Estudios Evangélicos

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Mark Noll, El nuevo aspecto del cristianismo global

El centro es la pregunta no por los números, sino por el tipo de cristianismo que se ha difundido de modo tan impresionante por la tierra.

Mark Noll. The New Shape of World Christianity IVP, Downers Grove, 2009. 212 págs.

 

Mark Noll, uno de los más destacados historiadores del cristianismo norteamericano, ofrece en el presente libro una detenida reflexión sobre el siguiente conjunto de problemas: el cambio geográfico del cristianismo, que ha dejado de ser una fe mayoritariamente europea y norteamericana, el carácter típicamente “norteamericano” que el cristianismo ha adoptado en muchas de las regiones donde más se ha expandido el último siglo y, por último, el vínculo entre dichos dos primeros temas. Esto es, ¿se trata de un “imperialismo” norteamericano disfrazado de misiones? ¿De un voluntario seguimiento de un modelo norteamericano? ¿O estamos ante un fenómeno más complejo, ni ante mera influencia ni mera imposición? El libro entra en cada uno de estos puntos del modo que caracteriza a anteriores obras del autor: con una abundancia de información estadística que avala sus interpretaciones, con una profunda reflexión cristiana que muestra que el autor –a pesar de la cantidad de estadísticas- no reduce todo a números, y con un estilo llano que lo hace fácilmente accesible a no especialistas, en efecto, a toda persona interesada en la forma que actualmente tiene el cristianismo.

 

Por lo que respecta al primer punto, el cambio en la situación mundial, Noll llama nuestra atención sobre datos elocuentes: a la fecha de publicación del libro hay tal vez más cristianos visitando iglesias en China que en toda Europa, más presbiterianos en Gana que en Escocia, más anglicanos en Kenya que en Estados Unidos, más pentecostales en Brasil que en Norteamérica, y en un país como Inglaterra hay actualmente 15.000 extranjeros (mayoritariamente de Asia y África) evangelizando a los “aborígenes” ingleses. Los cambios son elocuentes, y revisados por Noll en muchísimos aspectos. Incluso al margen de la reflexión que constituye el centro del libro, basta este lado informativo del mismo para volverlo altamente recomendable.

 

Pero el centro es la pregunta no por los números, sino por el tipo de cristianismo que se ha difundido de modo tan impresionante por la tierra. Pues se trata de un cristianismo que, al margen de las denominaciones de que se trate, tiene varias características llamativas: se trata muchas veces de iglesias evangélicas pero no particularmente conscientes de sus vínculos con la Reforma, con una relación no muy fluida con la educación superior, con una gran capacidad de uso de medios comunicacionales y económicos a favor de la misión cristiana, y, en su visión de mundo, con una gran división en torno a posiciones premodernas, modernas y postmodernas. Como bien señala el autor, muchas de estas características pueden ser vistas como algo típico del cristianismo norteamericano, a diferencia de las formas más tradicionales que el cristianismo ha tenido en Europa. A propósito de eso se plantea naturalmente la pregunta por la relación entre Estados Unidos y la forma que ha adquirido el cristianismo en el resto del mundo.

 

Tal pregunta merece detenida reflexión, dado que grandes partes del mundo parecen incapaces de una relación madura hacia la cultura norteamericana: o es celebrada como una manifestación del espíritu divino, y se ve la influencia norteamericana como algo absolutamente benigno, o se demoniza lo norteamericano y se denuncia las misiones como acto imperialista –como en el caso de Chávez, llegando hasta la expulsión de los misioneros. Entre estos polos Noll busca una adecuada vía media, pero que no es un mero término medio. Pues uno de los logros principales de su libro es mostrar que no estamos ante un simple caso de influencia que haya que celebrar como buena o rechazar como mala. Mucho más significativo que el hecho la influencia norteamericana -aunque ésta desde luego existe- sería que el grueso del mundo está viviendo procesos culturales similares a los vividos por Estados Unidos un siglo atrás, por lo cual también el cristianismo ha comenzado en muchas partes a adquirir un aspecto “norteamericano” incluso ahí donde no es bajo directa influencia. En ese sentido, más que una relación causal lo que tenemos es una correlación.

 

Tal respuesta por supuesto aún deja muchas preguntas abiertas respecto de los aspectos positivos y negativos que tiene este nuevo aspecto del cristianismo mundial. Noll hace notar algunos de estos problemas, al escribir que “el evangelicalismo contemporáneo está más inclinado a usar las relaciones de mercado para las misiones que a pensar sobre el significado teológico de los mercados” (p.45). En efecto, la nueva forma del cristianismo no puede desentenderse de la vieja forma, pues tiene mucho que heredar de ella, por ejemplo en el campo de la reflexión cristiana. Las dificultades incluso geográficas que para esto hay hoy, saltan a la vista: “mientras que la mayor parte de los cristianos se encuentra en una parte del mundo, las más fuertes instituciones educacionales del cristianismo se encuentran en otra parte del mismo” (p.28). Al respecto es una reflexión mucho más larga la que necesitamos, pero el reciente libro de Mark Noll constituye un excelente diagnóstico desde el cual partir.

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