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Evolución-diseño inteligente. El debate y sus niveles

Aunque los proponentes del Diseño Inteligente quieren presentar sus ideas dentro del ámbito de la ciencia misma, éstos están siendo excluidos de ella.

Introducción[1]

Aunque los teóricos del Diseño Inteligente pretenden presentar sus ideas como una alternativa científica válida, los evolucionistas y científicos que trabajan dentro de las ciencias biológicas ven estas propuestas de los teóricos del Diseño Inteligente no como una alternativa científica válida sino más bien como una postura ideológica, filosófica o religiosa que se sale de los parámetros del quehacer científico actual. Este quehacer está definido por unas reglas y metodologías  compartidas, las cuales son enseñadas y aplicadas por los científicos dentro de sus disciplinas. Así, aunque la filosofía de la ciencia tiene como uno de sus problemas fundamentales la definición de qué es ciencia, también es cierto que la mayoría de los científicos alrededor del mundo ejercen y practican la ciencia, sin necesariamente entrar en los cuestionamientos sobre qué es y cuáles son sus métodos; más bien se presenta una posición pragmática en el sentido de que la misma praxis de los científicos y la misma comunidad en la que se practica la ciencia, transmiten y evalúan estos métodos y resultados, y los usan con resultados claramente exitosos.

 

Aunque los proponentes del Diseño Inteligente quieren presentar sus ideas dentro del ámbito de la ciencia misma, éstos están siendo excluidos de ella, ya que según las prácticas de la ciencia actual el apelar a causas inteligentes está excluido de su quehacer,  es por eso que son pocos los artículos de estos teóricos publicados en revistas científicas avaladas por pares académicos. Por eso es que el debate que se intentará analizar con más profundidad, está por fuera de lo estrictamente científico y se mueve en otros niveles los cuales se señalaran al final de este capítulo.

En palabras de Santiago Collado:

 

Hay una pugna entre dos visiones de ciencia que se presentan como excluyentes. Por un lado una ciencia llamada naturalista por sus oponentes. La razón por la que se oponen a este tipo de ciencia es porque ven al naturalismo como equivalente al materialismo. Por lo tanto esta ciencia  se basa sobre principios que no son estrictamente científicos, sino que se orientan por principios de carácter filosófico, ideológico o anti-religioso. La alternativa propuesta sería una ciencia respaldada solamente por “evidencias empíricas” lo cual implicaría liberarla de la carga ideológica que imponen “los naturalistas” [2]

 

Se tratan a continuación las evidencias empíricas de los teóricos del Diseño Inteligente que llevan a pensar en una nueva definición de ciencia. De acuerdo a Philip Kitcher[3]  los argumentos de los partidarios del Diseño Inteligente se pueden dividir en una parte negativa y una parte positiva. La parte negativa consiste en mostrar los problemas y desafíos que la teoría evolutiva actual no ha podido contestar. Dentro de esta perspectiva de mostrar la insuficiencia o falta de explicaciones detalladas sobre algunos fenómenos biológicos se puede encontrar lo que Kitcher llama el argumento del “caso concreto” que consiste básicamente en presentar de manera detallada estructuras biológicas en diferentes seres vivos, para los cuales la teoría evolutiva en este momento no puede explicar de manera detallada cómo las mutaciones y la selección natural pueden haber sido los mecanismos para el surgimiento de estas estructuras. Un ejemplo difundido en la literatura de los teóricos del Diseño Inteligente es el flagelo bacteriano. La parte positiva consiste en inferir diseño a partir de criterios como los de la complejidad irreducible de Michael Behe  y  la complejidad especificada de Dembski.

 

1. La complejidad en los seres vivos

 

Behe en su libro Darwin´s Black Box muestra de manera detallada la complejidad de esta estructura usada por algunas bacterias para propulsarse.

 

En resumen, mientras los bioquímicos han empezado a examinar estructuras aparentemente simples como cilios y flagelos, han descubierto una complejidad asombrosa, con docenas y aún cientos de partes precisamente construidas. Es muy probable que muchas de las partes que no hemos considerado acá sean requeridas por cualquier cilio para funcionar en una célula. Mientras el número de partes requeridas aumenta, la dificultad de ensamblar el sistema de manera gradual se dispara y la probabilidad de escenarios indirectos se desploma. Darwin se ve más y más abandonado. Nuevas investigaciones en el papel de las proteínas auxiliares no pueden simplificar el sistema complejamente irreducible. La intransigencia del problema no puede aliviarse; sólo se hará más difícil. La teoría darwiniana no ha dado ninguna explicación para el cilio o el flagelo. La complejidad abrumadora de los sistemas para propulsarse nos empuja a pensar que tal vez nunca pueda dar una explicación.[4]

 

El argumento condensando es que existen estructuras en los seres vivos para los cuales no se han encontrado ni se podrán encontrar, de acuerdo a la teoría evolutiva,  mecanismos graduales de mutación y selección natural.

 

Los evolucionistas, por otro lado, aunque aceptan que en este momento no hay una explicación detallada de cómo pueden haber surgido estas estructuras se defienden de dos maneras. La primera de éstas es que el hecho de que no se conozca el mecanismo detallado no significa que nunca se va a poder conocer. La ciencia está llena de problemas sin resolver y señalarlos no significa necesariamente que no se puedan contestar o explicar en un futuro. La teoría evolutiva no necesariamente tiene que contestar todas las preguntas. La segunda manera en que los evolucionistas se defienden consiste  en plantear escenarios en los que las proteínas involucradas pueden haber sido usadas antes para otras funciones. En el transcurso de la historia de  las bacterias por diferentes mecanismos estas proteínas pueden haber pasado a ser parte de estructuras como el flagelo bacteriano.

 

Esta línea de argumentación recuerda el debate que se produjo cuando Darwin fue cuestionado por la complejidad del ojo humano. El cuestionamiento de la época consistía en preguntar cuál había sido el camino y los pasos intermedios para la construcción de dicho órgano tan complejo como el ojo humano. Decían los críticos de la época ¿De qué sirve la mitad de un ojo? A lo que Darwin contestó de manera intuitiva que en la naturaleza se deberían poder encontrar organismos con algunas células fotosensibles que llevaran a cabo la misma función del ojo, pero de manera más rudimentaria. Esta intuición que Darwin propuso necesitó cien años de investigación para encontrar los diferentes estados de desarrollo en la función de sensibilidad a la luz. En este caso, Darwin no dejó que sus opositores definieran la secuencia de intermediarios, más bien  estuvo abierto a que la naturaleza misma mostrará cómo había sido esa secuencia.

 

Los evolucionistas actuales sostienen que existe el mismo problema con respecto al flagelo bacteriano. No se sabe actualmente cuál es el mecanismo gradual para la aparición de éste, pero no necesariamente tiene que ser el que los teóricos del Diseño Inteligente sostienen.[5] En este caso están mostrando situaciones o fenómenos, que la teoría evolutiva no puede explicar, y están infiriendo que se puede concluir diseño en estas estructuras. Pero los teóricos del Diseño Inteligente van un paso más allá, ellos sostienen que no sólo es el hecho de la no existencia de mecanismos evolutivos lo que muestra inteligencia o una causa inteligente. Lo que lleva a concluir inteligencia es la complejidad irreducible que se encuentra por ejemplo en una estructura molecular como el flagelo bacteriano. Esto es lo que Kitcher llamaría el argumento positivo de los teóricos del Diseño Inteligente[6]. Así los teóricos del Diseño Inteligente no sólo muestran los problemas explicativos de la teoría evolutiva para un fenómeno en particular sino que además proponen un mecanismo viable para producir este fenómeno. Tal mecanismo es una causa inteligente. Proponen que se puede inferir diseño porque estas “máquinas moleculares” como las llama Behe son estructuras que tienen que haber sido formadas con todas sus partes juntas y funcionando para ser ventajosas para la célula.

 

El ejemplo que Behe presenta para ilustrar este punto es una trampa de ratón, él sostiene que una trampa, de este tipo, para funcionar necesita de sus cinco partes presentes y armadas. Sí se le quita alguna o no está armada en su respectiva forma, dejará de funcionar como trampa de ratón. Este autor sostiene que estructuras como el flagelo bacteriano funcionan a nivel molecular de esta forma. En este flagelo hay más de cuarenta proteínas necesarias para ensamblar a éste en la célula, y todas y cada una de estas proteínas son necesarias para el funcionamiento de este flagelo bacteriano como propulsor de la célula en un ambiente líquido[7]. Y no sólo tienen que estar presentes estas cuarenta proteínas sino que igualmente tienen que estar ensambladas de la forma adecuada. La conclusión de Behe es que esta complejidad irreducible, como la llama él,  es una evidencia directa de diseño, porque los seres humanos no conocen ningún otro mecanismo que pueda producir este tipo de organización y complejidad.

 

La crítica que se hace a este argumento tiene dos partes, la primera es de orden biológico y evolutivo, y la segunda es de orden filosófico.

 

En la dimensión biológica lo que los evolucionistas actuales sostienen como contraposición a las propuestas de Behe, tiene que ver con el hecho de que aunque es cierto que esta estructura efectivamente contiene cuarenta proteínas que son necesarias para que funcione, lo que el autor no tiene en cuenta es que algunas de estas proteínas se pueden encontrar en otras estructuras de la célula cumpliendo otras funciones. Así, la selección natural pudo haber usado estas estructuras como precursoras del flagelo bacteriano. Por eso no es necesario que estas cuarenta proteínas aparezcan de repente como sostiene Behe, más bien la evolución toma prestada de otras estructuras ya presentes donde hay algunas de estas proteínas, y así construye una nueva estructura como el flagelo bacteriano.

 

Gran parte del proceso evolutivo, sostienen los biólogos moleculares, ha ocurrido de esta forma, la selección ha tomado componentes de aquí y de allá para construir las novedades que al final se ven como diseñadas pero que en realidad sólo son usos distintos que la selección ha logrado encontrar para estructuras ya presentes en la célula. Y aunque es cierto que no se tiene la descripción detallada del proceso para la aparición del flagelo bacteriano, también es cierto que hay escenarios evolutivos posibles que pueden dar explicación a la aparición de este fenómeno.

 

La segunda parte de orden filosófico se relaciona con la inferencia de inteligencia detrás de una estructura como el flagelo bacteriano. La crítica que los evolucionistas presentan en este caso tiene que ver con la noción de inteligencia que los teóricos del Diseño Inteligente presentan. Dicen los evolucionistas que para que se pueda concluir que algo es diseñado, se debe saber cuáles son las intenciones del diseñador, cuáles son sus limitaciones y poder, cómo es, por ejemplo, que introdujo el flagelo bacteriano en una bacteria que no tenía flagelo. Es necesario igualmente conocer que medios usó para este diseño, si introdujo nueva información genética en forma de mutaciones o favoreció la selección de bacterias que empezaban a tener las proteínas necesarias para que el flagelo apareciera y fuera funcional. Kitcher crítica a Behe sosteniendo que si éste pretende  mantener la descendencia con modificación y un solo árbol de la vida entonces sólo estas dos opciones o una combinación de las dos podrían dar cuenta de la aparición del flagelo bacteriano.

 

Otro interrogante que surge es ¿cómo es que este diseñador interactúa con las bacterias?, este interrogante queda sin responder si no se tiene claro cuál es la definición de inteligencia que hay detrás de agente inteligente. Dice Kitcher que sí se busca la definición de inteligencia en la literatura de los teóricos del Diseño Inteligente, lo único que se puede encontrar es que conciben la inteligencia como cualquier cosa que produce el tipo de fenómeno que ellos identifican como demasiado complejo para ser obtenido a través de la selección.[8]

 

Este mismo autor, crítico del Diseño Inteligente, resalta el hecho de que en la naturaleza efectivamente existen fenómenos que se llamarían ordenados, los cuales son producto del azar, es decir,  sin ningún plan o diseño en ellos. Ejemplo de lo anterior  es la forma como se organiza el mercado económico a partir de las decisiones libres de los individuos que lo componen. Mostrando de esta manera patrones de orden que no son producidos por algún agente inteligente en particular de acuerdo a un plan prediseñado. Otros ejemplos del mismo tipo son la organización de los pétalos en la flor, los cristales de nieve, los patrones de banda  de las conchas marinas y otros en los que el denominador común es que existe complejidad pero se sabe a ciencia cierta que no hay un plan previo.[9]

 

Los anteriores ejemplos muestran que se debe ser cauteloso al inferir la naturaleza de una causa por el orden que se ve en el fenómeno que produce. Concluir que detrás de todo evento complejo hay una causa que planeó, anticipó o diseñó tal evento es una falacia. Se necesita una identificación más clara del mecanismo causal para justificar que éste es inteligente.

 

La respuesta que Behe plantearía a esta crítica tiene que ver con la caracterización bioquímica que este autor realiza del flagelo bacteriano. Éste sostiene que en el flagelo bacteriano se han encontrado las piezas fundamentales o “ladrillos” que componen esta estructura. Éstas funcionan como las partes fundamentales de cualquier máquina que se conozca, en la que cada parte tiene una  función precisa  y definida. Por lo tanto, este autor sostiene que la bioquímica ha llegado a tal nivel de precisión  y conocimiento de las estructuras proteínicas de ciertas “máquinas moleculares” que se pueden equiparar directamente estas máquinas y las diseñadas y planeadas por los seres humanos. Esta equiparación es el punto clave para el argumento de Behe sobre el diseño.[10] Si efectivamente la célula posee “máquinas moleculares”, la causa que produjo este orden y esta complejidad tiene que ser inteligente. La aparición de orden por azar equivaldría a sostener que la estructura ordenada de algunos cristales de roca  tiene la misma causa (azar y leyes naturales) que un diamante tallado por un experto artesano.

 

Behe define que para los sistemas físicos discretos el diseño es evidente, sí no hay una ruta gradual para su producción,  y cuando un número separado de componentes en interacción son ordenados para cumplir una función más allá de cada componente individual. [11]Ahora bien, el desafío que Kitcher plantea de cómo fue que la inteligencia intervino y cuándo intervino sigue planteando interrogantes a las conclusiones de Behe. No basta, según los evolucionistas, en inferir una causa inteligente, sigue siendo necesario especificar los detalles del proceso mediante el cual las estructuras diseñadas fueron formadas.

 

Otro gran cuestionamiento que los teóricos del Diseño Inteligente han traído a colación se sitúa en la pregunta de cómo se originó la vida. Esta pregunta que para algunos llega a ser de orden filosófico claramente es y ha sido abordada por la ciencia. Desde los experimentos de Stanley Miller hasta la teoría de la panspermia de Francis Crick, esta pregunta sigue en proceso de resolverse.

 

2. El origen de la vida

 

El problema del origen de la vida ha sido una de las fuentes para las críticas a la explicación estrictamente naturalista  sobre el origen de ésta, y uno de los libros que fue precursor de este movimiento del Diseño Inteligente precisamente toca este tema: El Misterio del Origen de la Vida de Thaxton y Bradley. [12]  En éste, los autores buscan hacer una evaluación objetiva del presente estado de conocimiento acerca del origen de la vida. El libro culmina con un rechazo hacia la evolución química como no sólo algo improbable sino realmente imposible.

 

El debate aquí se centra en que dados los conocimientos actuales se sabe que el primer organismo que debió haber existido debe haber sido un organismo auto-replicante, en el que necesariamente tienen que conjugarse por lo menos dos elementos, una cadena nucleotídica capaz de almacenar información y un entorno de enzimas y proteínas que permita la expresión y duplicación de esta información. Todo organismo actualmente conocido no sólo necesita de estas dos estructuras sino que entra en juego una tercera, el ARN que es la encargada de traducir la información codificada en los genes del ADN al lenguaje de las proteínas que está construido con aminoácidos. Precisamente el dogma central de la  biología molecular  plantea esta realidad de la siguiente manera: propone que existe una unidireccionalidad en la expresión de la información contenida en los genes de una célula, es decir, que el ADN es transcrito a ARN mensajero y que éste es traducido a proteína, elemento que finalmente realiza la acción celular.  El dogma postula igualmente que sólo el ADN puede replicarse, y por tanto, reproducirse y transmitir la información genética a la descendencia. [13]

 

De manera más precisa hoy en día se conocen cuatro transferencias de información entre estos tres componentes, una de ADN a ADN, otra de ADN a ARN, de ARN a ARN, y por último de ARN a proteína. La información importante para este debate es que en el origen de la vida tiene que haber existido no sólo un organismo capaz de almacenar información a través de un ácido nucleico como el ADN o ARN, sino también y al mismo tiempo un organismo con una maquinaria proteínica y enzimática capaz de darle al ácido nucleico un entorno celular en el cual reproducirse y expresarse.

 

La complejidad y especificidad de este mecanismo absolutamente necesario para la existencia de la vida y común a todos los seres vivos conocidos es presentado por los teóricos del Diseño Inteligente como una de las circunstancias en que la inferencia de diseño es difícil de escapar. Sí se observa el panorama con más detalle, los teóricos del Diseño Inteligente resaltan que el primer organismo existió con una molécula capaz de almacenar información, dicha información es matemáticamente idéntica a la información digital usada en los computadores, sólo que éstos últimos usan un lenguaje binario mientras que los primeros organismos usan los ácidos nucleicos para almacenar su información usando un cuarteto de símbolos.

 

Se concluye a partir de lo anterior, que la experiencia de los seres humanos con este tipo de información siempre ha sido asignada a causas inteligentes como es obvio en el caso de los computadores. Dado que en el primer ser vivo tuvo que haber este tipo de información, detrás de esta información los teóricos del Diseño Inteligente concluyen que la causa tiene que haber sido inteligente.

 

Para estos teóricos el asunto no concluye en este punto, la otra gran característica de este primer organismo es que no sólo debía tener información sino que eran necesarias unas estructuras proteínicas, o como Behe las llamaría unas “máquinas moleculares”, capaces de expresar esta información y usarla para el metabolismo, la sobrevivencia y más importante aún, la reproducción de la información genética presente en el ADN de este organismo. Es un hecho biológico que el ADN no puede reproducir o replicar su información sino usa una maquinaria molecular compuesta por proteínas.  Estas proteínas necesarias para este proceso son precisamente codificadas por el ADN. En otras palabras la información que define cómo y cuáles son las proteínas que el ADN necesita para poderse replicar, reproducirse, y transmitir su información está escrita en el ADN mismo.

 

Este panorama  es presentado por los teóricos de Diseño Inteligente como un fuerte argumento a favor de la inferencia del Diseño.

 

Los evolucionistas críticos del Diseño Inteligente responden a esta situación desde dos perspectivas, unos sostienen que el problema del origen de la vida no hace parte de la investigación científica. Gould  en su libro La Estructura de la Teoría de la Evolución afirma que está de acuerdo con los creacionistas en que “los evolucionistas no pueden resolver esta cuestión, el origen último de la vida y que la cuestión es inherentemente religiosa”,  diciendo que él y sus colegas evolucionistas “no estudian por ello mismo la cuestión de los orígenes últimos ni consideran que esta cuestión forme parte en absoluto de la investigación científica”[14]

 

Otros evolucionistas señalan que efectivamente la ciencia actual está muy lejos de explicar y describir cómo es que esta primera célula se originó, pero la ignorancia no significa que se pueda  concluir una causa inteligente detrás del surgimiento del primer ser vivo. Se han planteado diferentes escenarios tratando de explicar y presentar hipótesis para solucionar o explicar esta situación. Estos escenarios tienen en común que son hipótesis de trabajo que todavía no han podido dar ningún resultado concluyente. Desde el experimento de Stanley Miller que mostró que era posible producir aminoácidos necesarios para las proteínas de la vida a partir de nitrógeno, hidrogeno y carbono al introducir algunas chispas eléctricas, realmente ha habido poco avance en experimentos respecto de este problema. Por ejemplo no ha sido posible sintetizar ácidos nucleicos a partir de sus componentes básicos y mucho menos estructuras proteínicas complejas como las presentes en las células más simples que se encuentran hoy en día.

 

La conclusión extraída por Eduard Pelser, David Keller y otros era que los historiadores en evolución química han realizado unos avances sumamente interesantes explicando cómo pudieron haberse sintetizado los primeros componentes básicos (aminoácidos, azucares, etc.).

 

Las etapas posteriores de la evolución química (enlazando el ADN, el ARN y las proteínas para formar cadenas con significado para la replicación y el metabolismo; el desarrollo de la pared celular) son una cuestión enteramente diferente. Después de cincuenta años de estudio la investigación en evolución química ha avanzado poco o nada para dilucidar estas etapas posteriores.[15]

 

Dicho de otra manera por Noam Lahab, un evolucionista químico israelí, en su libro titulado Biogénesis: Theories of Lifes´s Origin, afirma que  “sin embargo ninguna de  las teorías propuestas hasta ahora abarcan todos los aspectos de la emergencia de las funciones centrales de las células existentes de modo que cubra “el espacio entre la vida y la materia inanimada” (Arrhenius et al., 1997). Además por cuanto algunas de estas teorías difieren tanto entre sí, cubrir este espacio parece difícil, quizá incluso imposible  en el presente.”[16].

 

Un aspecto muy importante de este asunto es que los evolucionistas clásicos, como Richard Dawkins, están de acuerdo con la intrincada complejidad que se encuentra en los seres vivos. Pero para estos autores es la selección natural la causante de esta complejidad, ellos sostienen que es altamente improbable que estas estructuras complejas hayan surgido sólo por azar. Precisamente el gran aporte de Darwin al problema biológico es que propuso y encontró un mecanismo como la selección natural, que no funciona por azar. La selección natural es un mecanismo natural que es una opción a la dicotomía entre diseño y azar.

 

Dawkins sostiene que los creacionistas y los teóricos del Diseño Inteligente (creacionistas en smoking barato, según el autor)[17] no entienden bien el mecanismo de la selección natural.  Este mecanismo lo que logra es ir acumulando pequeños cambios que al sumarse constituyen las estructuras altamente complejas presentes en los seres vivos. Es como sí un ladrón quisiera abrir la caja fuerte de un banco con una combinación de cien números. Es claro que es imposible que al primer intento encuentre la combinación correcta. Pero si cada vez que el encuentra uno de los cien números hay alguna pista, como por ejemplo un leve sonido o clic, entonces encontrar la combinación se torna completamente posible.[18]

 

Esta ilustración ayuda a entender mejor el proceso de la selección natural. Sostiene Dawkins que efectivamente en los seres vivos hay los que teóricos del Diseño Inteligente llamarían “complejidad especificada” y que ésta no puede ser explicada sólo por azar. Pero el problema de los teóricos del Diseño Inteligente y los creacionistas es igualar azar con selección natural. El gran aporte de Darwin fue haber encontrado un mecanismo netamente natural que es una explicación gradual y acumulativa de cómo se originaron las estructuras complejas. En conclusión la selección natural aunque usa el azar no es un mecanismo netamente basado en ésta, sino que por su proceso acumulativo tiene la capacidad de lograr eventos altamente improbables.

 

Puesto de otra manera, un pequeño cambio que trae algún beneficio para un organismo es seleccionado por el ambiente y fijado en el material genético. Sobre este pequeño cambio puede sumarse el siguiente y así sucesivamente hasta formarse una estructura después de mucho tiempo que aparece como altamente compleja. De esta manera Dawkins quiere y pretende resolver el debate.

 

En aras de la discusión se acepta que la selección natural pudo haber causado las estructuras altamente complejas de las cuales se ha estado hablando. Lo que los teóricos del Diseño Inteligente contra-argumentarían  es que para que la selección natural actúe es necesario un ser vivo, un organismo auto-replicante, y la pregunta en cuestión en este punto es ¿Cómo surgió ese primer ser vivo? Los teóricos del Diseño Inteligente sostienen que la información necesaria y la complejidad requerida para ese primer organismo no pueden ser explicadas por la selección natural. Como se observó anteriormente, todo ser vivo conocido actualmente necesita de una molécula de almacenamiento de información: ADN, otra molécula de traducción de la información: ARN, y unas proteínas que proveen la maquinaria molecular para que el ADN se exprese y el ARN cumpla su función como traductor.

&A

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[1] Carlos Esteban Cuervo es biólogo por la Universidad Nacional de Colombia y Magíster en Filosofía por la Universidad del Valle.

[2] COLLADO, Santiago. Análisis del Diseño Inteligente. En Scripta Theologica. Volumen 39. 2007.p. 574 p

[3] KITCHER, Philip. Living with Darwin: Evolution, Design and the future of faith.  Oxford.  University Press. New York,2007.

[4] BEHE, Michael J. Darwin´s Black Box: The Biochemical challenge to evolution. New York: The Free Press. 1996. p. 73.  Traducción libre del autor.

[5] KITCHER, op. cit.

[6] Ibíd. P. 83.

[7] BEHE, op cit.,  p 72.

[8] KITCHER,  op. cit, p. 101.

[9] Ibíd., p. 102.

[10] COLLADO,  op. cit, p. 584.

[11] BEHE, op.cit., p 194.

[12] BRADLEY, Walter; THAXTON Charles y HOLLSEN, Roger.  The Mystery of Life Origin: reassessing current theories, Philophosical Library, Nueva York, 1984.

[13] CRICK, Francis,. Central Dogma of Molecular Biology. En: Revista Nature, 1970, pp. 561-563.

[14]   WOODWARD, op. cit, p. 186.

[15]  Ibíd., p 178.

[16] Ibíd, pp. 187-188.

[17] DAWKINS, Richard. The God Delusion.  London:   Editorial Bantam Books, 2006,  p. 114.

[18] Ibíd., p. 114.

[19] DAWKINS, op. cit, p 114.

[20] KITCHER, op.cit, p 48.

[21] Ibíd, p 49.

[22] DEMBSKI, William A.  The Design Revolution.  Illinois: Intervarsity Press, 2004.

[23] Ibíd, p. 57.

[24] Ibíd.,  p. 58.

[25] PETROSKY, Henry. Invention by Design: how engineers get from thought to thing. Cambridge: Harvard University Press, ,1996. Citado en DEMBSKI, op. cit,, p. 59.

[26] DEMBSKI, op. cit, p. 59.

[27] Ibíd, p. 60.

[28] Ibíd, p. 61.

[29] DEMBSKI, op. cit, p. 63.

[30] DAWKINS, op. cit, p. 125.

[31] Ibíd, p. 126.

[32] Ibíd., p. 125.

[33] DAWKINS, op. cit, p. 126.

[34] Ibíd., p. 128.

[35] Ibíd., p. 132.

[36] DEMBSKI, op. cit, pp. 213-218.

[37] Ibíd., p. 214.

[38] Ibíd, p.215.

[39] Ibíd., p. 216.

[40] Ibíd, p. 217.

[41] Ibíd., p. 218.

[42] Ibíd., p. 219-22

[43] Ibíd., pp. 219-220.

[44] Ibíd, p. 221.

[45] DEMBSKI, op. cit, p. 222.

[46] ESCOBAR, Jorge. La Mente de Dios. Un estudio sobre la filosofía natural de Johannes Kepler. Trabajo de Grado para filosofía, Instituto de Filosofía, Universidad de Antioquia, 2003, p. 11.

[47] Carta de KEPLER a HERWART VON HOHEMBURG de Marzo 25 de 1598.  Citado en ESCOBAR, op cit, p. 11.

[48] KEPLER, J, Misterium Cosmograficum, p. 218, citado en ESCOBAR, op. cit, p. 35,

[49]  NEWTON, Isaac, Philosophia Naturalis Principia Mathematica, Opera, Vol. 3, p. 171.citado en GONZÁLES, José Luis (Editor), El Taller de las Ideas: Diez lecciones de historia de la ciencia, Plaza y Valdes S.A, México, 2005. p 143,

[50] GONZÁLES, Traducción libre del autor op. cit., p. 143.

[51] NEWTON, Isaac, Philosophia Naturalis Principia Mathematica, Technos Traduccion y notas de Antnio Escohotado, Londres 1687. p. 621.

[52]  NEWTON op cit., p. 171.

[53] GALILEO, G. Carta de Galileo Galilei a Cristina de Lorena. [en línea]. [Consultado en. Trabajo de Filosofía Natural, de Miguel Ángel Gallardo Ortiz]. Disponible en  http://cita.es/filosofar/Galileo/, consultado 09-03-2011

[54] FRANKLIN,  Harold (2001), citado en CUERVO, Carlos Esteban (Traductor).   “En defensa del diseño Inteligente” en: Revista Praxis Filosófica, No 24, Universidad del Valle, Departamento de Filosofía,  2007, p. 155.

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