Estudios Evangélicos

¡Bienvenidos!

#

La política evangélica en la elección de Constituyentes en Chile

El pasado 4 de julio se ha dado inicio a la Convención Constituyente en Chile. Un hecho inédito por un cúmulo de razones sobradamente conocidas. Se trató de un proceso eleccionario que convocó a una amplia variedad de actores sociales y políticos que buscaban entrar al selecto conjunto de chilenos que redactará la Nueva Constitución y, como es esperable, los evangélicos nuevamente se hicieron presentes. Dada una diversidad de inquietudes que se han ido conversando respecto a este tema, resulta conveniente observar algunos aspectos para reflexionar sobre el presente y el futuro de la política evangélica en Chile.

a. Participación. De entre los más de 1200 candidatos, al menos 50 fueron de origen evangélico. Desde afuera, es una cifra comparativamente muy pequeña. Desde adentro, sin embargo, se pusieron importantes esperanzas en ella. Naturalmente, se hizo presente otra vez la invocación al hecho de que los evangélicos son el 15% aprox. del país y que, por lo tanto, eso debiese reflejarse claramente en las urnas. Aunque esta impresión ya es casi habitual, los resultados mostraron otra cosa: los votos obtenidos por los candidatos evangélicos de todos los sectores, apenas alcanzó poco más del 4% de la votación total a nivel nacional.

b. Electos. Finalmente, del total de 155 constituyentes, resultaron electos seis candidatos de identidad evangélica en sentido amplio. Luciano Silva por Renovación Nacional (RN); Harry Jurgensen por RN; Paulina Veloso Muñoz por RN; Ruth Hurtado, independiente con cupo RN; Rodrigo Logan, independiente; y Cristóbal Andrade, independiente de la Lista del Pueblo. Al observar su desempeño, puede verse que entraron por paridad de género, por arrastre o por mayoría de votos. Respectivamente, cuatro de ellos, vinculados a RN, son de derechas, tres militantes y una independiente más cercana al P. Republicano; mientras que uno es centrista y otro es de izquierdas.

c. Campaña. Sin embargo, no todos los candidatos ni todos los electos hicieron campaña evangélica. Al respecto, por ejemplo, pueden verse notables diferencias entre dos de los candidatos electos. Ya desde proclamada su victoria, Luciano Silva ha sido interpelado por sus votantes evangélicos, como él explicó en cierta ocasión, debido a una participación que tuvo en televisión. Esto es comprensible, porque su campaña fue a una campaña evangélica. No obstante, Rodrigo Logan, pese a que es evangélico, no es interpelado por ese sector de la sociedad porque su campaña no se enfocó en ese voto.

d. Espectro político. Como es esperable, predominaron los candidatos en las derechas. Cerca de cuarenta candidatos evangélicos pueden identificarse en ese sector, en cuanto que participaron como militantes o con cupo independiente de alguno de los partidos de Vamos por Chile, o que participaron en la lista del Partido Conservador Cristiano (PCC). A su vez, hubo cuatro casos de candidatos independientes de partido y lista que podrían considerarse centro derecha y centro, mientras que casi todos los candidatos evangélicos restantes que participaron en las diversas listas de izquierdas, ya sea partidistas o no partidistas, se agruparon principalmente en la plataforma Evangélicos por el Apruebo (EA). Así también se evidencia una pluralidad ideológica.

e. Mujeres. Un elemento destacable es que se observó una importante participación de mujeres: más de veinte, casi la mitad del total de candidatos evangélicos. Desde luego que esto tiene relación con el hecho de que la elección incorporaba la paridad de género. Pero también muestra que dentro de las filas evangélicas hay un número importante de mujeres dispuestas a una participación política activa, lo cual matiza la noción de un predominio masculino y abre un nuevo campo de análisis en este aspecto.

f. Denominaciones. En términos de procedencia eclesial, y tal como es esperable, hubo una predominancia del amplio sector pentecostal y neopentecostal, o más en general como lo denomina Fabián Bravo, iglesias “pneumatocéntricas”. No obstante, aunque pocas, hubo otros candidatos procedentes del mundo de las iglesias históricas como la bautista, presbiteriana, anglicana, luterana y metodista. En este sentido, la pluralidad denominacional también quedó reflejada en el proceso eleccionario.

g. Política evangélica. Lo ocurrido en este proceso tiene que ser interpretado a la luz de las elecciones parlamentarias del año 2017. La abundante participación de candidatos evangélicos en los comicios de aquel año, marcaron un punto de inflexión dentro del mundo protestante. Probablemente, la explicación de este fenómeno guarda relación con la discusión pública en torno a los temas valóricos. En dicho año hubo, por primera vez desde el retorno a la democracia, una veintena de candidatos evangélicos al Congreso Nacional, de los cuales tres llegaron a dicha instancia.

Es un hecho que la participación política evangélica en Chile va en ascenso, y tanto la predominancia de iglesias pneumatocéntricas como la inclinación a las derechas era esperable por las articulaciones que se han venido dando en los últimos años. También resultó esperable la emergencia de un sector menor que se ubica en las izquierdas como respuesta a la postura predominante, para disputar el significado e identidad política de “lo evangélico”. Al mismo tiempo, resulta importante notar que estas predominancias no opacan la pluralidad ni política ni denominacional del campo evangélico. No obstante, la cuestión capital sobre la cual corresponde reflexionar es sobre su significancia electoral real.

1. Voto evangélico. Luego de este proceso eleccionario, la idea del voto evangélico debería ser reconsiderada cuidadosamente. Aunque no puede saberse con certeza cuántos evangélicos votaron por evangélicos, es indudable que eso ocurrió y hubo candidatos con alta votación que por razones de sistema no entraron a la Convención. Aun así, en general dicho voto no fue suficiente para alcanzar victorias electorales. Evangélicos que votan no necesariamente constituye voto evangélico.

2. Campaña evangélica. Si bien es entendible que un candidato evangélico quiere representar a su sector, es apropiado poner atención en el hecho de que cerrar la campaña solo a ese sector puede obstaculizar un alcance mayor de apoyo. Una campaña que apela solo a lo evangélico –o cuyo acento principal está ahí- puede volverse una clausura sobre todo en la medida que lo que se espera de un candidato es que pueda representar a la mayor cantidad de personas posibles, y no solo a un sector minoritario de un territorio determinado. No se trata de negar lo evangélico, sino de trabajarlo de tal manera que permita una amplia adherencia.

3. Candidato evangélico. La identidad religiosa es algo importante en la vida de una persona, sea cual sea el credo que profesa, pero en el plano político dicha identidad debiese ser invocada con precaución. Suele ocurrir que la ciudadanía espere más de los creyentes por ser promotores de moralidades y éticas alternativas. Por lo tanto, al apelar la identidad religiosa en el plano político, es esperable que se demande más de un candidato. Si cumple con los estándares que se autoimpone, habría de ganar mayor respaldo de cierto electorado, mientras que el incumplimiento tendría el efecto inverso.

4. Ideario evangélico. Aunque es cierto que dentro de las filas evangélicas y protestantes hay una variedad de escuelas de pensamiento, en el caso de la participación pública evangélica en Chile hasta ahora ha habido una suerte de monotematismo, es decir, los evangélicos suelen promover la discusión en torno a un número de temas reducido. Esto se identifica como un ideario evangélico. No obstante, ya en este proceso se ha podido apreciar un lento pero significativo avance en campañas y candidatos de diverso tipo que han expandido sus temas de interés. A su vez las tradiciones de pensamiento, dentro del amplio campo protestante, ofrecen material para aumentar considerablemente el rango de tópicos de interés público y político de los evangélicos. Un adecuado acercamiento a ellas puede ayudar a robustecer su aporte en la búsqueda cívica del bien común.

Si bien estas consideraciones no aplican únicamente para el proceso eleccionario recién pasado, esta es una instancia relevante para prestarles atención porque se emplearon estrategias similares a las del proceso eleccionario del 2017 y, nuevamente, no rindieron los frutos esperados. El resultado en general invitaría a preguntarse si acaso es pertinente la política evangélica para el país. Hay aquellos para quienes el voto obtenido es prueba suficiente de su rol prescindible. Entre los creyentes, por su parte, hay quienes dirían, simplemente, que es prescindible independiente del resultado obtenido, dependiendo de la posición teológica que se tenga sobre la relación entre cristianismo y política. Sin embargo, la participación es posible gracias a las reglas democráticas y no parece que vaya en descenso. Por lo tanto, para quienes consideran que la política evangélica si es, o que si puede ser pertinente, la pregunta crucial es cómo puede llegar a ser relevante.

De algún modo, si es que ha de haber una política evangélica para el futuro, la situación actual en la sociedad chilena exige mayor involucramiento ciudadano y no solo de grupo, así como mayor amplitud en el rango de temas públicos de interés común. Posiblemente, atendiendo a estas cuestiones, la “política evangélica” pueda rendir el tributo apropiado a lo político y a lo evangélico.