Estudios Evangélicos

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La teología es una experiencia viva: una vindicación de la espiritualidad pietista

Del pietismo pueden decirse muchas cosas. Actualmente, la palabra “pietismo” está manchada a tal punto que suele ser utilizada peyorativamente como sinónimo de intimismo, escapismo, individualismo, dualismo, quietismo, legalismo, e incluso heterodoxia, entre otras. Nadie que quiera orgullosamente custodiar la doctrina cristiana sería pietista. Pero qué desconcertante es notar que cuando vamos al lado opuesto de la teología liberal, encontramos autores que solían -y aún hoy tal vez suelen- usar el calificativo “pietista” precisamente para designar con desprecio a los grupos de una teología demasiado “ortodoxa” y “espiritualista”. O sea, pietista puede ser al mismo tiempo un ortodoxo o un heterodoxo, dependiendo de dónde se lo mire. Y, por si fuera poco, para alguien como Karl Barth, el pietismo era la raíz precisamente de la teología liberal debido a su subjetivismo. Así, “pietismo” en el lenguaje convencional actual puede significar, desafortunadamente, cualquier cosa.

Este pintoresco, inexacto y en ocasiones francamente prejuicioso abanico de usos para el término, puede ser contrastado con una serie de características del pietismo que transmitieron sus teólogos y pastores. Por ejemplo, abrazaban la doctrina ortodoxa protestante; que fue un cristianismo experiencial y transformativo; que amaban a la Biblia, entendida como un medio de una relación inmediata con Dios; que relevaban el carácter comunitario de la vida cristiana; que buscaban la transformación del mundo hacia el Reino de Dios mediante la acción social y las misiones, entre muchas otras. Así, esta notable diferencia entre lo que los pietistas enseñaban y lo que sus detractores de entonces y contemporáneos sostienen, requiere de una explicación más robusta y tal cosa solo puede hacerse recurriendo a las fuentes primarias.

¿Qué es el pietismo?

Tiempo atrás, el teólogo estadounidense Roger Olson hizo suyo el proyecto de “Recuperar el pietismo” [I]. Al mismo tiempo que hizo un esfuerzo ingente por desmontar los prejuicios en su contra y reafirmar sus bondades, no descuidaba ver los riesgos del pietismo mal entendido. Con todo, aunque el pietismo tiene características precisas, valorables ya sea positiva o negativamente, lo cierto es que al igual que todo fenómeno histórico, no puede comprenderse sin considerar las tendencias intelectuales y espirituales profundas que orientaron al movimiento. Tal vez algunos de los prejuicios referente al movimiento tengan algún asidero en la medida en que hubo pietistas que exageraron uno u otro rasgo, porque el movimiento no fue homogéneo. Hubo pietistas que definitivamente adoptaron también posiciones radicales. Por eso, ni la exageración de sus vicios ni la sobrevaloración de sus virtudes resulta adecuada.

Si lo que se busca es una definición de diccionario, lejos de los extremos y fiel a los fundamentos del movimiento, Olson presenta al pietismo como un “movimiento espiritual” [II], queriendo evitar con ello que se le considere cualquier otra cosa, como por ejemplo un movimiento religioso de interés social o político. Pero esa definición es todavía muy general. Los elementos que hacen distintivo a este movimiento espiritual son varios. Abrazó la doctrina ortodoxa protestante, entendida ampliamente. Olson piensa que se trata de un cristianismo experiencial y transformativo que enfatiza la conversión del «hombre interior». Es una piedad conversional, caracterizada por una fuerte vida devocional y una relación personal con Dios a través de Jesucristo crucificado y resucitado.

El pietismo cree en un cristianismo visible, el creyente debe vivir santamente y con un carácter transformado. Se ama a la Biblia, no simplemente como un libro que deba ser comprendido intelectualmente, sino entendida como un medio de una relación inmediata con Dios. Pero todo esto, que es individual, interior, no puede estar separado de la iglesia, la vida cristiana es vivida en comunidad y esa comunidad transforma al mundo promoviendo el Reino de Dios no solo con la predicación de las Escrituras, sino también mediante la acción social y las misiones. El pietismo es además ecuménico en el sentido de que trasciende a las denominaciones particulares. Cree fuertemente en el sacerdocio universal de los creyentes.

¿Cómo surge el pietismo?

Lo anterior ya nos da una idea general de los elementos que componen al pietismo entendido en términos generales y lejos de toda descripción prejuiciosa. Sin embargo, el pietismo es un fenómeno históricamente situado y, en cuanto tal, es deudor de un contexto que hace posible su surgimiento. Así las cosas, vale decir que el pietismo en cuanto movimiento espiritual no tiene una fecha exacta de surgimiento, pero sí encuentra como una inspiración fundamental un texto publicado el año 1675 en Alemania. Se trata de Pia Desideria, del doctor en teología y pastor luterano Phillip Spener. Este texto decisivo contenía una serie de ideas que dan origen al ethos pietista descrito antes.

Pia Desideria busca, como todo el pietismo luego de él, ir más allá de la teología formal no en el sentido de que la comprensión racional sea negativa, sino de que esa comprensión es insuficiente sin una experiencia viva de Cristo en la vida personal. Así, el pietismo no niega la teología como disciplina, lo que niega es que se entienda a la teología simplemente como conocimiento intelectual de los asuntos de la fe. Esta idea no es casual. Spener escribe en un tiempo en el que, como él describe en el libro, hay un desarrollo amplio de la ortodoxia teológica luterana pero que, al mismo tiempo, contrasta con vidas que parecen no haber sido convertidas en absoluto. La teología, denuncia Spener, se ha convertido en sus días en una disciplina cuyo fin parece ser más la polémica y el engrandecimiento de los teólogos, que la comprensión y experiencia de las verdades reveladas por las Escrituras. Librándose de los rudimentos de la Iglesia Romana, el protestantismo cae, sin embargo, en otro modo de desviación. De aquí su queja tan perentoria: “No sé si nuestro difunto señor Lutero, si resucitara, no castigaría en nuestras academias esto o aquello que reprochó con fervor a los contemporáneos en su tiempo” [III].

La obra de Spener sin duda marca un precedente, pero también cabe situarla en el momento histórico en que se escribe. Europa venía saliendo recién hace unos pocos años de la famosa Guerra de los Treinta Años (1618-1648), un conflicto que puso en contra a un número importante de potencias y reinos del continente. Uno de los temas que circulaba en medio de los variados intereses de los distintos contendores era, precisamente, el tema religioso. Un pietista bien se habría preguntado cómo era posible que los cristianos lucharan contra cristianos, bajo la dirección de reyes cristianos. Era esperable que la devastación y pérdidas humanas que quedó fruto de hambrunas, enfermedades y el propio sangriento enfrentamiento, llevara a cristianos de distintas confesiones a buscar una comprensión más cabal respecto a lo que significaba realmente el cristianismo. Es en este contexto que surge la necesidad de comprender la fe cristiana más allá de los límites de la aceptación intelectual de verdades dogmáticas, y se impone la necesidad de observar cómo esas verdades deben ser apropiadas en el corazón -no solo el intelecto- y en la comunidad, o, en otros términos, en la dimensión interior así como la pública.

La espiritualidad pietista, así, no es mero intimismo, como tampoco es mera acción social asistencialista. Es una aceptación integral de la fe cristiana a un nivel personal intelectual y volitivo que lleva a un claro signo de convertimiento; así como una aceptación comunitaria de la responsabilidad que le toca a la comunidad de creyentes de dar testimonio público de la transformación que Cristo efectúa. Por eso, al mismo tiempo que el pietismo promovía instituciones de bienestar social -hogares para huérfanos y de trabajo para pobres- y educativas, también realzaba la importancia del laicado, la lectura y estudio comunitario de la Biblia y, en fin, el sacerdocio universal de los creyentes [IV]. Todo esto sin dejar por supuesto de promover lo que consideraban lo más importante en la vida cristiana: el cultivo de una incesante búsqueda de Cristo en oración.

¿Qué piensa un pietista?

Si bien Pia Desideria podría considerarse algo así como el manifiesto del pietismo, cabe hacer una precisión de envergadura. Dicho texto de Spener originalmente fue, sencillamente, un prólogo. En efecto, dicho texto fue la presentación que Spener hizo de una obra escrita casi 70 años antes: Cristianismo auténtico (1605, Wahres Christentum, “El verdadero cristianismo”, en alemán), del teólogo luterano Johann Arndt. De ella Spener extrajo los principales tópicos que dieron forma a Pia Desideria y, por lo tanto, a los rasgos principales que tendría el pietismo. Por lo tanto, ya en este punto, y entendiendo que la obra de Arndt es, podría decirse, el fundamento teológico del pietismo, cabe revisar algunos de sus acentos.

Si bien Cristianismo auténtico es un libro extenso, basta revisar el prefacio del propio Arndt para reconocer el formidable tenor de su pensamiento. Él tópico fundamental, como es esperable, es la cuestión por el significado del nombre “cristiano”. ¿Por qué nos hacemos llamar cristianos? ¿Es simplemente una aceptación intelectual del dogma? ¿Es la pertenencia a una institución eclesiástica? Arndt, implacablemente, dijo: «Nos llamamos cristianos, no solo porque debamos creer en Cristo, sino también porque el nombre implica que vivimos en Cristo, y Cristo en nosotros» [V]. Esfuerzos por dotar de este significado al término “cristiano” son numerosos en la historia, y declaraciones como estas pueden encontrarse ya tempranamente en la historia del cristianismo. Baste recordar la famosa carta del siglo IV escrita por Gregorio de Nisa a Armonio conocida en español bajo el título “Qué significa el nombre de Cristiano”.

Otro tópico de indudable relevancia, es la concepción que Arndt desarrolla respecto a la teología. En sus palabras: «Muchos suponen que la Teología es una mera ciencia, o pura retórica, cuando en realidad es una experiencia viva y un ejercicio práctico. Hoy todos se proponen alcanzar eminencia y distinción en el mundo; pero nadie quiere aprender a llevar una vida piadosa» [VI]. Podría afirmarse que aquí está contenida la sustancia del pietismo. Su objeto no es, como podría pensarse, complementar el saber teológico intelectual con una cierta ética teológica de la praxis cristiana. Más bien, la teología misma es un saber que escapa del ámbito meramente intelectual, ella es en sí misma un saber práctico y experiencial. Para un pietista, la idea de complementar la teología como saber intelectual y práctica cristiana es un despropósito. Teo-logía, es decir, el saber o conocimiento de Dios, es la práctica y la experiencia de conocer a Dios. De aquí que la propia disciplina teológica pietista escape largamente de una formación puramente intelectual. Spener en su momento iba a hablar luego de todo esto en su Pia Desideria. Aunque esta definición de teología revestía un carácter claramente polémico para sus contemporáneos, se acerca notablemente a la comprensión que los padres orientales tenían de ella. En general, los primeros teólogos entendían el quehacer teológico no como una disciplina intelectual, sino como una que envolvía la totalidad de la vida del cristiano. De aquí que los que más oraban, eran considerados también teólogos.

El pietismo también busca desafiar concepciones dominantes sobre la persona de Cristo: «Hoy los cristianos desean un Cristo de apariencia imponente, que sea fastuoso, rico y conforme a este mundo; pero ninguno desea recibir, confesar y seguir al Cristo pobre, manso, despreciado y humilde» [VII]. Una afirmación de este talante tal vez podría haberse esperado de los promotores del así llamado “evangelio social” o del liberacionismo. Pero ¿qué hace Arndt diciendo esto en 1610? Para los cristianos contemporáneos, la crítica a la opulencia y a los símbolos de poder cristianos es algo que suele identificarse de inmediato con tendencias teológicas de reciente data como las mencionadas. Pero lo cierto es que en la tradición cristiana este ha sido un tema recurrente. El cristianismo está permanentemente batallando con los pecados que le asedian y uno de ellos ha sido siempre el de la riqueza y el poder terrenal o político. Baste volver a los clásicos sermones de Juan Crisóstomo en el siglo IV y encontraremos desde la crítica a la idolatría del dinero hasta la sobrevaloración del poder político. De este modo, lo que está haciendo Arndt es recoger motivos bíblicos e histórico-teológicos permanentes del cristianismo. Su invitación, por lo tanto, no es una lectura social del cristianismo, sino una vida de seguimiento de Cristo marcada por la negación de todo aquello que aleje al creyente de la humildad característica de Cristo.

Finalmente, ya que lo que se quiere saber es en qué consiste el cristianismo auténtico, cuestión que da título a la obra, Arndt sostiene que «el verdadero cristianismo consiste no en palabras, ni en una ostentación externa, sino en una fe viva, de la cual proceden frutos propios del arrepentimiento, y toda clase de virtudes cristianas (…) todas las virtudes cristianas son hijas de la fe» [VIII]. Esta afirmación nos recuerda claramente al Apóstol Pablo enseñando que el Reino de Dios no consiste en palabras sino en poder (1ª Cor. 4:20). La “fe viva” de Arndt no es antiintelectual, más bien supera los límites en los que la escolástica protestante de su tiempo había encerrado el quehacer teológico de la época. Con todo, es precisamente en este prefacio a su libro que Arndt se sitúa claramente en las coordenadas teológicas de su tiempo: que «he hecho referencias a autores anteriores, como Tauler y Tomás Kempis» [IX], dos conocidos místicos medievales pero, lo más significativo, por si quedasen dudas, «afirmo que este libro (…) no debe entenderse de ningún otro modo que no sea de acuerdo a los Libros Simbólicos de las iglesias de la Confesión de Augsburgo» [X]. Arndt es un luterano confesional, un protestante ortodoxo, y no debe ser entendido fuera de esa teología.

¿Pietismo hoy en español?

Varias denominaciones en el mundo protestante fueron influidas por el pietismo en Europa y en Estados Unidos, especialmente sectores como el metodista y el moravo. En Hispanoamérica, no obstante, es bastante más difícil encontrar un trazo. No hay claridad de si en el luteranismo de la región llegó algo del pietismo. Los locales metodistas reconocen algo de la influencia que tuvo el movimiento en ellos. Con todo, al revisar los rasgos del movimiento, es posible notar que hay residuos de él en varias denominaciones evangélicas, incluyendo a los pentecostales y, en especial, los que surgieron desde el metodismo en Latinoamérica.

La barrera idiomática, por otra parte, es importante. En español contamos con una traducción y edición de Pia Desideria que data del año 2007, realizada en Argentina por René Krüger y Daniel Beros bajo el sello del ya extinto instituto teológico ISEDET. Es poco accesible en el presente por su tiraje y lugar de publicación. También Editorial Clie publicó en el año 2014 la que al parecer es la primera traducción al español de Cristianismo auténtico, más de 400 años después de su publicación original. Su traducción fue llevada a cabo desde el inglés por Elvis Castro, quien además de ser pentecostal chileno, colabora activamente con Estudios Evangélicos [XI]. Este libro es más fácil de encontrar en librerías de literatura evangélica y protestante hoy.

En un mundo evangélico hiper fragmentado y diverso, las ideas del pietismo realmente parecen una utopía. Unas iglesias enfatizan una y otra cosa en detrimento de otras. Unas enfatizan la doctrina ortodoxa, otras la espiritualidad individual, otras el servicio social. Difícilmente hay acuerdo entre estas distintas visiones. Así las cosas, ¿sería posible una iglesia doctrinalmente ortodoxa, firme en las Escrituras, promotora de una espiritualidad interior profunda marcada por el cultivo de la oración, preocupada de fomentar la vida comunitaria de sus miembros, de servir a la sociedad y participar sabiamente de la vida pública? Quien considere que es todavía posible, tal vez esté más cerca del pietismo de lo que podría haber imaginado. De aquí la importancia de conocer a este formidable movimiento del siglo XVII.

Notas
[I] Olson, R. y Collins, C. (2015). Reclaiming Pietism. Grand Rapids: Eerdmans publishing.
[II] Ídem, p. 8
[III] Spener, P (2007). Pia Desideria. Buenos Aires: Instituto ISEDET. p. 42
[IV] Ver aquí, por ejemplo, Jung, M. (2016) “The Impact of Pietism on Culture and Society in Germany”. En Religion as an Agent of Change. Leiden: Brill.
[V] Arndt, J. (2014). Cristianismo Auténtico. Barcelona: Clie. p. 11.
[VI] Ídem, p. 11
[VII] Ídem, p. 12
[VIII] Ídem, p. 13
[IX] Ídem, p. 15
[X] Ídem, p. 15
[XI] Recomiendo mucho la reseña que el propio Elvis realizara a Cristianismo auténtico, aquí: http://pensamientopentecostal.com/index.php/2018/07/02/cristianismo-autentico-de-johann-arndt-por-elvis-castro/