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La Biblia de cara a la sociedad ideológica: la ética protestante y la mutación del capitalismo

En 1992, tres años después de la caída del muro de Berlín, el politólogo estadounidense Francis Fukuyama publicó un ensayo sensacional. Él proclamó la victoria ideológica definitiva de la democracia liberal sobre las otras ideologías políticas en La fin de l’Histoire et le dernier homme (1). Después de la auto-aniquilación de los regímenes comunistas, las naciones no tendrían más remedio que la democracia y el liberalismo. Por lo tanto, Fukuyama incorpora el leivmotiv atribuido a Margaret Thatcher cuando era primera ministro de Reino Unido. Su famoso slogan There Is No Alternative sostiene que no hay alternativa a la economía de mercado, al capitalismo liberal y a la mundialización económica.

Veinte años después de la caída de la Unión Soviética, el nuevo orden mundial que surgió después de la Guerra Fría (2), permitió la generalización de la “sociedad de mercado” y de la ideología neoliberal de modo que es difícil en Occidente imaginar otros modelos que la democracia y la economía de mercado. Sin embargo ¡la ideología del neoliberalismo (3) no es aceptada por todos! En Francia, la izquierda como la derecha, se oponen al ultra-liberalismo. Un cierto consenso sobre la aceptación de mecanismos de mercado y sobre la necesidad de atenuar las consecuencias sociales, ha emergido: los gobiernos de izquierda y derecha hoy defienden políticas económicas similares (4). La retórica sigue siendo, sin embargo, distinta (5). El análisis de los discursos deja en evidencia los “valores” y, llegado el caso, los “ídolos” de unos y otros (I) a pesar de la convergencia de los partidos de gobierno en la aceptación de la nueva ideología mundial (II). La Palabra inspirada pone en evidencia otra perspectiva (III) que implica comportamientos y actitudes nuevas para los cristianos del siglo XXI (IV).

I. El análisis de los discursos políticos deja en evidencia los “valores” de izquierda y de derecha

La división izquierda/derecha ha designado siempre, antes que todo, la división socio-económica (6). La derecha estaría del lado de los patrones, y la izquierda del lado de los obreros. La derecha tendría en su corazón la competitividad económica de las empresas con el riesgo de debilitar la situación de los salarios, y la izquierda la obtención de nuevos beneficios sociales con el riesgo de debilitar la situación de las empresas. La derecha creería en el libre comercio y en la eficiencia del mercado, y la izquierda sería intervencionista y anticapitalista. Estos “valores” socio-económicos sobre los cuales los unos y los otros se eligen, buenos en sí mismos como fin, o neutros en sí mismos como medios, pueden devenir en ídolos cuando son absolutizados; y a menudo lo son. La libertad individual o la prosperidad económica, por ejemplo, no son cosas malas en si mismas, pero si miramos estos valores esperando su ayuda, los hemos convertido en ídolos (7).

Una rápida visión histórica, incluso simplista, ayuda a identificar los valores de la derecha y de la izquierda.

1. La asamblea constituyente de 1789 se opone a los partidarios conservadores de la revolución

La primera Revolución Francesa de inspiración liberal opone a los partidarios de una conservación del orden social fundado sobre una muy fuerte jerarquización, de los promotores de una primera igualdad jurídica: la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos franceses. Las nociones de la izquierda y de la derecha política aparecen a continuación: en la asamblea constituyente de 1789, los partidarios del rey estaban sentados a la derecha, y los de la revolución a la izquierda. La izquierda de la primera revolución fue liberal al plan económico y la derecha fue realista, mercantilista, colbertista, y favorable a una intervención del gobierno en la economía (8).

Después, la conservación del orden social, a veces en detrimento de la justicia, se convirtió en un valor de la derecha, y la aspiración de cada vez más igualdad, incluso usando la fuerza para establecerla, en un valor de la izquierda (9).

2. En 1793, el terror actualiza una tensión entre igualdad y libertad

La segunda Revolución Francesa de inspiración utópica hizo borrón y cuenta nueva: la monarquía fue abolida y el año primero del calendario revolucionario fue proclamado. Ya no fue más cuestión solamente de igualdad jurídica sino de igualdad de condiciones sociales. Este enfoque igualitarista se manifestó de diversas maneras con, como la forma más extrema, el ideal de abolición de la propiedad privada. El espíritu de 1793 se opuso por tanto al de 1789 (10). El marxismo y todos los movimientos socialistas que despegaron en el siglo XIX se situaron netamente en la línea utópica de 1793. Una izquierda liberal, no intervencionista, heredera de 1789, todavía sobrevivía, pero los efectos desastrosos de la Revolución Industrial sobre la clase obrera, “izquierdizó” progresivamente el espectro político. Los defensores del libre-comercio y de la propiedad privada de los medios de producción, se inclinaron más y más a la derecha. La burguesía comerciante, en general favorable al status quo en lo que concierne al orden social, apoyó en otros asuntos las tesis liberales.

Por lo tanto, si la elección es entre libertad e igualdad, la derecha tiende a favorecer la libertad individual y la izquierda la igualdad de condición. La responsabilidad individual deviene en un valor de derecha, y la solidaridad republicana en un valor de izquierda.

3. Después de la crisis de 1929, keynesianismo y neoliberalismo se enfrentan

De 1921 a 1929, la producción industrial americana creció en un 50%. Durante este tiempo, el precio de la acción americana aumentó en un 300%. Cuando la burbuja especulativa explotó en Octubre de 1929, la economía americana colapsó y trajo como resultado la caída de la economía mundial en su conjunto en la crisis económica más violenta del siglo XX. La “mano invisible” de la libre competencia de Adam Smith (11) fue desafiada de forma permanente. Una mano mucho más visible, la del Estado, fue llamada a aplicar políticas de recuperación y de regulación económica. Las reformas que salieron de la Gran Depresión de la década de 1930, donde Keynes fue el teórico (12), poseían los fundamentos institucionales de los Treinta Gloriosos de la posguerra. El plan teórico, la “síntesis neo-clásica”, que integró mecanismos keynesianos a corto plazo y elementos de la teoría clásica a largo plazo, hasta el triunfo en los años 1970. Apareció la “estanflación” (13), que el gasto público no pudo frenar. Los autores neoliberales (14) de la escuela austriaca de Friedrich von Hayek (Premio Nobel de economía de 1974) y de la escuela de Chicago de Milton Friedman (Premio Nobel de economía de 1976) rehabilitando la creencia en la eficiencia del mercado, militando por la retirada del Estado de la economía e inspirando, en la década siguiente, las políticas de Thatcher y de Reagan.

Después, la creencia en la eficiencia de los mercados, en la mano invisible de la libre competencia y el minimalismo estatista serían de derecha; y el intervencionismo estatista, la redistribución de la riqueza y la deficiencia en la libre-competencia y en el libre-comercio serían de izquierda.

4. Después del colapso de la Unión Soviética en 1991, la separación izquierda/derecha se revela principalmente en la retórica

Las políticas de reformas y de modernización llevadas a cabo por Gorbachov, la Glasnost y la Perestroïka, no pudieron salvar el sistema soviético. La URSS, que encarnó la economía planificada centralizada e igualitarista, colapsó en 1991. Este fue el fin del comunismo como fuerza mayoritaria y la llegada, a nivel mundial, de la democracia liberal y de la economía de mercado como único modelo dominante (15). En Francia, los elementos comunistas y anticapitalistas están ahora condenados al margen de la izquierda de gobierno. En el Hexágono, se debe elegir entre el “capitalismo estatista” de derecha y la “social-democracia de mercado” de izquierda. Por lo tanto, los discursos que principalmente demarcan a la derecha de la izquierda, son por ejemplo, sobre la deuda pública y sobre el rigor (16). Algunas soluciones técnicas con un alto valor simbólico, concernientes en particular a la política de empleo, también contribuyen a hacer la diferencia: las leyes sobre la semana de 35 horas o la exención fiscal de las horas suplementarias declaradas.

El “valor del trabajo” será de la derecha, el “reparto del tiempo de trabajo”, y por lo tanto la generosidad, será de la izquierda. El coraje, el esfuerzo y “la Francia que se levanta temprano” serán de derecha, el compartir las ganancias para una mejor repartición de los salarios y del nivel de vida incluso sin aumentar los beneficios, será de izquierda. Trabajar más para ganar más será de derecha. Mejor repartición de la riqueza para una mejor vida, será de izquierda.

5. Conclusión

La siguiente tabla recapitula someramente los valores de unos y de otros:

Izquierda Derecha

1789 Igualdad / Orden social

1793 Solidaridad republicana / Responsabilidad individual

1929 La mano visible del Estado / La mano invisible del mercado

Keynes, síntesis neo-clásica / Smith, Hayek, Friedman

1991 Repartir el tiempo del trabajo / El “valor del trabajo”, coraje, esfuerzo

A menudo, estos valores devienen en ídolos, en fines en sí mismos. Como seres humanos, estamos tentados a buscar nuestra seguridad en la eficiencia del mercado, en el intervencionismo del Estado, en la maximización de la libertad de los individuos, en el bienestar material, en la grandeza económica de la nación o en la búsqueda perpetua del crecimiento. Ninguno de estos motivos es malo en sí, pero cada uno puede convertirse en un ídolo, incluso para los cristianos.

II. La nueva ideología mundial impuesta evidencia los ídolos que deben ser desenmascarados

Sí, al nivel de las palabras, los gobiernos de derecha e izquierda desean desmarcarse el uno del otro, aunque lo cierto es que la economía de mercado es percibida como la única opción viable: There Is No Alternative. En muchos aspectos, la economía de mercado no es muy satisfactoria, pero es, a nuestro parecer, la única solución posible. El fin de la historia considerado por Fukuyama parece ineludible: el último hombre será ciertamente mundialista, capitalista, liberal y demócrata.

En este artículo debo cuestionar esta visión de las cosas, esta nueva ideología mundial. No, señor Fukuyama ¡esto que tú nos presentas no es el fin de la historia! No es razonable decir que no hay otras soluciones: muchos autores del mundo, y especialmente fuera de Occidente, elevan sus voces para gritar que ¡hay miles de otras alternativas! (17)

A pesar de que existen estas soluciones, sin embargo, a menudo quedan atrapadas en la confusión generada por la falta de discursos alternativos claramente identificables (18). Esto es porque debemos examinar los resortes de la nueva ideología mundial y denunciar los ídolos. Su análisis se limita aquí a la explicación de tres conceptos: el humanista, el individualista y el economicista.

1. El humanismo reduce el horizonte de la humanidad a sí misma

El compromiso liberal intervencionista que domina hoy el mundo es decididamente moderno. Es heredero del humanismo del Renacimiento que tomó por su cuenta el aforismo de Protágoras, después de lo cual: “el hombre es la medida de todas las cosas”. La primacía del hombre, el hombre en el centro: ciertos acentos del discurso humanista son congruentes con los del discurso cristiano sobre la dignidad del hombre creado a “imagen de Dios”. Pero, para el humanismo, el hombre también es la solución. Así, el humanismo es una forma de idolatría, este hombre sin Dios que huye y que construye siempre un nuevo camino a Babel, para hacerse un nombre bajo el sol.

2. El individualismo reduce la sociedad a la suma de los individuos que la componen

El hombre es el centro y, más precisamente, el individuo entendido de manera atomista como la unidad básica de la sociedad. La democracia liberal ha adquirido plenamente el individualismo de la Revolución Francesa, con su libertad contractual, su libertad de emprender, su igualdad de los ciudadanos delante de la ley y su estado de derecho. En esta perspectiva, la sociedad está reducida a la suma de los individuos que la componen. El individuo siempre tiende a adquirir más libertades y derechos que llenen los espacios de igualdad entre él y los demás. Esto es lo que importa, esta es la felicidad de cada uno de forma aislada. La maximización de beneficios particulares es igualdad, o casi, para el bienestar de la sociedad, una sociedad fundada sobre el egoísmo de cada uno de sus miembros.

3. La economía reduce las relaciones sociales a los intercambios económicos

La “semilla de la religión” (19) implantada en el hombre implica que él necesitará constantemente de dioses. Si no se vuelve al Dios vivo y verdadero, se postrará a ídolos. Y cuando el humanismo y el individualismo llevaron a abandonar todo lo relacionado con la trascendencia, el desencanto del Cielo condujo nuestra búsqueda a la inmanencia, y muy a menudo hacia el amor al dinero, esta “raíz de todos los males” (1 Tm. 6:10). De ahí a que todo se vuelva económico hay sólo un paso.

Este economicismo es una novedad radical inventada por el Occidente moderno como, según el antropólogo Louis Dumont (20) y el economista heterodoxo Karl Polanyi (21), “la economía de mercado”. El triunfo de la economía de mercado hoy es completo:

Incluso nos es difícil (…) concebir esta novedad, y evitar proteger las estructuras del pasado lejano y los conceptos, que la mera posibilidad era inimaginable en civilizaciones más conocidas. La novedad consiste en esto: por primera vez en la historia humana, desde el siglo XVIII en Occidente, la economía se separa del tejido social para formar un área autónoma. Esta realidad, para nosotros familiar hoy en día, “el mercado”, es una innovación sin precedentes que ha transformado de arriba abajo nuestra manera de concebir la vida social (22).

Los intercambios comerciales como, por otra parte la ambición, siempre han existido ¡pero no la economía de mercado! Hasta hace poco, en efecto, la economía como “dominio separado, regida por leyes propias distintas de estas que gobiernan todo en la vida social” (23), simplemente no era así. Los aspectos económicos se mantenían:

Solidarios de aspectos políticos, morales y religiosos, mientras que la revolución moderna de los valores consiste precisamente en aislar la política, la moral, la religión y la economía como dominios distintos. Lo moderno es distinguir y separar lo que, previamente, constituía una vida social única, incluyendo las circunstancias señaladas para privilegiar tanto la dimensión política, la dimensión religiosa y la dimensión económica (24).

Hay, para utilizar el lenguaje de Polanyi, un verdadero “des-anclaje” de la economía. En todas las sociedades humanas, con la sola excepción de la sociedad de mercado, la economía es pensada y practicada en tanto que auxilia a la sociedad, al servicio de las relaciones sociales. A la inversa, en la sociedad de mercado, las relaciones que nosotros mantenemos con los bienes tienen prioridad sobre las relaciones que mantenemos con los otros. En las sociedades tradicionales (25), la tierra, el trabajo y el dinero no se consideran como bienes; estos “bienes” no son intercambiables en condiciones muy estrictas. En la sociedad mercantil todo está en venta: la tierra de nuestros ancestros, la fuerza de nuestros brazos y la inteligencia de nuestros cerebros, el famoso “capital humano”, e incluso el dinero.
Aquellos de nosotros que están familiarizados con el neocalvinismo de Kuyper (26) y de Dooyeweerd pueden ver la proximidad de ciertos análisis con el de Polanyi. La autonomización de la economía, de la política, de la religión, y de todo lo demás, corresponde a la “diferenciación cultural normativa”, querida por Dooyeweerd (27). Esta “diferenciación de esferas” no es mala en sí: ella corresponde al desarrollo histórico normal de una sociedad. El problema aparece cuando una o varias de estas “esferas de soberanía” diferenciadas crecen al punto de gobernar lo que pertenece a las demás esferas. La economización moderna procede de esta desviación: por “des-anclar” del resto de las relaciones sociales, la economía tiende a devenir en una “esfera de esferas” (rol normalmente conferido al Estado) que va más allá de sus límites naturales (28). Tal soberanía de la economía en la vida moderna no es conforme al orden creacional.

4. Conclusión

Sin coincidir necesariamente con las predicciones del colapso del capitalismo anunciado por Polanyi en 1944, parece inevitable que la burbuja del economicismo estallará un día ¿Qué catástrofe tendrá que suceder para que cambiemos de sistema? ¿Qué saldrá de este período de la historia humana dedicado en cuerpo y alma a todo lo económico? Ciertamente otra cosa que lo que conocemos hoy.

III. La Biblia propone otro fin de la historia y otro último hombre

¿Qué perspectiva nos ofrece la Palabra inspirada? Con el fin de la historia y su último hombre liberal que florece en la sociedad de mercado, Fukuyama nos propone una escatología, es decir, un discurso sobre el final del género humano. La Biblia nos propone otra visión, otra escatología, otro fin de la historia y otro último hombre.

1. El relato de la creación del mundo ya contiene una escatología

La escatología bíblica comienza inicialmente con el relato de la creación del mundo (29). Este relato nos presenta a Dios como el creador del cielo y de la tierra. En su semana de trabajo creacional, Dios configuró la materia creada para que el mundo fuese como su templo (30), el teatro de su gloria (31). Para hacer esto, Dios estableció, primero, las distinciones en el mundo creado (días 1 al 3), antes de llenarlo (días 4 al 6). El hombre fue creado el sexto día para servir de imagen de Dios sobre la tierra. Antes que la misma formulación de los mandamientos, el hombre, imagen de Dios, ya debía actuar a la manera del Creador, en organizar la creacin y en multiplicarse . era del Creador, eado. u gloria. o y de la tierra. ón y en llenarla. Esto es exactamente lo que significa en el mandato creacional “someter la tierra y multiplicarse”. La misión de la humanidad, en tanto que imagen de Dios sobre la tierra, consiste en hacer de la “semana” de la historia humana una imitación de la semana de trabajo de Dios, tal cual como se señala en Génesis 1.
En este contexto, el reposo sabático de Dios al comienzo de Génesis 2 es una promesa: si imitas como tuya la necesidad de trabajar de Dios, si respetas su mandato, si cultivas el jardín y mantienes los intrusos afuera, a continuación, entrarás en el reposo de Dios, accederás a la plenitud para la que has sido diseñado.

En el relato, el mandato creacional y el reposo sabático están intrínsecamente unidos. El hombre debe llevar la creación a su cumplimiento. El sábado le recuerda que la historia humana sigue una trayectoria, que ella se dirige hacia su conclusión. Este es el fin de la historia que fue inicialmente propuesto al último hombre.

2. El pueblo de Israel recibe a su vez una promesa escatológica

Cuando se introdujo la serpiente en el jardín, el hombre no le hizo un desaire; no guardó el jardín. El pecado echó a perder todo.

Comenzó, entonces, una nueva era, la de la maldición común, pero también de la gracia común. La maldición común pronunciada contra el trabajo humano significa que el hombre ya no podrá más obtener por sus propias fuerzas la recompensa del reposo eterno representado en el sábado. La gracia común restringe, sin embargo, los efectos del pecado, permitiendo de alguna manera la vida en sociedad y garantizando la perpetuidad de la especie humana.

En cuanto al sábado, encontramos mención más adelante en el libro del Génesis. Reapareció sólo con el pacto en el Sinaí. Debemos tener en cuenta que las personas rescatadas de la esclavitud en Egipto lo fueron por la intervención divina a favor de su pueblo, por lo que este fue básicamente un pacto de gracia. A nivel de funcionamiento concreto de la alianza, no fue una reedición del principio aplicado antes de la caída, el principio de que el reposo se merecía. El pueblo de Israel estaba a punto de entrar en una nueva especie de jardín del Edén, la tierra de Canaán, y si respetaban las leyes que les habían sido dadas, viviendo en esta tierra, el reposo les sería concedido, y las naciones vendrían al Dios de la alianza y serían bendecidas en el nombre de Abraham. La escatología se re-introdujo al mismo tiempo que el signo del sábado.

Los israelitas, hijos de Adán como nosotros, por supuesto, no fueron mejores que el padre de todos los seres humanos: se rebelaron en el desierto antes de entrar en el jardín de Canaán. Por lo tanto, el sábado se convirtió para ellos en una señal de reposo en la que no podrían entrar por sí mismos.

3. El Hijo del Hombre ha traído la novedad escatológica

Cuando Cristo, el descendiente de Abraham, el hijo de Adan, el hijo del hombre, diente de Abraham, e reposo anos: se rebelaron en el desierto la intervencián, el Hijo del Hombre, apareció, tuvo que cumplir en su vida y en su muerte lo que ni Adán ni Israel habían podido: resistir la tentación, cumplir la ley y merecer para aquellos que representaba, siendo el jefe de la alianza, la vida eterna. Logró lo que el sábado significa: entró en el reposo de Dios. Jesús es el nuevo Adán, el segundo Adán, el último Adán y el último hombre. Con su resurrección ha comenzado el verdadero fin de la historia: el Hijo de Dios al cual fue entregado todo el poder, inevitablemente pone a todos sus enemigos por debajo de sus pies.

Entonces sucederá la Palingénesis (Mt. 19:28) del universo, la renovación de todas las cosas, la nueva creación en toda su fuerza, el nuevo jardín del Edén, la nueva Jerusalén, en la que residirá la gloria de Dios, y también nuestra humanidad glorificada.

4. Conclusión

La Biblia promete este fin de la historia a los que confían en el último Hombre, Jesucristo, nuestro Señor. Esta es la visión de la Palabra inspirada de cara a todas las escatologías seculares, sea el marxismo del siglo XX o sea el neoliberalismo del siglo XXI.

IV. La Biblia proporciona a los cristianos el marco para su participación en el mundo actual

¿Qué implica para nosotros una perspectiva renovada? Se trata de encontrar el justo equilibro que permita participar en el mundo sin creer que podemos hacer lo que sólo logra Cristo, cuando regrese en gloria.

El apóstol Pablo, en 1 Corintios 7:29-31, valida una estrategia de tipo “ni-ni”: ¡ni retirarse ni ser activistas! Porque esto es lo que leemos: “Lo que quiero decir, hermanos, es que nos queda poco tiempo. De aquí en adelante (…) los que disfrutan de las cosas del mundo [solamente], como si no disfrutaran de ellas; porque este mundo, en su forma actual, está por desaparecer”.

En este pasaje, él no llama a retirarse del mundo; para abandonar la depravación, huir. Debemos “usar el mundo” pero usarlo “como los que no lo usan”, es decir, para mostrar que no somos parte de él: la realidad intramundana no es nuestro único horizonte y debemos reflexionar concretamente sobre nuestra participación en la mutación del capitalismo.

1. Los cristianos debemos rechazar las tentaciones del activismo y del retiro

En algunos círculos cristianos, somos invitados a comprometernos para transformar el mundo. Y esto está bien, hasta cierto punto, porque el orden de la gracia común en el que vivimos está experimentando una continuidad con el mandato creacional inicial: la humanidad está hoy llamada, como en el comienzo, a someter la tierra y a multiplicarse. El negocio científico, tecnológico, artístico y económico se mantiene por la vocación de la humanidad. Nuestra participación, sin embargo, no puede ser la misma de lo que podría haber sido antes de la caída. La humanidad ya no puede hacer méritos para entrar en el reposo de Dios. Luchar contra la pobreza, preservar la naturaleza, progresar en las ciencias, producir obras de una gran calidad artística ciertamente es bueno, pero no provocarán una salvación.

En la práctica, si usamos del mundo sin dar un paso atrás, quedaremos inmersos en el consumismo, como también en el activismo. Nuestro deseo de transformar el mundo no debe convertirse, a su vez, en un ídolo. Debemos usar este deseo pero no abusar de él; debemos dar un paso atrás: no te impacientes que no todo puede ser tan activo en el compromiso social o en la mutación del capitalismo. Hay cosas que la Iglesia no está llamada a hacer ya que cada cristiano en particular ha recibido esta vocación (32). Los cristianos que se comprometen contra tal o cual mal podrían llegar a adoptar como lema, a fin de que su bello compromiso no se convierta en una trampa para ellos, en un ídolo, la siguiente fórmula: “actuar en el mundo como si no actuásemos en él”.

¿Podríamos decir: “Transformar el mundo sin convertirlo?”. Lo que hacemos en nuestro trabajo o en nuestro compromiso asociativo es de gran importancia. La gloria y el honor de las naciones será llevada a la Nueva Jerusalén como los tesoros de Egipto fueron barridos por el pueblo de Israel durante el éxodo. El bien que hacemos en este mundo permanecerá para siempre, aunque, por supuesto, Dios transfigurará lo imperfecto, así que debemos hacerlo para que sea llevado a la perfección. Ocuparnos en el mundo es necesario para realizar los mandamientos básicos de amor a nuestro prójimo. Si tenemos la posibilidad de cambiar el mundo ¡hagámoslo!

2. Los protestantes pueden contribuir a la mutación del capitalismo

Y si, un día, ¿aparece un libro bajo el título de La ética protestante y la mutación del capitalismo? Esto sólo ocurrirá si nos damos cuenta de la fuerza ideológica neoliberal y consumista de este siglo, si buscamos desecharla, y si algunos de nosotros, de acuerdo con sus vocaciones y con sus circunstancias, contribuyen a la transformación del mundo.

La responsabilidad de unos y de otros varia considerablemente. Algunos de nosotros no estamos llamados a luchar activamente contra el sistema: nos conformamos con satisfacer nuestras necesidades, trabajando a consciencia y confiando en la providencia divina y, si se puede dar un paso atrás de nuestra sociedad, incluso sin cambiar nada, ya estará muy bien.

Sin embargo, aquellos de nosotros que tienen más recursos y son sensibles a un mal funcionamiento en nuestra sociedad de mercado, deben reflexionar sobre la manera de promover otra forma de economía, que no sea únicamente con fines de lucro: nuestro dinero puede ser usado en la compra de bienes no respondiendo únicamente a una lógica estrictamente financiera. También podemos unirnos al movimiento de “consum-acción” (en la perspectiva de que cada compra es un acto ciudadano) bien establecido en las “tiendas de alimento”, a pesar de que todo tipo de nuevas espiritualidades están tratando de aprovecharse de estos movimientos (33), lo que implica una distancia crítica de nuestra parte.

Otro ejemplo que nos puede servir para reflexionar: la AMAP, estas asociaciones para el mantenimiento de la agricultura campesina, mediante la cual los ciudadanos se comprometen a apoyar a los agricultores locales no sólo con su dinero a cambio de los productos frescos, sino también con su tiempo y fuerza, a través de la participación en determinados trabajos. Tenemos que ser capaces de encontrar el tiempo y el dinero, ya que un cierto retorno a la realidad agrícola será probablemente útil para la mayoría de los ciudadanos como nosotros.

En el mundo del trabajo, los funcionarios de las empresas o los dirigentes, están ciertamente llamados a promover más las relaciones y el respeto en el funcionamiento de su negocio. Para un jefe no es una pregunta fuera de la lógica de la ganancia financiera, el riesgo de cerrar la empresa y despedir, con las consecuencias sociales y económicas: la preocupación por los empleados en tanto que son seres humanos antes que actores económicos, ya está fuera de la lógica financiera.

Comercio justo, economía social y solidaria, apoyo a los más pobres en nuestros países o en nuestro mundo por medio de asociaciones humanitarias, participación en grupos de reflexión (think tank) sobre la relación entre economía y pobreza o sobre la reducción de los gastos de energía y de los costos incurridos por la polución, establecimiento de sistemas alternativos de intercambio en Occidente (trueque de bienes usados) y de una alternativa a la economía de mercado en los países en desarrollo, y así sucesivamente, son todos los caminos a explorar.

3. Conclusión

No hay una solución lista: corresponde a cada uno decidir cómo contribuir a la mutación del capitalismo. Pero, de nuevo, este deseo de desafiar a la nueva ideología global no debe convertirse en un ídolo. Hasta el fin del mundo, hasta la venida de aquel que viene a juzgar a los vivos y a los muertos, hay que recordar esta verdad: “¡el cambio todavía no ocurrirá!”. El cambio real, el fin de la historia, se llevará a cabo cuando aparezca ante los ojos de todos el segundo y el último Adán, el último Hombre.

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Sobre el autor: Pierre-Sovann Chauny es Master en Teología por la Faculté Libre de Théologie Évangélique de Vaux-sur-Seine (Francia) y Doctor © en Teología por la Universidad Libre de Ámsterdam (Holanda). Se desempeña como profesor de Teología Sistemática en la Faculté Jean Calvin de Aix-en-Provence (Francia).

Artículo publicado originalmente en La Revue réformée (Francia). Traducido al español por Gonzalo David y autorizado por su comité de redacción y por el autor.

(1) F. Fukuyama, La fin de l’Histoire et le dernier homme, colección Champs, Flammarion,
1992.

(2) Cuando utiliza esta expresión, no la usa para dar crédito a las diversas teorías de la conspiración. Él está aquí usando la expresión «Nuevo orden mundial» de la forma en que ella es empleada en los discursos posteriores a la post-guerra, por ejemplo, en el discurso del 11 de Septiembre de 1990, pronunciado por el presidente estadounidense George Bush. En: [Consulta: 25 de Febrero 2013].

(3) Ver el análisis que hace un sociólogo reclamándole a la izquierda libertaria: A. Bihr, «L’idéologie néolibérale», Semen 30 (Noviembre 2010), 43-56.

(4) La mitad del PIB francés es redistribuido cada año, independientemente si la derecha o la izquierda está en el poder.

(5) El hombre de derecha fustigará la semana de 35 horas, incluso si la derecha tuvo diez años para revertir esto y no hizo nada. O el hombre de izquierda dirá: «Yo no quiero a los ricos», citando la suma de 4000 € neto mensual como el umbral para saber si uno lo es, a pesar de que es parte de su definición de rico, alguien a quien no quiere…

(6) Para una síntesis de las diferencias entre derecha e izquierda sobre la variedad de diferencias sociológicas, históricas, políticas, económicas, filosóficas, psicológicas y culturales, ver el artículo «Droite/Gauche» de André Comte-Sponville en Le dictionnaire philosophique, Paris, PUF, 2001.

(7) Cf. B. Goudzwaard, Idols of our Time, Downers Grove, IVP, 1984, 21 : «Primero, la gente toma algo de su entorno inmediato, lo remodela y lo erige a sus pies en un lugar especial. Segundo, lo consagran ritualmente y se arrodillan ante él, viéndolo como una cosa que tiene vida en sí misma. Tercero, traen sacrificios y miran al ídolo para recibir consejo y dirección. En resumen, ellos lo adoran. (…) Cuarto, esperan que el dios pague su reverencia, obediencia y sacrificio con salud, prosperidad y felicidad».

(8) Algunas ideas hoy son compartidas por la «izquierda» o la «derecha».

(9) La derecha es tradicionalmente la parte del orden, la izquierda en cambio es la parte del movimiento. Cf. N. Truong, «La gauche, c’est Don Quichotte, et la droite, Sancho Pança», Le Monde (13 de Septiembre 2012). En: [Consulta: 19 de Febrero 2013]: «Anteriormente, todo parecía simple. La derecha, en tanto, es la parte del orden; la izquierda será del movimiento. Autoridad, familia, religión y tradición de un lado; igualdad, fraternidad, progreso y emancipación del otro. La campaña presidencial del 2007 ha hecho valer esta antinomía. Nicolas Sarkozy puso el movimiento y la ‹ruptura› de su lado. Y Ségolène Royal defendió ‹el orden justo› con actitud»

(10) Ver la utilización de esta tipología 1789/1793 que es hecha por P. Nemo, Les deux républiques françaises, Paris, PUF, 2008.

(11) A. Smith, Recherche sur la nature et les causes de la richesse des nations, Paris, Flammarion, 1991, tomo II, 43 (primera edición inglesa de 1776).

(12) J.M. Keynes, Théorie générale de l’emploi, de l’intérêt et de la monnaie, Paris, Payot, 1988 (primera edición inglesa de 1936).

(13) Término que designa la combinación al plan económico del estancamiento y de la inflación. Durante los años 1970, las políticas intervencionistas no levantaron las economías nacionales de un estancamiento que causó un desempleo masivo, sino que alimentó una fuerte inflación.

(14) Cf. M. Friedman & R. Friedman, La Liberté du choix, Paris, Belfond, 1980.

(15) Cf. F. Fukuyama, op. cit.

(16) Al nivel de discursos, la derecha será favorable a la reducción de deudas públicas mientras que la izquierda apoyará el crecimiento del gasto público y se rehusará a hablar de austeridad. En la práctica, la izquierda de gobierno se ha convertido a un cierto liberalismo económico que la puede conducir a adoptar políticas de restricciones presupuestarias desde el «comienzo del rigor» de 1983 operado por el gobierno de Mauroy. A la inversa, la derecha en el poder durante diez años dejó volar la deuda pública. Después 2007, no se respeta ni el umbral del déficit público anual (3% del PIB) ni de la deuda pública (60% del PIB), definido por el Tratado de Maastricht sobre el establecimiento de criterios de convergencia en vista de la creación de la moneda única.

(17) Cf. B. Goudzwaard, «Faith, the Economy and People Movements in the Era of Globalization: The Role of Churches and Non-Governmental Organizations», discurso dado en Indonesia por la ocasión del vigésimo quinto aniversario de Yayasan Bimbingan Kesajahteraan Sosial, 1999. En: [Consulta: 25 de Febrero 2013].

(18) No pretendo aclarar mejor que otros esta confusión: Yo sé bien las dificultades para imaginar otra cosa que la economía de mercado. Cf. A. Bihr, op. cit. (56): «El neoliberalismo es sin duda, hoy, no sólo la ideología dominante en el campo político, sino también la única ideología realmente establecida en este campo: no tiene hasta ahora ningún rival digno de este nombre». Mis estudios en la escuela de comercio constituyen, sin duda, una mano suplementaria: cf. F. Noiville, J’ai fait HEC et je m’en excuse, collection Librio n° 1052, Paris, J’ai Lu, 2012.

(19) Cf. IRC I.iii.1.

(20) L. Dumont, Homo aequalis. Genèse et épanouissement de l’idéologie économique, Paris, Gallimard, 1977.

(21) K. Polanyi, La grande transformation. Aux origines politiques et économiques de notre temps, Paris, Gallimard, 1983 (première édition anglaise : 1944).

(22) Esta cita proviene del billete «L’invention de l’économie». En: [Consulta: 25 de Febrero 2013] del blog L’esprit de l’escalier [Consulta: 25 de Febrero 2013], escrito por un profesor de filosofía católica que se esconde bajo el seudónimo de Philarête. Me gustaría expresar mi reconocimiento por haberme dado a conocer los libros de Louis Dumont y de Karl Polanyi.

(23) Ibid.

(24) Ibid.

(25) Él no idealiza estas sociedades tradicionales que están, como todas las sociedades de mercado, marcadas por graves deficiencias. La comparación permite sólo establecer que el economicismo no es una fatalidad.

(26) A. Kuyper, «Sphere Sovereignty», en J.D. Bratt (sous dir.), A Centennial Reader, Grand Rapids/Carlisle, Eerdmans/Paternoster, 1998, 461-490.

(27) Ver, por ejemplo, H. Dooyeweerd, Roots of Western Culture. Pagan, Secular, and Christians Options, Toronto, Wedge, 1979, 73-80.

(28) Cf. J.D. Bratt, «Abraham Kuyper’s Calvinism. Society, Economics, and Empire in the Late Nineteenth Century», en E. Dommen & J.D. Bratt (eds.), John Calvin Rediscovered. The Impact of His Social and Economic Thought, Louisville, Westminster John Know, 2007, 79-92 (92); K.A. Van Til, «Not Too Much Sovereignty for Economics, Please: Abraham Kuyper and Mainstream Economics», Perspectives, volumen 23, n° 9 (Noviembre 2008), 12-17.

(29) G. Vos, Biblical Theology. Old and New Testament, Edimbourg, Banner of Truth, 1975, 27-44; M.G. Kline, Kingdom Prologue. Genesis Foundations for a Covenantal Worldview, Overland Parks, Two Age Press, 2000, 175. Todo la reflexión que sigue se formó en contacto con el pensamiento de estos dos teólogos, en esta parte de la tradición reformada más segura y robusta. Entre los predecesores véase Herman Witsius y François Turretin, por mencionar sólo dos.

(30) Cf. M. Richelle, «L’origine de l’humanité selon le début de la Genèse », en L. Jaeger, Adam, qui es-t? Perspectives bibliques et scientifiques sur l’origine de l’humanité, Charols/Paris, Excelsis/GBU, 2013, 11-36 (30-32); B. Waltke, Théologie de l’Ancien Testament, Charols, Excelsis, 2012, 258.

(31) Cf. IRC I.xiv.20.

(32) Ver D. Hillion, «Does Integral Mission Include Everything that God Requires of Us, and Does God Require of Us Everything Included in Integral Mission?». En: [Consulta: 11 de Marzo 2013].

(33) En términos de contestación, no creo que debamos ser revolucionarios que piensan que el fin justifica los medios, incluyendo la violencia. Los cristianos no estamos llamados a ser revolucionarios. Nuestra vocación de sal de la tierra implica ser en parte conservadores. Para una distinción entre verdadero y falso conservadurismo, ver A. Kuyper, «Conservatism and Orthodoxy: False and True Preservation», en J.D. Bratt (ed.), op. cit., 65-85. Nosotros no estamos llamados a revertir las estructuras sociales en una sola noche. Nuestra vocación de sal de la tierra implica una cierta voluntad de cambio de las cosas, de rehusar el conformismo político. Cf. A. Bieler, La pensée économique et sociale de Calvin, Ginebra, Georg, 1959, 285. En suma, no ofrezco una respuesta revolucionaria aquí.

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