Estudios Evangélicos

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Homenaje al General O’Higgins y a la bandera nacional (1967)

Nota introductoria

Venancio Coñuepan (1905-1968) es una figura tan indispensable como controversial. No puede no referirse su nombre cuando se trata sobre el ascenso político de los mapuches en Chile, del mismo modo que no puede obviarse el camino que lo llevó hasta altas posiciones de relevancia. Con todo, esta tensión está en manos de su pueblo resolverla y elementos para conocer pormenores sobre ello pueden encontrarse en la obra “Venancio Coñuepan”, del investigador José Ancán Jara quien lo señala como “el líder principal de la tal vez más importante organización mapuche del siglo XX en Chile: La Corporación Araucana, también conocida como Movimiento Indigenista de Chile”. Bástenos, por ahora, presentar algunos aspectos generales de su persona y una reflexión sobre su importancia para los protestantes.

Heredero de un linaje mapuche prestigioso, Coñuepan fue un dirigente indígena capaz de posicionar a su pueblo en la escena política de la época con efectividad y promoviendo una serie iniciativas en su favor. Hábil político, fue electo por tres periodos como diputado (1945-49; 1949-53;1965-69). Además, durante la segunda presidencia de Carlos Ibáñez del Campo (1952-58) se desempeñó por un tiempo como ministro de Tierras y Colonización y luego como director de Asuntos Indígenas, entre otras variadas labores. Inició su vida partidaria en el Partido Conservador, participando en algunas de sus derivaciones posteriores, además de pasar por el Partido Nacional.

Pero esto no es todo sobre su vida. En la formación de tal líder prominente, así como de otros dirigentes, tuvo un lugar destacado la educación escolar que recibió por parte de misioneros anglicanos en su lugar de origen, Chol Chol, la cual, indica Ancán, era considerada un privilegio por esos años. La obra educacional anglicana entre los mapuche poseía, según la investigadora del anglicanismo Bárbara Bazley, una “ideología modernizante e integracionista” y al mismo tiempo “con un fuerte respeto y admiración por las costumbres, tradiciones y cultura” del pueblo.

En modo alguno podría decirse que la educación formal es la única pieza constitutiva en la formación de una persona. Sin embargo, el caso de Venancio Coñuepan invita a reflexionar sobre la importancia educativa que tuvo antaño el protestantismo en Chile, así como en su capacidad para posibilitar un intercambio cultural fructuoso, y ambas cosas a su vez, abren una interrogante sobre el futuro de la relación protestantismo-educación-cultura. El discurso que reproducimos a continuación, de homenaje al General O’Higgins y a la bandera nacional, pronunciado en 1967 por Coñuepan en su calidad de diputado, también permite preguntarnos sobre la relación entre Chile y el pueblo mapuche en el futuro por venir.

LAK
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Homenaje a la memoria del General Bernardo O’Higgins en el 125 aniversario de su muerte y a la bandera nacional, en su sesquicentenario

Cámara de Diputados
Sesión Especial N° 12
Celebrada el 07 de noviembre de 1967

Señor Presidente, voy a hablar en nombre del Partido Nacional y en el de quienes tengo la representación permanente: los indios.

Nosotros, como tales, consideramos al Padre de la Patria, Bernardo O’Higgins, como la genuina representación de nuestro país; y hoy, al conmemorar el 125° aniversario de su muerte, no podemos permanecer callados.
Pienso que la vida del ilustre ciudadano don Bernardo O’Higgins es un ejemplo viviente en todo momento y para todos los chilenos.

Su nacimiento, sus estudios, su viaje por Inglaterra, sus amigos, su paso por España y la vuelta a su patria, todo es un ejemplo; una lección para todos los chilenos. Su vida en la hacienda de Bío- Bío; su trabajo permanente con la naturaleza como agricultor; su permanente contacto con esas tierras; la amistad que contrajera con los indios: todo es un ejemplo; porque siempre va en él el espíritu de sacrificio, el desinterés, la falta de egoísmo, su patriotismo y su visión del porvenir de la patria.

Más tarde, ya en la vida activa de darnos una patria, su desinterés para abandonar todo lo que legítimamente le correspondía, que era bastante, y su interés por entregarse totalmente al servicio de Chile, es todo un ejemplo.
Su sacrificio, la grandeza de su espíritu, su generosidad, el amor a esta tierra y a este cielo, significan recordar a este gran hombre que nos dio patria y libertad.

Creo que no alcanzamos a comprender en toda su magnitud sus sacrificios en la lucha permanente por su patria. En las batallas, exponiendo su vida, dando ejemplo de valor, dio la lección de que, cuando uno se entrega al servicio de la patria, no debe mezquinarse nada, debe entregarse todo para lograr la finalidad que se persigue.

O’Higgins es una lección permanente.

Está hoy su espíritu aquí. Tiene el amor de sus ciudadanos. Muchos lo olvidan; muchos desean la división de los chilenos; muchos proceden así.

O’Higgins, en el fondo, no humillándose, pero demostrando la grandeza de su alma, buscó la reconciliación con sus enemigos políticos. Algunos de ellos tenían sentimientos que no correspondían al patriotismo; sin embargo, él buscaba la reconciliación. Su gesto para comprenderse con Carrera, para combatir junto con Carrera, es todo un ejemplo. Cuando se recuerda esto, creo que nuestro ilustre ciudadano nos dice: «Para hacer grande a Chile hay que sacrificarse, hay que unirse y hay que amarse como chilenos, y desear, por sobre todo, únicamente el bien de Chile». Y Chile comprende, naturalmente, a los ciudadanos de todas las condiciones.

Los indios no podemos jamás olvidar a O’Higgins. Fue amigo de nosotros; nos comprendió. A su destierro al Perú, cuenta la historia que llevó a dos niñas indígenas, con quienes vivió allá. Demostró así siempre comprensión. Trató de aprender nuestro idioma- y creo que lo hablaba-. Fue amigo nuestro- En la batalla de El Roble lo libró de la muerte su amigo indio: Venancio Coñuepán, mi bisabuelo.

Así vivió O’Higgins, dando ejemplos. Así batalló O’Higgins -Rancagua-, dando lecciones. Su huida a Buenos Aires; su sumisión a otro que él creyó que podría servir mejor la independencia nacional, su amistad con ese hombre: San Martín; su vuelta, su valor, su decisión; su pasión por la patria, batallando en Chacabuco; su entrega a la patria, saliendo herido de Santiago para asistir a la batalla de Maipo, cuando la gente no sabía si reír o llorar, al ver a ese ciudadano con el brazo herido yendo al sacrificio y a la batalla ; su intuición, de que si en Chile había libertad, resplandecería siempre el sol de la suerte, todo eso fue O’Higgins, simbolizado en la bandera nacional.

¡Nuestra bandera no se ultraja! No hay chileno -que no sabríamos cómo calificar- que pudiera ultrajarla. ¡Nadie! La bandera de Chile será siempre nuestra bandera inmaculada, reverenciada, querida por todos los chilenos, porque es el símbolo de O’Higgins. O’Higgins es algo que Chile recordará siempre, y cuyo ejemplo deberíamos seguir, en cualquier circunstancia. Que estamos pobres, que estamos amenazados. ¿Qué significa? Que trabajemos, que luchemos, que nos sacrifiquemos igual que O’Higgins, con el símbolo de nuestra bandera siempre en alto-.

Nada más.
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Tomado de la Biblioteca del Congreso Nacional de Chile.