Estudios Evangélicos

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Los peligros de hablar de Dios en occidente

“cada palabra tiene que ser una palabra rebosante de autenticidad hasta los bordes,
de lo contrario es preferible callar”
(Tatiana Góricheva, 1987)

Tras la instalación del régimen democrático en Chile en la década de los noventa, el país experimentó una serie de transformaciones sociales, económicas, políticas y culturales. Uno de los principales cambios estuvo vinculado a las políticas públicas educacionales, las cuales facilitaron (con todas las restricciones que en la actualidad es posible identificar) el aumento de la oferta y acceso a la educación universitaria.

Lo anterior permitió que un número creciente de jóvenes evangélicos ingresen a la educación superior. La socialización en estos espacios generó importantes tensiones entre la identidad religiosa de los sujetos y los nuevos saberes, provocando una serie de crisis, cuestionamientos y preguntas en torno a la espiritualidad, a las doctrinas que han seguido a lo largo de su ciclo vital y a la misma comunidad de fe que representó el espacio (junto a la familia) predilecto para la construcción identitaria en torno a su sistema de creencias religiosas.

Estas tensiones han generado verdaderas implosiones en los jóvenes a causa de los cuestionamientos de su entorno y a los propios. ¿Cómo es posible, en pleno siglo XXI (la era de las ciencias y de los nuevos sabes), que jóvenes universitarios/as sigan tradiciones religiosas del siglo pasado? ¿Cómo es posible la convergencia de la prédica dominical de aquel varón que apenas terminó su educación media, con una cátedra en torno a nuevos marcos epistemológicos para comprender las sociedades contemporáneas? ¿Cómo leer a Hobbes, Nietzche, Sartre, Butler, Pateman y seguir creyendo? Más aún ¿Es posible leer a tan notables pensadores y no hablar desde el vacío sobre Dios?

Lo anteriormente descrito ha sido una de mis principales inquietudes, he podido observar cómo estas preguntas impulsan nuevos caminos resultando en importantes rupturas, a veces irresolubles, entre la comunidad fe y los estudiantes. Pareciera ser una opinión bastante generalizada que aquellos que ingresan a estudiar carreras profesionales terminan irremediablemente lejos de las iglesias en las que participaban. Esto es aún más inquietante en el caso de aquellos valerosos creyentes que se animan a estudiar la propia fe. Sí, me refiero a la Teología.

Para quienes ingresan a instituciones de educación teológica evangélico-protestantes se acentúa con mayor fuerza esta ruptura. En etapas iniciales y con el “apetito honesto” de conocer y entender en mayor profundidad la fe, jóvenes ingresan a estudiar teología. Sin embargo, es sumamente llamativo observar, desde mi experiencia, cómo hombres y mujeres mayoritariamente pentecostales durante los primeros semestres de carrera abandonan sus iglesias, por la evidente insatisfacción que les producen sus comunidades de fe, puesto que no responderían a las expectativas o necesidades de la sociedad chilena actual.

En este escenario lleno de contradicciones es importante preguntarse ¿cómo es posible descubrir y/o identificar la misio Dei en las sociedades contemporáneas occidentales? ¿Es posible identificar los elementos propios del cristianismo en este escenario? ¿Cuáles son los riesgos? ¿Será una trayectoria inevitable la pérdida de sentido de los ritos y dogmas que practican los sujetos durante su infancia y/o adolescencia?

La religión en nuestras sociedades actuales se ha caracterizado en las últimas décadas por procesos de personalización, influjos de los medios de comunicación masiva, nuevas lógicas de consumo, exacerbación de lo propio y la desconfianza hacia los otros, esto ha permeado nuestra forma de entender y relacionarnos con lo divino.

En este escenario de dudas más que certezas inicié un proceso de búsqueda de testimonios o vidas de mujeres relevantes en el cristianismo que sobrellevaron y marcaron puntos de inflexión en sus contextos, para intentar aprender y rescatar elementos que me permitiesen responder inquietudes en torno a la identidad cristiana.

Los ejemplos son numerosos, sin embargo, en esta oportunidad me referiré a Tatiana Góricheva quien fue filósofa, dirigente de la juventud comunista durante la Unión Soviética, formada en el ateísmo de la época. No obstante, a sus 26 años luego de recitar el Padrenuestro experimentó una transformación radical. En su trabajo autobiográfico comenta su proceso de conversión:

“Empecé a repetirla mentalmente como un mantra, de modo automático e inexpresivo. La dije unas seis veces; entonces de repente me sentí trastornada por completo. Comprendí – no con mi inteligencia ridícula sino con todo mi ser- que Él existe” [I]

Es interesante notar la sociedad en la que vive, en donde se ha extirpado de las instituciones sociales y políticas todo atisbo de lo religioso, en las escuelas por ley se exigía que cada niño y niña que escribiese que amaba la patria y a Lenin. Además, se clausuraron las instituciones de carácter religioso, y más aún, como datan algunos historiadores, durante la URSS se gestó una persecución sistemática de hombres y mujeres que profesaran algún credo religioso, especialmente la fe cristiana, quienes eran encarcelados, torturados o internados en hospitales psiquiátricos.

¿Cómo se deja descubrir Dios en este escenario? La filósofa relata que es a partir de sus propias inquietudes en la embriaguez del nihilismo, en la pérdida del sentido de la vida que la filosofía existencialista comienza a regalar los primeros sorbos de libertad:

“Sartre pudo conducirnos hasta la frontera de la desesperación en que empieza la fe. Su idea central de que el hombre en cada segundo de su existencia tiene que tomar una decisión libre (…) Porque a Dios le agrada el amor voluntario del hombre, y por respeto a la libre decisión de nuestra voluntad Dios no aniquila el mal del mundo” [II]

En las sociedades occidentales, una cierta forma de filosofía existencialista es categorizada como antirreligiosa que se “manifestaría” abiertamente en contra de los valores cristianos. Desde la cultura occidental, es posible observar los efectos de los acercamientos que emprenden ávidos lectores. Uno de ellos es la confirmación de la negación de los valores cristianos. Por otra parte, el marco ético moral cristiano parece desmoronarse ante la filosofía occidental y la emergencia de nuevos paradigmas de la sociedad contemporánea. Para quienes leen con lentes de la fe, la imagen de Dios sufre una serie de escisiones que se torna casi imposible volver a unir. En contraste a las experiencias en occidente, para la filósofa el existencialismo fue el puente que le permitió trazar caminos hacia el Evangelio, más aún hacia la Iglesia.

Otro aspecto sobre el que llama la atención la pensadora, está relacionado con una de las principales tensiones que enfrentan en la actualidad los cristianos en torno a las preocupaciones vinculadas a la justicia, el cuidado y atención de los desposeídos y oprimidos versus intereses partidistas.

La línea divisoria se hace cada vez más difícil de identificar. Esto se observa frecuentemente en espacios que son de diálogo o confrontación pública, es allí donde se expresan con mayor intensidad y violencia las posiciones o posturas en el abordaje temas sociopolíticos, es en donde quedan de manifiesto las subyugaciones a esos intereses.

Desde esta perspectiva, las generaciones actuales (de las cuales me hago parte) padecen de un hambre de exitismo y una politización exacerbada. La Buena Noticia de la llegada del Reino de Dios queda sepultada ante el activismo político, se camufla entre otros intereses dejando de ser esa levadura llamada a leudar la masa.

Góricheva, además de ser filósofa tras su conversión al cristianismo, formó el primer movimiento femenino en la Unión Soviética y al ser consultada sobre la relación entre la política y el ejercicio de la fe, expresó su preocupación en torno a la homologación de ellas en la actualidad.

“Todo lo que acontece en la vida de un cristiano ha de estar bañado en una luz interior, imbuido en la fuerza de la oración y el amor de una fuerza que nace del corazón y no del cálculo político” [III]

La idea de justicia y conciencia social debe nacer de Dios mismo en nosotros y su máxima expresión es en la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. No considerar a este el elemento angular traerá como consecuencia una serie de errores, uno de los más habituales se ejerce contra nuestros propios hermanos, es decir, contra el Cuerpo de Cristo. Por ejemplo, me refiero a la condena hacia otros cristianos denominados “pasivos”, es decir, aquellos que tras su conversión al cristianismo prefieren no involucrase en temas políticos, puesto que para ellos es tanto mejor reunirse con sus hermanos en la comunidad y dedicarse a la oración, ayuno u otro ejercicio espiritual.

Frente a esto surge la pregunta ¿en qué momento de nuestro desarrollo intelectual dejamos de valorar estos asuntos? ¿En qué momento adoptamos sin más los nuevos marcos teóricos y abandonamos elementos que son fundantes de la fe? Desde la experiencia autobiográfica de Tatiana, pude reencontrarme con una nueva belleza, en el hecho de que en aquellas comunidades (como ella misma refiere) es en donde se da un combate duro entre dos espíritus, el de la verdad y la muerte, y quienes se reúnen son los/as guerreros más valientes del mundo.

“Pero nadie me dijo nunca que el valor supremo de la vida no esté en superar a los otros, en vencerlos, sino amarlos. Amar hasta la muerte, como únicamente lo hiciera el Hijo del hombre” [IV]

Esto no debe interpretarse como un abandono de la acción social hacia de los más desposeídos, por el contrario, exige una radicalidad mayor, debido a que su práctica debe estar determinada por la cruz de Cristo

“Un hombre que ora bien es por fuerza un hombre que ama. Estará siempre al acecho de una oportunidad para socorrer a los necesitados y, si él mismo sufre es agradecido por la ayuda que otros le presten. Cuando los problemas de injusticia social se han intentado resolver sin base espiritual ni oración, los resultados han sido opuestos a lo que se pretendía. La oración proporciona la audacia sin la cual ni siquiera es posible empezar actuar” [V]

Otro aspecto significativo, es que la propia biografía de Góricheva permite observar el rol y la importancia de la iglesia desde sus propias experiencias en Oriente y Occidente. Como hemos descrito, durante su estadía en Rusia, la práctica de fe era severamente castigada, los cristianos se reunían en la clandestinidad y, por tanto, hablar de Dios resultaba muy peligroso, puesto que les podía costar la vida. Sin embargo, en la asistencia a los servicios cada uno de ellos podía comprender y valorar la liturgia, la vida eclesial. La filósofa cita las palabras de Padre Pavel Florenski:

“Interiorizamos y comprendemos la vida de la Iglesia precisamente en el vivir y no en la abstracción intelectual… ¿Qué es lo eclesial? Nueva vida, nuevo espíritu. La Ortodoxia se evidencia, no se demuestra. Por ello, para quienes quieren entenderla, no existe más que un medio, experiencia directa” [VI]

Es en la iglesia, principalmente en la liturgia en donde se experimenta y se comprende la fe, es decir, es la liturgia la expresión de la teología cristiana. Si bien los dogmas y doctrinas fueron elaborados para dar respuesta a corrientes heréticas, en la actualidad refiere la autora, deben vivirse con el corazón y la mente, no son una declaración sino una demostración de lo que creemos. Es en la reunión de los creyentes que el Espíritu Santo perdona y renueva las vidas, sin distinción de género, nivel socioeconómico o trayectoria de vida.

Ahora bien, ¿qué nos muestra la filósofa rusa en su experiencia en Occidente? Hablar de Dios en estas latitudes puede ser igualmente peligroso: advierte el vaciamiento de la fe, señalando lo problemático del hablar culturista occidental, en donde hay un vacío de Dios. En pocas palabras, hablar en vano de Dios. En un mundo de las formas, de las apariencias, de sociedades en donde hablar de Dios, de la vida después de la muerte, de lo trascendente es mal visto y se prefiere hablar sólo de aquellos aspectos que cruzan lo cotidiano e inmediato.

Hablar de Dios resulta peligroso en sociedades en las que creyentes impecablemente vestidos y alimentados en sus zonas confort, con abundancia de palabras y satisfechos de sí mismos, hablan de opresión, caridad o ayuda al prójimo.

¿Qué ocurre con la iglesia y los creyentes en occidente? la imagen que grafica la pensadora es reveladora: “turistas curiosos”, hombres y mujeres acostumbrados a ser visitantes cada domingo de un espacio que no les es propio, creyentes ausentes en donde se refleja una religión hereditaria o sólo fidelidad a una memoria histórica.

“Se comprende que la Iglesia haya podido convertirse en la institución más aburrida del mundo. Se comprende que el milagro de fe, capaz de trasladar montañas y resucitar muertos, haya podido trastocarse en una banalidad. ¡Y sin embargo eso es la Iglesia! Era sencillo amar a la iglesia sencilla, perseguida y llorosa. Ahora trato de amar a una iglesia prospera y satisfecha de sí misma, opuesta a todo lo que demuestra que fue la idea originaria de Iglesia” [VII]

Es indiscutible la severa crisis institucional de las iglesias cristianas, no sólo católicas sino también evangélicas y el desafío es hacerse cargo de aquello. ¿Necesita la iglesia reformas? ¡Claro que sí! Y he aquí una de las tareas para las generaciones actuales, la producción teológica y de las más diversas disciplinas al servicio de las comunidades fe para reforzar y resignificar todo el andamiaje teórico practico que se ha desarrollado a lo largo de la historia: “Sólo aquí en la iglesia he comprendido lo que significa pueblo. Sólo en Dios puede ser el pueblo realmente un pueblo” [VIII]. Es importante hablar de Dios desde la honestidad académica, reconociendo las limitaciones de la intelectualidad y advertir los peligros de convertir el cristianismo en un sistema elaborado de preceptos y prescripciones teóricos y morales.

*Dominique es Cientista política y coordinadora de la Red Teológica de Estudiantes (RTE), Chile.
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Notas
[I] Tatiana Góricheva “Hablar de Dios resulta peligroso: Mis experiencias en Rusia y en Occidente”. (2 edición ed.) 1987. Herder. Barcelona, España. p. 28
[II] Ibid., p. 24
[III] Tatiana Góricheva. La fuerza de la locura cristiana: Mis experiencias (2 edición ed.) 1987. Herder. Barcelona, España. p. 44
[IV] Ibid., p. 22
[V] La fuerza de la locura…, p. 115
[VI] Ibid., p. 24
[VII] Hablar de Dios…, p. 132
[VIII] Ibid., p. 32