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Hans Rookmaaker: arte moderno y la muerte de una cultura

Prefería una visión honesta de la vida, por ejemplo, aunque mostrará una clara permisividad sexual, a la violencia gratuita de las películas de acción.

Si el cristianismo evangélico ha mostrado algún interés por las artes, durante estos últimos años, ha sido en gran parte por el legado de un hombre singular: Hans Rookmaaker (1922-1977). Este holandés errante ha influenciado en toda una generación de artistas a ambos lados del Atlántico. La mejor introducción al pensamiento de este profesor de Historia del Arte son unas conferencias que publicó Andamio y Producciones Aparte bajo el título de El arte no necesita justificación (Barcelona, 1995). Ahora se edita en castellano su obra más conocida, Arte moderno y la muerte de una cultura (Andamio/CLIE, Barcelona, 2002).

Este libro pretende “mostrar la relación entre la gran revolución cultural de nuestro tiempo y el espíritu general de la época”, con ejemplos provenientes generalmente de la pintura, aunque hay citas también de músicos de los sesenta como Bob Dylan o Paul Simon. Su tesis fundamental es que el arte es siempre “una interpretación de cierta visión que se tiene de la realidad”. Por eso el arte moderno, según Rookmaaker, refleja una cultura moribunda, que parte de la Era de la Razón o Ilustración. Esta obra traza los orígenes de este movimiento de una forma clara y emotiva. No es un libro sistemático, y a veces resulta incluso algo reiterativo, pero su mensaje sigue llegando con poder. Pero ¿quién era en realidad Rookmaaker?.

Su nombre significa en neerlandés el que hace humo, algo bastante apropiado para alguien que todos recuerdan con una imagen tan poco habitual en el mundo evangélico como la de un empedernido fumador. Los estudiantes en Inglaterra solían llamarle cariñosamente Rooky. En Holanda muchos iban a su casa los domingos por la noche, cuando Rookmaaker exponía la Epístola a los Romanos, pipa en mano, respondiendo sus preguntas. Tenía fama de extravagante y excéntrico. En los viajes que hacía a Gran Bretaña desde 1967 era conocido por sus conversaciones hasta últimas horas de la noche, que eran la pesadilla de los asesores de los Grupos Bíblicos Universitarios que le acompañaban. A los evangélicos americanos le escandalizaban sus charlas, porque solía mostrar diapositivas que incluían a menudo desnudos. Utilizaba además ilustraciones musicales de los Beatles o los Rolling Stones, o incluso del rock más ácido californiano, como Grateful Dead o Jefferson Airplane.

Rookmaaker venía de una familia no cristiana. Su abuelo era un diplomático que abandonó el protestantismo al casarse con una católica y anunciar su separación de cualquier iglesia conocida. Sus padres vivían entre Sumatra y Holanda, cuando Hans nació en La Haya a principios de los felices años veinte. No había sido bautizado de niño. Era más bien introvertido, y se crió protegido por sus dos hermanas, mudándose siempre de casa. La guerra separó a su familia entre los campos de concentración japoneses en Indonesia y las prisiones nazis de Polonia. Su padre muere de un ataque al corazón durante la ocupación alemana, cuando tenía 55 años. Se cierra entonces la Escuela de Marina donde estudiaba, por lo que comienza a hacer Ingeniería en Delft. Se hace entonces un gran aficionado al jazz, y en un baile conoce a su novia, una judía llamada Riekie. Sus amigos empiezan a ser enviados a los campos de exterminio, cuando Hans decide empezar a colaborar con la Resistencia, distribuyendo un periódico clandestino, que le llevara finalmente a la cárcel. Su novia morirá mientras tanto en Auschwitz.

En la prisión nazi el único libro que le dejaron a Rookmaaker era la Biblia. En 1943 es deportado junto a diez mil holandeses a un campo de guerra en Nuremberg. Allí pasa hambre, pero empieza a hacer grandes descubrimientos en la Escritura. Luego es llevado a Ucrania, donde es internado al pie de los Cárpatos, para acabar en la costa báltica, continuando sus estudios por correo. Allí conoce a un capitán llamado Mekkes, que luego será profesor de filosofía. Por medio de él llega a ser cristiano. Al ser liberado habla de su nueva fe a una de las amigas que sobrevivió el Holocausto. Anky trabajaba como secretaria en La Haya. Iban juntos al cine, pero ella no fue a la iglesia hasta el día en que Hans fue bautizado en una Iglesia Reformada Libre. Ella tenía ideas orientales como la reencarnación, pero finalmente aceptó el cristianismo y se casaron.

El ámbito protestante conservador en que se movían Hans y Anky llevó a que ella trabajara en la primera Conferencia del Concilio Internacional de Iglesias Cristianas que se celebró en Amsterdam en 1948, como una alternativa fundamentalista al Concilio Ecuménico Mundial de las Iglesias que se estableció ese mismo año en esta ciudad. Allí conoció a Francis Schaeffer (1912-1984), un joven pastor presbiteriano americano al que también le interesaba la música negra. Recorrieron la ciudad hablando toda la noche, iniciando una amistad que duraría toda la vida. Schaeffer fue luego enviado como misionero a Suiza para trabajar con niños. Allí tuvo una grave crisis de fe que le llevó a redescubrir el cristianismo, comenzando en 1954 una comunidad en las montañas que se llamó L´Abri (Refugio). Rookmaaker pasó mucho tiempo allí hablando con no creyentes acerca de la fe. Su pensamiento está detrás del libro de Schaeffer, Arte y Biblia, que publicó José Grau en Barcelona con Ediciones Evangélicas Europeas en 1974.

Hans estudió Historia del Arte, haciendo su doctorado sobre Paul Gauguin. Enseñaba en un instituto y hacía críticas de arte para un diario, mientras Anky continuaba trabajando como secretaria en un hospital. No tenían mucho dinero, y él se lo gastaba todo en libros o discos. La verdad es que era poco práctico, pero su fe llenaba toda su vida. Empezó una reunión de oración en su iglesia, donde fue elegido anciano en los años sesenta. Un teólogo había llegado a ser primer ministro de Holanda el siglo XIX, Abraham Kuyper, y había fundado la Universidad Libre de inspiración cristiana en Amsterdam. Allí es hecho Rookmaaker catedrático de Historia del Arte. Era muy popular entre los estudiantes, que venían de muchos países a estudiar con él. Salía con ellos a ver galerías, e incluso hacían excursiones a Alemania. En los años sesenta está en varias universidades americanas, donde suele asistir a iglesia negras, llegando a conocer a la famosa cantante de gospel, Mahalia Jackson. Publica entonces un libro sobre Jazz, blues y espirituales, llegando a ser responsable de una colección de discos llamada Riverside, que recuperaba grabaciones de este tipo de música para el sello Fontana.

A Rookmaaker le gustaba Johann Sebastian Bach, pero luego no le interesaba prácticamente nada hasta los orígenes del jazz. En esto como en tantas otras cosas no era nada convencional. Su mujer solía levantarse temprano, pero él era prácticamente intratable hasta media mañana. Su vida nocturna le hacía incapaz a esas horas de proferir palabra alguna, como no fuera un gesto de irritación. Leía mucho, pero no novelas, excepto las de C. S. Lewis. No entendía nada de deporte, pero era un gran aficionado al cine. Llegó a formar parte incluso de la junta estatal de censura de películas que había en Holanda. Sus decisiones era tan curiosas como su inmensa aversión protestante al moralismo. Prefería una visión honesta de la vida, por ejemplo, aunque mostrará una clara permisividad sexual, a la violencia gratuita de las películas de acción. Aprobaba por eso las películas de Luís Buñuel o Federico Fellini, y rechazaba las de Kung-Fu. El año 62 publicó un libro sobre arte y entretenimiento, que muestran sus criterios de valoración en ese sentido.

El año 70 publica este libro sobre el arte moderno, dos años después de hacer otro sobre el arte y el público hoy. Esta obra que aparece en castellano ha sido traducida a muchos idiomas, y el periódico británico Observer la escogió como uno de los libros del año en 1972. Aquí encontramos una auténtica perspectiva bíblica de la Historia del Arte. No mucho después, en 1977 Rookmaaker partía con el Señor de un repentino ataque al corazón, como su padre a los 55 años. En su funeral se escuchó tal y como él quería, uno de los espirituales de Mahalia Jackson. Uno de sus discípulos ingleses le sucedió en la Universidad, Graham Birtwistle. Otros continuaron su trabajo, como Marc de Klijn, un pintor y pianista de jazz que venía de una familia artística de judíos no creyentes, y había llegado a ser cristiano por medio Rookmaaker. Él le enseñó ilustración a mi mujer en la Academia Cristiana de Bellas Artes que se fundó a finales de los setenta en la ciudad de Kampen, donde yo estudié teología, siendo miembro de su iglesia.

Una hija de Rookmaaker, Marleen estudió musicología. Ella edita la revista de L´Abri, donde sigue hablando Marc de Klijn sobre arte. Marleen acaba de empezar a publicar sus obras completas en inglés en seis tomos para Inter-Varsity Press (IVP), la editorial vinculada a Andamio en Inglaterra. Han aparecido ya los dos primeros sobre Arte, artistas y Gauguin y El jazz de Nueva Orleans, Mahalia Jackson y la Filosofía del Arte. No hay duda de que su legado sigue vivo hoy. Porque “la fe no es sólo una cuestión de religión, del alma, y su salvación en el cielo, sino de la salvación de toda la persona, un modo de vida y pensamiento que afecta a todos los aspectos de la vida humana”.

Muchos seguimos creyendo que “toda vida y realidad está relacionada con Dios, así que todo pensamiento, obra, acción y sentimiento es en un sentido religión”. Por lo que “no es solo el alma en un estricto sentido religioso la que pertenece a Dios, sino toda la vida”. Estas reflexiones parten con Rookmaaker de que “los grandes principios bíblicos de la Reforma dan respuesta no sólo a la cuestión de cuál es la actitud cristiana ante la cultura, sino también cuál ha de ser la actitud del creyente ante una cultura no cristiana”. Yo también creo que “Dios quiere que su pueblo viva, ya que Él es Dios de vida, vida plena, en toda realidad humana”. Ya que “sus mandamientos no son simplemente religiosos o éticos, sino principios básicos de vida”. Como Rookmaaker, para mí el arte en primer lugar no es cuestión de gustos, sino que lo que me pregunto siempre es qué me dice de la vida humana. Y en ese sentido creo que está su significado.

 

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Publicado originalmente en Entrelíneas.

 

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