Estudios Evangélicos

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Kuyper, una alternativa reformacional y el socialismo. Una precisión conceptual.

Si hay algo que fortalece el desarrollo del pensamiento es el debate de ideas, pues como diría Rosaria Butterfield “donde todos piensan lo mismo nadie piensa mucho” [1]. Y si pensar y debatir son una aventura, escribir implica riesgos. Y el riesgo principal – sobre todo en la narrativa no ficcional- radica en el acto de desnudar la mente y exponer lo que se piensa ante un público diverso, con lectores que entienden la realidad de manera similar o discordante. Y entre los últimos, hay quienes piensan diferente, pero tienen el vivo ánimo de comprender, en detrimento de quienes no les interesa comprender, sino buscar lo que se puede tijeretear para atacar con el sustento de una apologética miope y sorda.

Sin lugar a duda, la reseña escrita por Ángelo Palomino sobre el libro “Ni un centímetro cuadrado. Una introducción al pensamiento reformacional” [2], procede de una lectura seria y rigurosa, que tiene el ánimo de comprender. Con la presuposición de dicha buena fe, la que se ve avalada por el tenor de su escritura, y con el respeto que me merece el sitio web “Estudios Evangélicos”, es que me permito escribir esta respuesta al modo de una precisión conceptual. Palomino en su reseña, en el párrafo dedicado a mi artículo sobre Abraham Kuyper [3], bosqueja de manera sucinta los puntos principales que se encuentran él y, al final, comenta lo siguiente: “Aquí cabe señalar que a Kuyper se le califica acertadamente como un demócrata cristiano, como referente de un proyecto alternativo al liberalismo individualista y el socialismo estatista. Aunque hay que preguntarse si son adecuadas las referencias que plantean la lectura de un Kuyper cercano a la izquierda, por ejemplo cuando el autor señala que con él se está frente a un régimen ‘socialista’. Kuyper es más bien un socialcristiano” [4]. ¿Por qué responder a un fragmento tan breve de una reseña? Por dos razones que creo de suyo relevantes: la primera, ya fue señalada, por el respeto al interlocutor y al medio en que se difunde la reseña; y, junto con ello, el ambiente crispado de la discusión política entre creyentes, tanto en Chile como en América Latina, lo que ha generado en el mundo evangélico ruptura de relaciones fraternas y, lamentablemente, la estigmatización de hermanos en la fe, comunidades eclesiásticas e instituciones paraeclesiales.

Creo que la mejor forma de realizar la precisión conceptual que pretendo es realizando una cita directa de un texto de Abraham Kuyper, luego citar lo que escribo sobre dicho asunto (pensando en quienes aún no han leído el libro), explicar el uso del concepto “socialista” presente en el texto del teólogo holandés y cómo éste ha sido abordado por otros autores que han estudiado su obra.

La cita de Abraham Kuyper fue tomada del libro “El problema de la pobreza”. Para la realización del artículo tuve a la vista una cuidadosa traducción al portugués. Digo cuidadosa, pues en dicho ejercicio, por ejemplo, cuando Kuyper habla de “lucha de clases” lo traducen como “conflicto de clases”, precisamente para no alarmar a un grupo de lectores que no conocen que dicho concepto se origina en el Medioevo y no de la pluma de Karl Marx. “El problema de la pobreza” es el discurso que Abraham Kuyper realiza en la inauguración del Congreso Socialcristiano, realizado en Holanda en noviembre de 1891, al alero del Partido Antirrevolucionario. Cito extensamente:

“En lo que concierne a la insustentabilidad de la situación social, nacida como tal del individualismo de la Revolución Francesa, no debe haber una opinión diferenciada entre los cristianos. Si aún estuviera sintiendo un corazón humano latiendo en su pecho y si el ideal de nuestro santo Evangelio aún le inspira, entonces su deseo debe ser de repudio en relación con la situación actual. Al final, percibimos que, si las cosas continuaran así, tendremos cada vez menos cielo y cada vez más un poco del infierno en este mundo. Nuestra sociedad está, poco a poco, desligándose de Cristo. Está inclinándose en el polvo frente al dios Mammon. Y por el estímulo inquieto del egoísmo brutal, vacilan, como el salmista lamentaría, los fundamentos de la tierra. Todas las vigas y anclajes de la estructura social se desajustan. La desorganización cultiva la desmoralización. Y, en el creciente libertinaje de unos en contrapartida con la siempre creciente necesidad de otros, es posible verificar la descomposición de un cadáver en vez de un rubor vivaz y de una fuerza muscular de un cuerpo saludable y lleno de vigor.

No, no es necesario que eso continúe así. Puede mejorar. Y la mejoría se encuentra -sin duda alguna, y no tengo miedo de usar la palabra- en el camino del socialismo. No obstante, no en el socialismo entendido como un programa proveniente de la socialdemocracia. Sin embargo, el uso de esta hermosa palabra debe ser entendida de tal forma que nuestra sociedad, nuestra patria amada, entre en sintonía con las palabras de Da Costa. Que ella ‘no sea como un pedazo de tierra lleno de muchas almas’, sino que sea una sociedad querida por Dios, un organismo humano vivo. No un mecanismo hecho de partes distintas, no un mosaico formado por adoquines incrustados al lado del pavimento de una calle, como Beets diría: no un montaje. Pero sí un cuerpo en sumisión a la ley de la vida, la cual afirma que somos miembros los unos de los otros. Un cuerpo en que, por tanto, el ojo no puede faltar al pie, ni el pie puede ser alguna cosa sin el ojo. Y esa verdad humana, científica y cristiana que fue profundamente incomprendida, vehementemente negada y gravemente derrumbada y ridiculizada por la Revolución Francesa. Y es contra esa negación, con su cuna en el individualismo de la Revolución Francesa, que todo el movimiento social de nuestros días se ha posicionado.

Por tanto, es un engaño pensar o incluso imaginar que el socialismo de nuestros días tenga como fuente la utopía confusa de los fanáticos o tenga su origen en las mentes de los hambrientos exaltados” [5].

Por su parte, esto es lo que señalo en mi artículo:

“Kuyper es consciente que se hace visible un conflicto o lucha de clases, dando cuenta de un fenómeno histórico y no de una opción política. Para Kuyper la opción política se da dentro de la institucionalidad, por lo cual, un gobierno tiene como finalidad proteger a los más débiles frente a los abusos de los poderosos de la tierra, en un régimen de tipo ‘socialista’. Un lector apresurado de Kuyper, desde nuestros tiempos, podría sentir confusión a lo menos con una declaración como esa. Pero la definición de esta alternativa refiere a ‘una sociedad querida por Dios’, en la que el rasgo comunitario se hace manifiesto en la figura de un cuerpo en el que cada sujeto es un miembro de él y, por ende, que reporta bienestar a los demás. Una sociedad en la que la misericordia no tiene que ver con sólo dar dinero, sino con el amor cristiano que consiste en ‘una donación completa’, es decir, ‘una donación de sí mismo, de su tiempo, de sus fuerzas y de su empatía’. Una sociedad en el que principio de propiedad es respetado desde un prisma teológico y con un alto sentido ético y de apego a la legalidad, puesto que: ‘La propiedad absoluta es solamente encontrada en Dios. El hombre que vive de acuerdo con la Palabra de Dios debe recordar que todas nuestras propiedades son solamente usadas como préstamo. Toda nuestra gestión es vista como mayordomía’. Un principio de propiedad que no olvida que el fruto de la tierra y la semilla que produce pan deben beneficiar a todo el pueblo. Estamos frente a un ‘socialismo comunitario’, ‘comunitarismo social’ o ‘socialcristianismo’ en el pleno sentido de la expresión, que hace un guiño a las redes simbióticas de Johannes Althusius, que tal y como explica Guilherme de Carvalho, ‘Kuyper está pensando aquí en una sociedad civil fuerte, con esferas de soberanía saludables que nada tengan sino sólo a Dios encima de ellas, y en las cuales las personas cooperan en paz para alcanzar sus fines comunes’. Por ello, la opción política del neocalvinismo no puede ser subsumida ni por planteamientos de derechas ni de izquierdas, ni mucho menos, usada como excusa para tapar otras premisas ideológicas, a no ser que se tenga una vocación para el suicidio intelectual (‘un reino dividido contra sí mismo no puede subsistir’, dijo Jesús). Y no puede ni lo uno ni lo otro, no porque sea ilegítimo que un cristiano asuma tal o cual posición, sino porque el pensamiento reformacional, consciente de la justicia de Dios expresada en la Escritura, es de por sí un camino alternativo, ‘propio’ como decían los democristianos chilenos en la década de los cincuenta y sesenta del siglo XX” [6].

¿En qué momento de mis palabras sitúo a Kuyper como un sujeto cercano a la izquierda? La verdad, es que no lo veo. El concepto socialismo lo ocupa el propio Kuyper, no es algo impuesto ni una analogía con otra palabra suya. Luego, explico el uso que el autor da a dicho concepto, señalando el énfasis comunitario que tiene para él y que emerge, huelga decirlo acá, desde una rehabilitación tomista en el protestantismo. Esto es de suyo relevante, debido al contexto histórico, en tanto el Congreso Socialcristiano se realiza el mismo año en que es publicada la Encíclica Rerum Novarum, que origina lo que se conoce como “doctrina social” en la Iglesia Católica Romana, que es lo que permite a algunos neocalvinistas construir una relación del concepto “soberanía de las esferas” con el de “subsidiariedad”, no obstante, Kuyper ocupa el primero y no el segundo, lo que por cierto no deslegitima dicha analogía. A su vez, al final del texto citado queda suficientemente claro que no hay ninguna intención de acercar a Kuyper a posiciones de izquierdas. De hecho, es la única vez en el artículo que hago alusión a ese sector del espectro político con categorías geolocalizadoras. Poco antes del texto aludido por Palomino señalo que la actitud de Kuyper respecto del derecho a sufragio del “pueblo menudo” y a la sindicalización, siguiendo la tónica de los partidos demócrata cristianos en el mundo, es consistente con su concepción política sustentada en su mirada cosmovisional porque:

“se era antirrevolucionario con relación a la revolución francesa y el liberalismo, a la socialdemocracia y al socialismo estatista, lo que sentó las bases para la crítica posterior a los totalitarismos fascista y bolchevique. Kuyper era conservador y antirrevolucionario, lo que no implica negar la posibilidad de la transformación social, pues no estamos frente a un reaccionario con relación a la historia. Nadie que crea en el poder redentor de Jesucristo puede serlo” [7].

La edición en portugués del discurso de Kuyper cuenta con exposiciones de otros autores brasileños dedicados a la producción teólogico-pública. De Carvalho, antes del texto citado en mi artículo para el libro señala que, ante la disyuntiva presentada por la Cuestión Social, la solución de Kuyper está en el “socialismo”. Dice: “La perplejidad aquí resulta innecesaria: el ‘socialismo’ de Kuyper no es aquel concebido desde el influjo del principio revolucionario, que él denuncia con todas sus fuerzas, sino el socialismo entendido como la existencia de una sociedad viva y orgánicamente cohesionada, un ‘cuerpo’ con muchos miembros, con funciones diversas e interdependencia. El ojo educado sabrá que Kuyper tiene en mente la sociedad de redes simbióticas de Johannes Althusius (1557-1563), algo que estaría más próximo, hoy, de un comunitario social” [8]. Por su parte, Lucas Freire dirá que Kuyper “busca redefinir el sentido de ‘socialismo’ para significar un énfasis en la sociedad como un ‘organismo humano vivo’ en reconocimiento de la majestad de Dios” [9]. Con todo esto, estoy relevando que Kuyper resemantiza el concepto de socialismo en su uso, cristianizándolo, y ocupándolo con un fin alejado no sólo del “socialismo secular” en sus versiones marxistas o socialdemócratas, sino que también de miradas funcionalistas y mecanicistas en boga en el siglo XIX. Su mirada comunitaria tiene siempre en cuenta a la persona humana. Si este aspecto resemantizador no queda lo suficientemente claro en mi artículo del libro, inclusive con la advertencia a los lectores apresurados, aquí espero que lo esté (más todavía). Con esto, desde mi intención comunicativa me hago cargo principalmente de lo que escribí y, secundariamente, de lo que se entiende, no obstante, crea que es importante, en este caso particular, dar una explicación con el mismo talante serio con el que mi interlocutor reseñó el libro.

En todo análisis lector, no sólo en aquellos que tienen que ver con lo político, es sumamente relevante decir que los conceptos no tienen identidad, son neutros hasta que son utilizados por un autor, lo que abre posibilidades múltiples de significados. Es el uso de los conceptos por determinados actores, dando cuenta de una experiencia histórica, que los conceptos revelan la identidad, lo que hace notar la conmensurabilidad semántica de los mismos, puesto que se modifican con-y-en la práctica histórica. Los conceptos en política tienen una “dimensión ilocucionaria”, en otras palabras, permiten aterrizar el proyecto a la acción y adentrarse en la disputa que se genera por una mediación discursiva [10]. En la literatura evangélica esto es notorio en conceptos tales como “religión” o “humanismo”, con usos positivos y negativos, en ocasiones inclusive en un mismo autor. Este es el caso del discurso de Kuyper, en el que usa el concepto “socialismo” positiva y negativamente, dependiendo de lo que pretenda plantear o criticar. Por eso, cuando doy cuenta de su alternativa digo “de tipo ‘socialista’” y no “socialista” a secas, todo eso antes de la explicación de lo que refiere para él. Lo importante cuando leemos a Kuyper no es lo que nosotros pensamos que significa el socialismo, sino lo que él pensaba en la afirmación y en la crítica. Es ahí donde se encuentra, a mi juicio, la raíz del error en la lectura de Palomino a mi artículo. Es por ello, que escribí esta réplica.

De todas maneras, mi agradecimiento por la lectura de Ángelo Palomino, que motiva a seguir reflexionando sobre estos asuntos que siguen siendo relevantes, política y espiritualmente, a la hora de pensar y vivir en el Chile actual.

*Luis Pino Moyano, Licenciado en Historia con mención en Estudios Culturales de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.

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Notas

[1] Rosaria Butterfield. Pensamentos secretos de uma convertida improvável. Brasília, Editora Monergismo, 2013, p. 25.

[2] Jonathan Muñoz (coordinador). Ni un centímetro cuadrado. Una introducción al pensamiento reformacional. Santiago, Libros de Teología Ediciones y Fe Pública, 2021.

[3] Luis Pino. “Pensar, vivir y trabajar con los ojos puestos en el Soberano. Una lectura a Abraham Kuyper”. En: Ibídem, pp. 18-41.

[4] Ángelo Palomino. “Una propuesta de soberanías para nuestra realidad y vida pública. Reseña del libro ‘Ni un centímetro cuadrado. Una introducción al pensamiento reformacional’”. En: Estudios Evangélicos. http://estudiosevangelicos.org/una-propuesta-de-soberanias-nuestra-realidad-y-vida-publica-resena-del-libro-ni-un-centimetro-cuadrado-una-introduccion-al-pensamiento-reformacional/ (Consulta: 29 de abril de 2022).

[5] Abraham Kuyper. O problema da pobreza: a questão social e a religião cristã. Rio de Janeiro, Thomas Nelson Brasil, 2020, pp. 119-121 (Traducción propia, al igual que todas las demás tomadas de dicho libro). Véase también la traducción al inglés: Abraham Kuyper. Christianity and the class struggle. Grand Rapids, Piet Hein Publishers, pp. 39-41.

[6] Pino. Op. Cit., pp. 36-37. Las citas de Kuyper son tomadas del libro referido en la nota anterior en las pp. 120, 128, 133, 134. La cita del otro autor corresponde a: Guilherme de Carvalho. “Préfacio”. En: Kuyper. Op. Cit, p. 16.

[7] Pino. Op. Cit., p. 34.

[8] De Carvalho. Op. Cit.

[9] Lucas G. Freire. “Epílogo”. En: Kuyper. Op. Cit, p. 156.

[10] Véase: Cristina Moyano. “La historia política en el bicentenario: Entre la historia del presente y la historia conceptual. Reflexiones sobre la Nueva Historia Política”. Revista de Historia Social y de las Mentalidades. “Historia conceptual y lenguaje político. Debates teóricos y estudios de caso”. Departamento de Historia Universidad de Santiago de Chile, Volumen 15, Nº 1, 2011.