, FCE.

[v]  «no sickness is worse for the wise man / than to have no one who love him», traducción personal, tomado del libro The Poetic Edda, traducción nórdico antiguo-inglés de Carolyne Larrington, Oxford.

[vi] En 80 poemas y canciones¸ traducción alemán-español de Jorge Hacker, Adriana Hidalgo Editora.

[vii] En el libro En un abrir y cerrar de ojos, Ed. Universitaria, 2008.

[viii] En Para un examen de sí mismo recomendado a este tiempo, Trotta.

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