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La teoría política conservadora de Groen van Prinsterer

Guillaume Groen van Prinsterer (1801-1876) fue un calvinista holandés e historiador antirrevolucionario, estadista y teórico político. Fue el más prominente e influyente opositor al liberalismo ilustrado en los Países Bajos durante el siglo XIX. Un visitante casual de los Países Bajos podría encontrar fácilmente su nombre en más de diez escuelas cristianas y al menos en veintitrés calles en varias ciudades y pueblos a largo del país. Entre los académicos reformados holandeses ha habido un extenso estudio y apreciación de Groen [i] como predecesor ideológico que ha continuado por más de un siglo, aun cuando esta figura histórica es poco conocida en la anglo-esfera.

Groen adhirió a una filosofía agustiniana de la historia, es decir, la entendió como el campo de batalla entre la fe y la incredulidad, el reino de Dios versus el reino de las tinieblas. Vio a la historia como la manifestación de la lucha entre las ideas que reflejan el interés de estos dos reinos, siendo sin embargo el propósito de la historia, la victoria de la simiente de la mujer (Cristo) sobre la semilla de la serpiente (Satanás), profetizada en Génesis 3,15 [ii]. Este principio proveyó la meta-estructura narrativa de su historiografía.

Como era común entre los pensadores historicistas del siglo XIX, la teoría (y acción) política de Groen era condicionada y moldeada mediante su perspectiva historiográfica. Identificaba al modernismo “revolucionario” de la Ilustración como un enemigo del reino de Dios que, lamentablemente, separaba a la civilización occidental de sus raíces históricas cristianas, efectuando eventualmente una expoliación sociocultural [iii]. Para Groen, la revolución implicaba no solo desordenes políticos como la revolución francesa. Mas bien, vio las revoluciones políticas como las manifestaciones históricas de una revolución epistemológica mucho más significativa en los corazones y mentes de las personas. Las teorías más importantes que Groen asociaba con esta revolución fueron la soberanía de la humanidad, la igualdad y el contrato social [iv]. Groen vio a la revolución francesa y las revoluciones europeas siguientes como manifestaciones de una religión racionalista que idolizaba a la humanidad y se oponía a Dios, describiéndola en términos bíblicos como fruto de la incredulidad [v]. Su teoría política antirrevolucionaria se enraizaba en la dicotomía de “fe e incredulidad” y en el paradigma pactal de “árbol y frutos”, de acuerdo a su historiografía agustiniana. Rechazaba el igualitarismo como principio político, argumentando que la igualdad sancionada por el Estado solamente reemplazaría las desigualdades naturales con desigualdades artificiales [vi]. Se opuso a la idea del contrato social con el principio del droit divin, esto es, que el gobierno es instituido por, y deriva su autoridad de Dios. Los gobiernos ejercen autoridad legítima si y solo si lo hacen de acuerdo con las leyes de Dios y con propósitos providenciales [vii].

El mensaje central de su magnum opus, apropiadamente titulada Incredulidad y Revolución, puede ser descrito de mejor manera como sigue: renunciar a la supremacía del orden moral divino y trascendente como estándar de autoridad para los arreglos sociales y políticos en favor de la supremacía del hombre, está en conflicto con las ordenanzas divinas y conduce a la anarquía para la cual solo ofrece liberación la tiranía del gobierno. Solo el reconocimiento de la autoridad de Dios puede liberar de la esclavitud que es la sumisión a la autoridad arbitraria del hombre.

Groen optó por un enfoque decididamente tradicionalista conservador en virtud de su integración de la historia y la teoría política. Entendió que el “principio histórico” es epistémico más que ético. Si bien ninguna página de la historia permaneció incontaminada por el pecado, la historia es pedagógica en el sentido de que, en el largo plazo, refleja la esencia, divinamente impresa, de la realidad [viii]. Para Groen, la realidad requiere de la inevitabilidad práctica del paradigma pactal de la maldición-y-bendición, ya que la rebelión contra el orden social y natural divinamente instituido necesariamente tendría consecuencias nefastas. La durabilidad, entonces, sirve como un sello de autoridad, porque los desarrollos o iniciativas en desacuerdo con el orden creado están condenados al fracaso, mientras que los resultados sociopolíticos positivos generalmente se lograrían mediante la obediencia a las ordenanzas de la creación de Dios. Por lo tanto, los arreglos políticos y sociales históricamente desarrollados deben ser respetados como manifestaciones de estas ordenanzas divinas, es decir, leyes eternas establecidas por Dios para ordenar intencionadamente la creación.

Groen abogó por la resistencia al estado centralizado y todopoderoso y por un retorno a principios antirrevolucionarios solidos en el ámbito público [ix]. Esto implicó una aplicación recontextualizada de los principios políticos cristianos históricos para alcanzar su meta no solo de resistir al liberalismo ilustrado, sino también volcarlo y recristianizar la sociedad.
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Originalmente publicado en The Reformed Conservative. Traducción de Luis Aránguiz Kahn.

Notas

[i] Es común refererise a Groen van Prinsterer simplemente como “Groen” en el cuerpo de literatura sobre él.
[ii] Groen van Prinsterer, Handboek der Geschiedenis van het Vaderland (Leiden: S & J Luchtmans, 1841), 1.
[iii] Groen van Prinsterer, Ongeloof en Revolutie (Barneveld: Nederlands Dagblad, 2008), 28.
[iv] Ibid., 28.
[v] Ibid., 36, 118.
[vi] Ibid., 165.
[vii] Ibid., 63-65.
[viii] Ibid., 59-60.
[ix] Ibid., 379-380.