Estudios Evangélicos

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Helmut Frenz, entre el mito y el hombre

¿Defendía los DDHH de los perseguidos por motivos ideológicos? A pesar de que tenía afinidades evidentes, no parece que este fuera el motivo principal.

El título de este texto supone dos cosas. La primera, que existió un hombre llamado Helmut Frenz. La segunda, que hay dos formas principales de saber de él: lo que han dicho de él, y lo que él dijo de sí mismo. No sería extraño que para muchos fuera un nombre desconocido. ¿Quién fue? ¿Qué importancia tiene Helmut Frenz para Chile? ¿Y qué importancia para los cristianos y especialmente evangélicos? Estas son algunas de las cuestiones generales que quisiera abordar en lo sucesivo.

Al colocar su nombre en internet se encontrará una serie de blogs y artículos en los que se resalta su figura como un importante actor por la defensa de los derechos humanos en los primeros dos años de la dictadura militar. En efecto, este pastor y obispo de la Iglesia Evangélica Luterana en Chile (IELCH) recibió algunas condecoraciones a causa de esa labor, por ejemplo la medalla Friedjof Nanssen, una alta distinción de la ONU. Años después de la dictadura, en el gobierno de Michelle Bachelet, se le concedió la nacionalidad por gracia por el mismo motivo.

Entre 1973 y 1975 Frenz dedicó su tiempo y esfuerzos a ayudar a las personas que eran perseguidas por el régimen de Pinochet y muchas de ellas se libraron de la muerte gracias a su gestión. Desarrolló esta tarea fundamentalmente bajo el alero del Comité Pro Paz, organismo ecuménico del cual fue co-fundador junto a monseñor Fernando Ariztía, iniciado el 6 de octubre del 73[i]. Rápidamente se inició un trabajo para ayudar a salir del país a refugiados de otras nacionalidades y perseguidos políticos chilenos, junto con la creación de comedores solidarios y la prestación de atención médica y ayuda jurídica en casos que fuese necesario.

El hecho de que Frenz estuviese vinculado a todas estas actividades le reportó problemas en su propia comunidad. En agosto y septiembre de 1974 se publicó en El Mercurio un documento firmado por cientos de personas aparentemente pertenecientes a la IELCH solicitando su renuncia al obispado[ii]. Este es un punto de inflexión en su vida como pastor, pues aquí culminó la divergencia que venía arrastrando desde hace años con la visión de la Iglesia Luterana.  El hecho de que Frenz desarrollara todas estas labores, con las cuales prestaba ayuda a personas que tenían afinidad con el marxismo y el comunismo, hacía evidente su distanciamiento y oposición al régimen militar. Todo esto molestó a muchos de los miembros de la IELCH pues, como él mismo señala, “a los ojos de muchos chileno-alemanes, no era en ningún caso aceptable que ‘su iglesia’ se pronunciara contra este golpe militar, que había sido anhelado y recibido con entusiasmo por la mayoría”[iii] principalmente debido a que muchos de los miembros de la IELCH eran personas adineradas. Esto que Frenz refiere acerca de la feligresía de la IELCH corresponde a una realidad que iba más allá de esta denominación. A pesar de que hubo algunas denominaciones evangélicas divergentes a la dictadura, una cantidad importante del mundo evangélico en general tuvo la misma tendencia favorable al régimen militar, aunque por razones diferentes. De hecho, en noviembre de 1974 se ejecuta el quiebre final al interior de la IELCH con la salida de algunas iglesias y la formación de una nueva denominación contraria a Frenz. A su vez, el 13 de diciembre del mismo año, una parte del mundo evangélico realizó un evento en el edificio Diego Portales en el que se leyó una declaración de apoyo al régimen militar[iv].  Frenz fue crítico de esta actitud, y luego, en un órgano oficial del conjunto de pastores, se dijo de él: “Que Helmut Frenz diga tal o cual cosa de Chile o sobre la DECLARACION, es lo mismo que lo diga cualquier otro marxista, con el agravante que él es un obispo repudiado por su comunidad y un elemento que no se va de Chile, porque como buen marxista, no tiene moral y es fiel a los postulados de Lenin”[v].

Puede notarse que las diferencias de Frenz tuvieron repercusiones en tres grandes frentes: la dictadura, el mundo evangélico, y su comunidad eclesial particular, pero estas tensiones pronto terminarían. Desde los primeros días de ocurrido el golpe de Estado, Frenz se dedicó a escribir informes y a enviarlos a organismos internacionales. En octubre de 1975, mientras se encontraba en Europa haciendo gestiones relacionadas con la defensa de los derechos humanos, el día 3 de ese mes el gobierno militar publicó  un comunicado en el que se dijo: “Por realizar actividades antinacionales y comprometer gravemente la seguridad pública, el supremo gobierno ha dispuesto prohibir la entrada al país de Helmut W. Frenz Thiel y la revocación del permiso de permanencia definitiva otorgado por esta secretaría de Estado. Ministerio del Interior.”[vi]. Así, Frenz no podría regresar a Chile hasta muchos años después. A pesar de eso, continuó su accionar a favor de los derechos humanos desde el extranjero como secretario general de Amnistía Internacional de la República Federal Alemana, y en ese país además compartió con una comunidad chilena compuesta por muchos que habían logrado salir vivos gracias a su gestión. En sus palabras: “Expulsándome de Chile, los tiranos del país querían obligarme a callar. Este tiro les salió por la culata. Como secretario General de Amnistía Internacional y con la experiencia y los muchos lazos de confianza que tenía en Chile, tenía muchas más posibilidades de atacar públicamente a las personas de la despreciable tiranía de Pinochet y al mismo tiempo jugármela por los oprimidos”[vii].

Tal vez el mito más grande en torno a Frenz es la difundida idea de que era marxista, comunista, etc.  Se podría pensar que los divulgadores de esta idea fueron los beneficiados por su gestión. Sin embargo, los mayores promotores de este mito fueron justamente sus adversarios. Y se trata de un mito, es decir, una narración no comprobable, porque Frenz no parecía identificarse con el marxismo como sus contrarios querían hacerlo ver.

Como ya hemos visto, una de las razones para hacerlo ver como un marxista/comunista fue su ayuda a los perseguidos del régimen de Pinochet. De aquí se sigue que su ayuda a estas personas habría sido por motivos ideológicos. Sin embargo, Frenz no lo entiende de esa manera. Para ver mejor este punto hay que ir un poco al pasado. Hay dos grandes razones que lo motivaron a defender los derechos humanos, una de carácter experiencial, y otra de carácter histórico-biográfico.

En su autobiografía Mi vida Chilena (MVC) podemos encontrar gran parte de su ideario. Frenz llegó como pastor luterano a la Iglesia de Concepción en 1965 y pronto empezaría a ser conocido como “el pastor rojo”. Esto se debe principalmente a dos razones. En primer lugar, cuando llegó a Chile notó de inmediato que había una diferencia abismante entre la condición de vida de los descendientes de colonos alemanes y los chilenos en general. En segundo lugar, fue impresionado por la lejanía de los alemanes luteranos en relación a la sociedad chilena en general, cuestión ejemplificada por el hecho de que no se invitaba a chilenos a los servicios religiosos y que éstos además se realizaban exclusivamente en alemán. Para Frenz, y en sus palabras, la iglesia luterana era parte del “ghetto” cultural alemán. Estos dos factores lo motivaron a aprender mejor el español –para lo cual consiguió una beca de estudio en Argentina-, y pronto empezó a acercarse a la realidad social de los chilenos.

Fueron dos las invitaciones que determinaron su actitud hacia los más desposeídos. La primera correspondió a la visita de niños que, por ausencia de correccionales de menores, cumplían sus penas en la una cárcel de adultos. Frenz sintió una profunda inquietud que lo motivó a buscar ayuda en los feligreses de la IELCH de Concepción con la intención de crear un trabajo sostenido de asistencia social con esos niños, pero por dificultades de diverso tipo la iniciativa sólo duró algunos meses.

La segunda fue más significativa en términos políticos. Era 1970 y un grupo de personas se había tomado un terreno en el cual se creó el Campamento Lenin. Naturalmente los pobladores eran vistos como ladrones, y Frenz se vio involucrado con ellos porque fallecieron dos niños que no habían tenido servicios fúnebres debido a que el cura local se negó a entrar al campamento. Frenz aceptó y se vinculó directamente con los pobladores. Él relata que esta visita cambió su vida radicalmente y posteriormente impulsaría trabajos comunitarios en el Campamento Lenin.

A fines de  1970 llega Salvador Allende a la presidencia y las tensiones aumentarían aún más al interior de la comunidad luterana pues Frenz aprueba sus reformas sociales, impresionado especialmente por los programas de salud y  alimentación para niños. Además, en ese mismo período de tiempo es elegido como obispo de la IELCH con 37 años. Durante los tres años que duró el gobierno de Allende, Frenz se hizo cada vez más consciente de las profundas diferencias que existían en el país, y se quejó de la incapacidad de los ricos para renunciar a algunos de sus privilegios. Se acentuaron las críticas en su contra por una posible ideologización, pero en MVC argumenta constantemente que su apoyo y afinidad hacia la izquierda era porque los programas que impulsaban encajaban en su concepto de humanidad y caridad. Su conciencia social e ideológica se perfecciona al notar no que los pobres necesitan ayuda –pues eso para él está dentro de la esfera del cristianismo-, sino cuando concluye que “los privilegiados nunca jamás renunciarán a sus privilegios. Ponen todas sus fuerzas para defender sus privilegios aun a costa de la prosperidad general”[viii]. Junto con esto, Frenz sabía que la vía chilena hacia el socialismo era diferente a los modelos totalitarios izquierdistas de otros países y en su obra puede notarse claramente que su adherencia a las políticas de la izquierda allendista eran principalmente motivadas por problemas concretos de la sociedad chilena y no por cuestiones de orden filosófico –desde la posición evangélica favorable a Pinochet, el marxismo era criticado no tanto por las reformas que podría traer a la sociedad en términos socio-económicos, sino principalmente porque la filosofía marxista es atea. Sin embargo, no parece que esto haya preocupado a Frenz-. En una entrevista realizada el 2006, declaró que ni siquiera había leído el manifiesto comunista[ix]. Con todo, Frenz ya en esos días responsabilizaba a los ricos de poner trabas al gobierno de Allende.

Cuando el golpe estaba cerca, declaró: “quisiera ser pacifista, pero no encuentro compañeros para mi deseo. Quisiera estar a la izquierda, con aquellos que quieren la paz y la justicia, pero entretanto aquellos también llevan armas”[x]. Y el 27 de octubre de 1973, cuando el golpe ya se había efectuado, escribe una misiva al Canciller de la República Federal Alemana, Willi Brandt, señalando:

“soy un decidido opositor de los extremismos. Considero que armar a la población es un crimen, porque lleva necesariamente a la guerra civil. Como pastor, a menudo he tenido diferencias con grupos de estudiantes extremistas. Hoy tengo que proteger a los extremistas, porque son perseguidos y la tortura y la muerte los esperan”[xi].

Frenz estuvo en contra de los extremismos, teniendo en cuenta el de derecha e incluyendo el de izquierda. ¿Defendía los DDHH de los perseguidos por motivos ideológicos? A pesar de que tenía afinidades evidentes, no parece que este fuera el motivo principal. Su defensa a personas marxistas y comunistas se debía, más bien, a una profunda comprensión de su valor como seres humanos por sobre las diferencias de pensamiento, incluso cuando hubiesen sido promotores de una posible lucha armada –sobre la cual Frenz también estaba al tanto-. Su labor de pastor y opositor político estuvo marcada por la idea de que Dios no es neutral en torno a temas como la vida y la paz, y por lo tanto la Iglesia tampoco puede serlo[xii].

Una segunda razón que lo impelió a defender los derechos humanos de los perseguidos fue un importante rasgo histórico-autobiográfico. Frenz nació en Alemania en 1933, año en que empezaba a levantarse el nazismo. Vivió la segunda guerra mundial y sus consecuencias. Su desarrollo intelectual y pastoral se llevó a cabo en la etapa de posguerra, caracterizada por las profundas consecuencias negativas dejadas por el totalitarismo de Hitler. De hecho, algunos de sus profesores pertenecieron a la “Iglesia confesante”, agrupación conformada por cristianos opositores al régimen nazi[xiii]. Esto implicaba, por ejemplo, la culpa por las millones de vidas perdidas guerra, entre las cuales también se contaban las víctimas del racismo que culminó con la creación de campos de exterminio. Frenz se hará eco de esto en algunas ocasiones, llegando a comparar el apoyo de los evangélicos a Pinochet con el apoyo de una facción de los protestantes alemanes al régimen de Hitler. De esta profunda razón histórica se extrae otra fuerte motivación para defender los derechos humanos.

Estas dos grandes razones fueron las que motivaron a Frenz a la defensa de los DDHH. No es posible negar que lo hiciera sin motivaciones ideológicas porque incluso antes del golpe ya había tenido nexos con “Cristianos por el Socialismo”. Este es un dato más que permite afirmar que Frenz efectivamente fue cercano a la izquierda pero, como ya vimos, eso en ningún caso significa que haya estado de acuerdo con los extremismos de derecha ni de izquierda. Su adhesión a este movimiento se concretaría finalmente en su estadía en Alemania después del 75[xiv]. En vista de todo lo anterior, conviene resaltar nuevamente que la motivación más importante de Frenz para defender a los perseguidos fue el respeto a la vida humana, o como él mismo dijo: “Allí donde se trata de la humanidad del ser humano, la iglesia no puede ser de ninguna manera neutral”[xv].

Es interesante que Frenz sea reconocido por círculos políticos del país –incluyendo un homenaje en el congreso-, por muchos chilenos que le deben su vida, pero que el mundo evangélico ignore mucho sobre él. Tal vez la estigmatización mitológica sobre su identidad marxista sea una de las razones que lo hacen poco conocido en el mundo evangélico fuera de las iglesias luteranas. Por eso este texto también ha venido a ser una apuesta por rescatar su historia y llevarla más allá de quienes fueron beneficiarios directos de su gestión y de la comunidad a la que perteneció. Es necesario que los evangélicos superen las barreras del tiempo pasado y de los prejuicios ideológicos; y que vean con altura de miras lo que personas como Helmut Frenz hicieron por los otros en silencio, más allá de los templos, para honrar a Dios antes que a los hombres.



[i] Ver más: Yuraszeck, José. “Comité Pro paz: La fuerza de una acción ecuménica”, Revista Mensaje Sept. 2013, Nº622, pp. 27-29

[ii] Ver más: Frenz, Helmut. Mi Vida Chilena. Santiago, LOM, 2006. Pp. 245-267. (En adelante, “MVC”)

[iii] Idem. 245

[iv] Ver más: Puentes, Pedro. Posición Evangélica. Santiago, Editora Nacional Gabriela Mistral, 1975. Este documento contiene no sólo la declaración a la cual nos referimos, sino una introducción a la historia de los evangélicos en Chile y su difícil relación con la esfera pública. De ese modo se justifica el accionar de 1974 y además se muestra al Tedeum evangélico como respuesta de Pinochet a la lealtad presentada por ellos. La declaración, que es un extracto de este texto, está disponible para su lectura aquí: https://www.bibliotecamuseodelamemoria.cl/gsdl/collect/textosym/index/assoc/HASH01c6/47f77b83.dir/00000680000001000002.pdf

[v] “Efectos internacionales de la declaración evangélica”. Revista Estandarte de la Verdad, Ag. 1975, Nº1, pp. 4-5.

[vi] Visto en Lagos, Humberto. El obispo luterano Helmut Frenz, La Iglesia Evangélica Luterana en Chile y el Gobierno Militar. Santiago, Publicaciones Presor, sin año. P. 22. Conviene decir que en este trabajo hay una abundante lista de referencias de diarios y revistas de la época en que se habla sobre Frenz, y en muchas de ellas se percibe claramente el tono negativo e incluso difamatorio acerca de su persona.

[vii] En MVC, p. 272.

[viii] En MVC, p. 87.

[ix] Ver en: Sepúlveda, Lucía. Helmut Frenz: soy del partido de los oprimidos y torturados. 2006. http://www.archivochile.com/Mov_sociales/iglesia_popular/MSiglepopu0006.pdf [última consulta: 18 agosto 2013]

[x] En MVC, p. 107.

[xi] En MVC, p. 174.

[xii] Por ejemplo, leer En MVC, pp. 216-233, el sermón “El siervo sufriente de Dios en Chile”, pronunciado en el sínodo de marzo 1974.

[xiii] Ver más en: Lenski, Daniel. La división de la Iglesia Evangélica Luterana en Chile 1974/75. Colonia, Ronald Reischl, 2012. P. 46. Cabe notar que el autor establece la diferencia producida por el acontecimiento histórico nazi en la formación teológica de los ministros, y propone que en el caso de Chile una de las principales razones que gatillaría la división de la IELCH en tiempos de dictadura se debe a la diferencia  de formación que se produce entre los pastores con formación pre-reich y post-reich –que eran sobre todo jóvenes, como es el caso del propio Helmut Frenz-.

[xiv] Esto según el libro de Pinto, Julio. Cuando Hicimos Historia: la experiencia de la Unidad Popular. Santiago, LOM, 2005. P. 116ss.

[xv] Tomado del sermón referido en la nota xii.

 

De «40 años – Voces evangélicas sub 40» lee también:

 

Luis Pino Moyano, 40 años. Buscando respuestas en el evangelio

Matías Maldonado, Evangélicos en la dictadura militar chilena

Cristóbal Cerón, Nueve compromisos para promover la reconciliación en Chile

Cristián Morán y Pablo Sánchez, El sueño del ex-Presidente Allende

Jonathan Muñoz, Una paz mal entendida

Manfred Svensson, Todos cambiamos. Una reflexión personal a cuarenta años del golpe

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