Estudios Evangélicos

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Ideología de género: la perspectiva de Jutta Burggraf

Si exigimos la igualdad como condición previa para la justicia estamos cometiendo un grave error. La mujer no es un varón en calidad inferior, las diferencias no significan minusvalía.

La literatura es un arte y como tal tiene la virtud de encantarnos. Dicho encanto se puede conferir al gusto o personalización con el lector, de lo cual es posible deducir que tiene alguna conexión con la realidad o con la espiritualidad de los seres humanos. Es un hecho que la literatura, al igual que otras formas de expresión artística, intenta en muchos aspectos comunicar una problemática que afecta en algún sentido la realidad. Inevitable resulta entonces no ceder al desasosiego de abordar temas un tanto escabrosos y vanguardistas.

Por una designación sin pretensiones particulares de uno de mis maestros de literatura en la academia, me correspondió abordar el tema de la reivindicación de la mujer en una novela chilena titulada “Maldita yo entre las mujeres”. Surgieron algunas inquietudes fundamentales para dar inicio a cualquier reflexión acerca de la mujer. Una de ellas dice relación con la constante referencia al texto bíblico que, a manera de fundamentación y también de ejemplo, utilizan teóricas feministas para afirmar que “En la Biblia y los escritos de San Pablo, textos fundacionales de la cultura occidental, la mujer es postulada como el suplemento del hombre. Costilla de Adán que por su inferioridad debe obediencia al marido” (Mujer y Escritura, L. Guerra, 2008:12). Otras derivaron del trabajo de lectura y de la investigación misma, donde existe una gran diversidad de textos que dan cuenta de testimonios de grandes hombres de fe y algunos relatos de historias bíblicas que evidencian un trato desigual hacia la mujer.

Concluir que Dios es masculino y que el cristianismo ha sido una causa de la subvaloración de la mujer, me podría haber llevado a un estado de ateísmo  Haber trabajado un tema menos escabroso y no “entrar en las patas de los caballos”, como dijo alguien, me hubiera proporcionado largas noches de sueño tranquilo. No obstante, algo en la cabeza giraba sin cesar en torno al problema impidiendo conciliar la anhelada paz.

Algunas preguntas que ayudaron al planteamiento de la investigación fueron las siguientes:

¿Es posible abordar el tema del feminismo desde una perspectiva cristiana, sin desbordar las convicciones de la fe? A riesgo de tener que conceder el crédito que urge a las teorías feministas radicales. ¿Es necesario y pertinente hablar de “la reivindicación de la mujer” en un contexto de cosmovisión cristiana?

La ideología de género nace al amparo del feminismo en la década del 1960-1970 denominada como “Ideología feminista de gender”. Las ideas fuerzas de esta ideología tienen como finalidad deconstruir los conceptos identiarios de feminidad y masculinidad. Es importante destacar que estas ideologías se alejan de la defensa de la mujer, puesto que postulan la igualdad como una de sus premisas más importantes, otorgando a la diferencia una perspectiva de inequidad. Burggraf lo describe muy bien en uno de sus textos:

Según esta ideología, la masculinidad y la feminidad no estarían determinadas fundamentalmente por el sexo, sino por la cultura. Mientras que el término sexo hace referencia a la naturaleza e implica dos posibilidades (varón y mujer), el término género proviene del campo de la lingüística donde se aprecian tres variaciones: masculino, femenino y neutro. Las diferencias entre el varón y la mujer no corresponderían, pues, -fuera de las obvias diferencias morfológicas-, a una naturaleza “dada”, sino que serían meras construcciones culturales “hechas” (¿Qué quiere decir género?, J, Burggraf, 2004:9).

La mayor complicación para realizar un trabajo de este tipo se suscita al momento de querer dialogar, porque es necesario entrar un terreno que, según mi investigación y trabajo no ha sido explorado, ni siquiera es conocido por hombres y mujeres que tienen la responsabilidad de enseñar a otros en temas de convivencia, comportamiento moral y cristiano. Consultados teólogos, pastores y líderes cristianos[1], la respuesta siempre fue un silencio abrumador con la seguida admisión de no conocer el tema. Estas dificultades no hacían otra cosa que acrecentar el deseo encontrar una perspectiva diferente de aproximación a esta temática.

Alguien me hizo mención a Jutta Burggraf y me señaló que tal vez podría serme útil. Así fue como inicié el trabajo de lectura e investigación. Descubrí dos textos que fueron decisivos en el desarrollo de mi escrito: “¿Qué quiere decir género? En torno a un nuevo modo de hablar” y “Hacia un Nuevo Feminismo para el Siglo XXI”. Ambos textos son un verdadero aporte a dos temas muy actuales en la sociedad y en la legislación del mundo hispanoparlante.

El primero es un texto que pone en perspectiva la Ideología de Género, a diferencia del concepto que se acuñara por primera vez en la Cumbre de Beijing en 1995, donde fueron redefinidos los conceptos femenino y masculino respecto de identidad y roles. Burggraf, que conoce muy bien la temática, reconoce la necesidad de una reivindicación de la mujer en tanto naturaleza intrínseca, abordando con una claridad y franqueza rara vez observada en investigadores simpatizantes del texto bíblico, el hecho de que existe un punto crítico en el tratamiento de temáticas como el desarrollo de la mujer, su justa valoración y estima en el contexto de imagen y semejanza de Dios. Tomada de una costilla, desempeñando roles específicos, con una identidad particular ligada a la naturaleza, que posee virtudes y defectos al igual que el varón y sin embargo fluye en la diferencia. Burggraf sostiene sus postulados en la diferencia, que no significa desigualdad, sino virtud que aporta a la complementación de los sexos y roles en la construcción de un mundo mejor. Cito:

Ni la mujer ni el varón pueden ir en contra de su naturaleza sin hacerse desgraciados. La ruptura con la biología no libera a la mujer, ni al varón; es más bien un camino que conduce a lo patológico” (¿Qué quiere decir género?, J, Burggraf, 2004:27).

Y señala más adelante, con la exactitud que la caracteriza: “La cultura, a su vez, tiene que dar una respuesta adecuada a la naturaleza. No debe ser un obstáculo al progreso de un grupo de personas”. Considerando que en la práctica la gran mayoría de hombres y mujeres son heterosexuales que anhelan desarrollarse en forma sana y equitativa, formando familias, educando a sus hijos con valores y principios que no atenten contra su dignidad, por lo tanto, cito: “La funciones sociales no deben considerarse como irremediablemente unidas a la genética o a la biología” (Op. cit.:28)

Mientras que el cambio arbitrario de gender da testimonio de un cierto afán de autosuficiencia, la sexualidad humana significa una clara disposición hacia el otro. Manifiesta que la plenitud humana reside precisamente en la relación, en el ser-para-el-otro. Impulsa a salir de sí mismo, buscar al otro y alegrarse en su presencia (Op. cit.: 23)

La escritora conoce la problemática de la mujer y posee la lucidez mental y espiritual necesaria para abordar una reflexión que invita al diálogo y a la apertura, cuando señala: “No es la revolución feminista la que tiene que convencer a un cristiano del valor idéntico de los sexos. Basta echar una mirada al primer libro de la Biblia que narra la creación del mundo”. Más adelante afirma: “El ser imagen de Dios no es introducido al ser humano desde fuera, no es algo yuxtapuesto, sino que constituye una estructura esencial” (Op. cit.21)

El segundo texto analiza el feminismo desde una perspectiva bíblica, cuestión extremadamente difícil en un mundo que por un lado se halla tan secularizado y por el otro tan sesgado como el nuestro. Tantas veces se ha dicho que el “hombre es imagen de Dios” que parece una frase gastada y común. No obstante, esta es la diferencia para la escritora: “la defensa de la persona concreta fue algo innegociable. Y es que contempló al ser humano en su realidad mistérica más genuina”, – así describe a Jutta Burggraf  uno de sus biógrafos[2]-.  Entonces sus palabras toman un sentido profundo y real en el lector, cuando señala:

No creó Dios primero al hombre, para luego imprimirle su imagen. El varón y la mujer no tienen una imagen de Dios en sí; son, desde un principio, en su unidad de cuerpo y espiritualidad imagen divina (Hacia un Nuevo Feminismo para el Siglo XXI, 2001: 21).

Para comprender esta cita es necesario saber que esta mujer fue una defensora acérrima de la persona humana en tanto creación de Dios. Para ella la vida es una obra de arte y la persona, la obra maestra de la creación. Estos principios fundamentales son los hilos que unen todo el desarrollo de su obra, sus enseñanzas y su trabajo como investigadora. “Humildad, verdad y libertad son tres aspectos que mantienen una continuidad en Jutta, en lo que vivió y en lo que comunicó” (In memoriam J. Burggraf, 2011:55). Así lo señalan quienes tuvieron la ocasión de conocerla de cerca: alumnos, académicos e investigadores.

En sus motivaciones, se observó un delicado anhelo por el descubrimiento de ese otro, constituido por lo desconocido y particular. Sumergirse en las ideas de “otros” suele provocar una especie de temor y desconfianza, lo que trae como consecuencia lógica el alejamiento de ciertos temas o ciertas problemáticas. En esta investigadora ocurre justamente lo contrario: cada persona con su carga ideológica o su problemática existencial significa una oportunidad para el descubrimiento de la proyección de la identidad de Dios en cuanto a semejanza, como describe la cita abajo. Así es como la valoración y estima del prójimo siempre estuvieron presentes en cada proyecto y en cada relación que establecía con sus semejantes:

Bajo la categoría del misterio, cada ser humano participa de la belleza del misterio divino, y representa una promesa para la humanidad. Su dignidad le hace merecedor de la actitud más respetuosa, por encima de cualquier con­sideración. (In memoriam, J. Burggraf, 2011:52)

 

Luego, cuando la observamos realizando una defensa de los derechos de la mujer, vemos concretadas las afirmaciones que de ella realizan quienes compartieron su vida en el texto donde aborda el tema del feminismo, donde señala: “La mujer, en consecuencia a la creación, no es un ser definido en relación al varón. Ella tiene valor y dignidad por sí misma, no los recibe de otro… El relato de la creación de una costilla común reafirma lo señalado” (Op. cit.: 21).

Ver el mundo con ojos de bondad es una tarea sabida para alguien que se dice cristiano; vivir la vida en toda su magnitud bajo esta premisa sugiere una eminente  responsabilidad. El arte de conocer es una virtud, saber comunicar es un don, vivir en consecuencia involucra un ejercicio personal constante que abarca toda la vida. Aquí hallamos a una persona que ha dejado tras de sí una huella que hoy quisiéramos imitar, no sólo porque arroja luz sobre temas en los que estaríamos en acuerdo, sino porque en el campo de los posibles desacuerdos, tenía la misma avidez, claridad y apertura que tiene un discípulo. Cito: “No hay sólo dos colores: el blanco y el negro”, -decía, explicán­dolo con una expresión que le gustaba-: “el mundo no está lleno de pecadores por una parte y de mártires que mueren cantando por la otra” (Celebrar la vida. Desde el Comienzo hasta el final, J. Burggraf, 2011: 17)[3]. Así también, alza su voz para hablar a favor de la mujer como una naturaleza intrínseca y no como un constructo social, advirtiendo sobre el gran daño que se haría no solamente a la mujer sino las sociedades del futuro al intentar igualar los sexos:

Si exigimos la igualdad como condición previa para la justicia estamos cometiendo un grave error. La mujer no es un varón en calidad inferior, las diferencias no significan minusvalía. Antes bien, debemos conseguir la equivalencia de lo diferente. La capacidad de reconocer las diferencias es por antonomasia la regla que indica el grado de la distinción y de cultura del ser humano (Hacia un Nuevo Feminismo para el Siglo XXI, J. Burggraf, 2004:29).

El problema con los sexos no radica en la diferencia, sino más bien en el respeto, en la humildad para asumir y aceptar diferencias y en la capacidad de perdón que para ella significaba, sobre todo, un don. Un don que libera a todas las partes y que merece ser buscado y ofrecido generosamente; un don necesario “para deshacer los nudos del pasado y comenzar de nuevo” (In memoriam, 2011:55). Un tema que desarrolla en otro de sus libros intitulado “Amar y Perdonar”.

Jutta Burggraf, una mujer de gracia inteligente, capaz de observar la ciencia, la teología y la antropología desde la perspectiva de la valoración única de la persona humana; desde allí se desprenden el respeto y la avidez de quien no tiene fronteras. Es decir, el amor con que se aproxima a diferentes temas se materializa en la libertad para entrar en un diálogo sincero, tan escaso en el campo de la investigación y en el plano de la fe. En este punto quisiera destacar lo favorable que resultaría a los investigadores evangélicos abrirse a nuevos campos de trabajo y reflexión, tomando como referencia autores de la calidad de Burggraf, que resultan un enriquecedor aporte en aquellas materias de interés común y de beneficio mutuo.

El amor al prójimo, la búsqueda de la belleza, su compromiso con la verdad, la valoración justa y dignificada de la libertad tanto como la apertura, fueron pilares que construyeron su vida al servicio de los demás. Sorprende en ella su capacidad de análisis desasido de sesgos confesionales, la amabilidad en el tratamiento de las diferencias ideológicas con sus semejantes. El ahínco en su trabajo escrito y práctico es una provocación para nuestras mentes y corazones que hoy por hoy adolecen de modelos dignos de imitar.

 

Bibliografía

  • Burggraf, J.  (2004),  ¿Qué quiere decir Género? En Torno a un nuevo modo de hablar. San José de Costa Rica: Promesa.
  • Burggraf, J. (2001), Hacia un Nuevo Feminismo para el Siglo XXI. San José de Costa Rica: Editorial Promesa.
  • Burggraf. J. (2011), Celebrar la vida. Desde el comienzo hasta el final. San José de Costa Rica: Editorial Promesa.
  • In  memoriam, Jutta Burggraf 1952-2010 (2011), Universidad de Navarra (Acto académico en homenaje a la autora (Universidad de Navarra, 3 de noviembre de 2011).

 

Rita Valencia Saldivia es Magíster en Literatura Chilena Hispanoamericana, UPLA. Poeta y escritora, ha publicado su primer libro de poesía “Delirios y Melodías”. 



[1] Las consultas fueron realizadas persona a persona en diferentes contextos cristianos evangélicos, que es la realidad más conocida por la autora.

[2] Existe un escrito que fue editado por la Universidad de Navarra, con los testimonios recogidos en un homenaje póstumo que le ofrecieron alumnos y académicos que trabajaron con ella. El texto se intituló Jutta Burggraf 1952-2010 In memoriam.

[3] Texto citado en el homenaje realizado luego de su muerte en la Universidad de Navarra, forma parte del texto In memoriam, Jutta Burggraf 1952-2010.

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