Estudios Evangélicos

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Génesis 1 y 2: mayordomía vs. interrelación

A propósito de la actualización con el tema de Tecnología y Ecología, quiero recordar un artículo que tuve la fortuna de traducir para nuestra edición de agosto de 2009: “El Edén y la fuerza moral de un paisaje bíblico”, de Theodore Hiebert. Me parece muy bueno porque, analizando el capítulo 2 del Génesis, propone una mirada bastante distinta a la de la mayordomía o el abierto dominio sobre la creación. Más bien propone que el ser humano es esencialmente «agricultor», en su interrelación y dependencia del entorno. El ser humano es «servidor» de la tierra. A mi modo de ver, la visión más extendida de la creación como un «orden» creado y el ser humano como mayordomo puede terminar por objetivar la naturaleza, nos sitúa como científicos o meros usuarios -cuando no explotadores moderados- capacitados y autorizados para manipularla. Yo también creo que los movimientos ecologistas radicales y la nueva era y todo eso que raya en el paganismo, están equivocados. Sin embargo, para los cristianos la creación puede ser por así decirlo, algo más místico, más misterioso que una maquinaria cruzada por leyes y fórmulas. No es igual la visión de ella que tiene el judío que lleva las primicias al tabernáculo, que la visión del moderno «señor» cristiano. Y además, me parece que un enfoque como el del autor de dicho artículo se acerca y puede entrar en diálogo, por ejemplo, con las cosmovisiones no modernas, no occidentales, como las de los pueblos indígenas, las cuales, sin desconocer su espiritualismo, en esta esfera están más cerca de la verdad que el empresario explotador «sustentable». Es bien sabido que el desarrollo sostenible es un buen pretexto para sostener en el tiempo el desarrollo de las compañías de explotación.

Por otra parte -y no tengo ninguna intención de volverme un hereje-, creo que la creación no solo constituye una revelación natural; es además, EN CIERTA MANERA, el vehículo, el soporte o el lenguaje que Dios usa para la revelación especial. Muchas nociones nos serían incomprensibles, o muy difíciles, si no fuera por las imágenes y las parábolas de la semilla, la siembra, la viña ; sin el simbolismo de Juan de la luz, el viento, el fuego, el río y el árbol de vida. Hasta donde sé, los padres eran muy dados a aplicar al alma cualquier hecho natural en la escritura, partiendo por la mismísima creación en Génesis 1. Y qué decir de los místicos, del tópico del «locus amoenus». Y considerando la naturaleza del propio ser humano como parte de la revelación natural, en esta categoría que menciono -vehiculo de la revelación sobrenatural-, entra el cuerpo, el matrimonio, el lenguaje humano.Dios se expresa en lenguaje natural, se traduce a sí mismo al idioma natural, y no podía ser de otra manera.

Sé que esto se aleja del problema ecológico actual. Pero me parece que no se pueden olvidar estos aspectos al intentar trazar una postura cristiana sobre la naturaleza. No por tratar de alejarnos del ecologismo radical, de los «treehuggers» que idolatran lo verde, vamos a alejarnos al otro extremo, el de la objetivación y alienación de la naturaleza. No por evitar el paganismo vamos a convenir con el progresismo. Los salmistas, el autor de Job y otros escritores bíblicos se asombran ante los misterios naturales, entre ellos el de la concepción. ¿Y no nos asombraremos nosotros, pretendiendo que, por tener una ciencia más desarrollada, lo entendemos todo y ya no hay misterios? Bueno, en todo caso el artículo indicado menciona un poco indulgente el desarrollo sustentable. Pero aun así, véanlo ustedes…

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