Estudios Evangélicos

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Plebiscito y guerra santa

Como cristianos estamos enfrentando una guerra. Podrá ser irritante escuchar esta declaración para algunos, pero es la realidad. Miramos el escenario político-social actual y vemos cristianos a favor de una nueva constitución, enfrentados con cristianos a favor de conservar y renovar la actual constitución, lo cual se ha construido como un reflejo de lo que pasa ampliamente en la sociedad. Es un escenario de conflicto. Por un lado u otro santifican y sacralizan sus deseos y valores en contraposición al del otro en un continuo nauseoso.

Pienso que el problema radical yace en definir cuál es la guerra. Nuestra visión del conflicto se ha politizado. Es decir, vemos valores y definiciones e inmediatamente salta a nuestra mente si son de izquierda o derecha. Como lo describiría Hunter––a quién parafraseo–– como regla general, los conservadores son animados por un ideal mítico preocupado por el “orden correcto” de la sociedad. Entienden los, así llamados, “valores tradicionales” como elementos clave para el correcto orden de la sociedad, por lo tanto alguien que no tiene los mismos valores tradicionales es visto como una amenaza. El llamado que hacen es para la acción y a la oración, el primero enmarcado en lo político, casi exclusivamente, llamando a tomar acción para defender sus valores desde la política gubernamental y las leyes, las cuales tienen el poder de conservar el orden adecuado y proteger a la sociedad de la inmoralidad. Las iglesias se ven definidas en su actuar desde lo político, por lo tanto el segundo llamado, a la oración, es como un instrumento para defenderse de la propia amenaza de sus valores. Aquí ocurre que las congregaciones empiezan a socializar y desarrollar su teología desde lo político. Desde esta vereda el deseo es asegurar que la vida pública sea ordenada de acuerdo con sus términos. Entonces, ven la actual constitución como la piedra angular del bienestar de la fe.

Por otro lado–– describe Hunter–– están los progresistas cristianos, quienes son animados por el mito de la equidad y la comunidad y por lo tanto ven la historia como un continuo de una lucha para realizar estos ideales. Es una adopción de los valores de la libertad, equidad y fraternidad de la Revolución Francesa, que en una palabra podría ser: justicia. Desde el punto de vista religioso, la libertad es descrita como una liberación individual y colectiva de la pobreza causada por la dominación y explotación económica de los más ricos. Y la fraternidad es descrita como una comunidad solidaria entre iguales. La tradición bíblica a la que apelan es la profética, en la cual se condena a los más ricos por su abuso del pobre, del débil y del marginalizado. Existe un fuerte sentido de escatología realizada, es decir, la realización del Reino de los Cielos, donde la justicia, la paz, la equidad y la comunidad existen en su último estado de perfección. Como resultado se evalúa el ala conservadora del cristianismo como estrecha en su visión de los problemas, el efecto, según los progresistas, es una distorsión de las enseñanzas de Jesús y de la fe cristiana. ¿Cuál es la solución que proponen? Es crear un mundo mas justo. Esto significa por supuesto, darle una apropiada atención a las necesidades del pobre, ¿pero cómo? A través de la política.

¿Cuál es el resultado que obtenemos? Vemos una ironía–– responde Hunter––. La razón es que teniendo un mensaje obviamente diferente. Ambos lados de la calzada tienen un mismo marco de pensamiento, método y estilo de relacionarse con la cultura, los políticamente conservadores dentro de la Iglesia, son bastante similares a los políticamente progresistas dentro de la Iglesia. Quizás tu mismo te has dado cuenta de esto en medio de conversaciones, redes sociales y diferentes grupos de interacción. Lo que vemos es una politización del conflicto religioso. Vemos una santificación de valores. Vemos demonizaciones, temores y esperanzas. Vemos movimientos políticos siendo santificados y otros siendo vistos como enemigos espirituales. ¿Qué es lo que realmente esta pasando? Ambos grupos, y sus matices, han fallado en entender la verdadera antítesis en la historia. Como resultado han encontrado en la política el “poder” para dominar y tener el mundo para si, dibujando el horizonte que mejor les parece. Esa es su Guerra Santa.

¿Cómo podemos responder y proponer? Primero, creo que lo mejor es definir el conflicto. La Palabra de Dios define el conflicto principal como la “enemistad entre tú [Satanás] y la mujer, y entre tu simiente y la de ella; su simiente te aplastará la cabeza, pero tú le morderás el talón” (Génesis 3:15). Esto es a lo que Henry R. Van Til se refiere como la verdadera antítesis, entendida como “la Simiente de la mujer (la Palabra encarnada y todos aquellos que son incorporados por la fe en su Iglesia) y la simiente de la Serpiente (todos aquellos que viven en enemistad con Dios y que persisten en su apostasía fuera del pacto)”[1]. Este es el verdadero conflicto, esta es la verdadera Guerra Santa que vemos desenvolverse en el relato de la Palabra de Dios y que vemos en su climax en las horas mas oscuras cercanas a la crucifixión de Jesús, la simiente de la mujer.

En aquellas horas, cuando Jesús es arrestado en la oscuridad de la noche, dice: “Luego dijo a los jefes de los sacerdotes, a los capitanes del templo y a los ancianos, que habían venido a prenderlo:—¿Acaso soy un bandido, para que vengan contra mí con espadas y palos? Todos los días estaba con ustedes en el templo, y no se atrevieron a ponerme las manos encima. Pero ya ha llegado la hora de ustedes, cuando reinan las tinieblas.” (Lucas 22:52-53). Ese era el tiempo en donde reinaban las tinieblas––como explica Leandro Lima–– “El tiempo cuando Jesús estaba diariamente en el templo, ellas no tenían poder para hacer eso. “No se atrevieron a ponerme las manos encima” dice enfáticamente Jesús, “Pero ya ha llegado la hora de ustedes”, o sea, es el momento en que ustedes tienen derecho de hacer esto, pues son las “autoridades de las tinieblas”. Por tanto, Jesús fue aprisionado porque las tinieblas habían alcanzado “autoridad” para hacer eso” [2]. Pero aquella hora también marcó el triunfo sobre la oscuridad, como los describe Pablo mas adelante en la carta a los Gálatas cuando habla de la crucifixión: “Desarmó a los poderes y a las potestades, y por medio de Cristo los humilló en público al exhibirlos en su desfile triunfal” (Gálatas 3:15). Incluso va mas allá en la Carta a los Efesios cuando habla de su ascensión: “Cuando ascendió a lo alto, se llevó consigo a los cautivos” (Efesios 4:8). Cual general que toma consigo a los prisioneros enemigos. De manera que, tal como lo describe Pedro, “subió al cielo y tomó su lugar a la derecha de Dios, y a quien están sometidos los ángeles, las autoridades y los poderes” (1 Pedro 3:22). Cristo ha triunfado y prueba de ello es el Espíritu Santo en su pueblo, tal como lo había prometido (Lucas 24:49, Hechos 1:4-5). Por lo tanto vemos que la ascensión de Cristo a los cielos es el momento en que Jesús es entronizado y su pueblo recibe los beneficios de este Rey soberano que ha triunfado. “Su tarea ahora es “destruir” a esos enemigos. El sentido en que esto es un proceso se debe exclusivamente al hecho de que el método de expansión del reino es la predicación del Evangelio a través del testimonio de los discípulos. Por ese motivo, todavía les es permitido a esos enemigos continuar presentes en el mundo, sin embargo, la derrota de ellos ya aconteció, aguardando solo la plena ejecución conquistada por Cristo” [3].

La Guerra Santa ya libró su mas importante batalla. La antítesis ya tiene un resultado: la simiente de la Mujer ha triunfado. Por tanto, nosotros hoy nos encontramos en un terreno de Guerra Santa ya ganado por el Rey. Pablo anima a los creyentes a usar la armadura de Dios cuyos pertrechos son la verdad, la justicia, la disposición de proclamar el evangelio de la paz, la fe, la salvación y la Palabra de Dios, que es la espada del Espíritu Santo (Efesios 5:10-17). Si somos agudos, podremos darnos cuenta que esta armadura fue ganada por Cristo. No hay componentes humanos. He ahí que la política no es un arma, sino un escenario dónde se libra la batalla en victoria de los creyentes. Si somos aún mas agudos, podremos darnos cuenta que la línea de batalla no se libra en algún terreno externo específico por sobre otro. Sino que, como la antítesis antes mencionada, se arraiga en el corazón, va a afectar la totalidad de la existencia del ser humano. La línea de batalla se dibuja en el corazón del ser humano, que lucha contra la influencia de su propia perversión pecaminosa, contra el sistema mundano anti-Dios y contra Satanás, con las armas y el poder que el Rey Jesús obtuvo para el creyente, sin olvidar el escenario de victoria que se ha establecido. He ahí que podemos entender que toda la vida del creyentes es importante, no solo lo enmarcado dentro del escenario político, sino toda la gran variedad de ocupaciones y relaciones que el cristiano sostiene, mientras espera ansiosamente la venida de del día de Dios, viviendo como Dios manda y siguiendo una conducta intachable (2 Pedro 3:11).

Lo que propongo al entender lo anterior es lo siguiente:

• La ocupación importa: necesitamos aceptar que el esquema politizado en el que nos encontramos le otorga demasiada importancia a la política por sobre las relaciones personales y la ocupación que ejercen las personas. “El actor clave en la historia no es el individuo genio [el “Gran Hombre”, un solitario líder que traspasó su visión], sino que en lugar de eso las redes y las nuevas instituciones que son creadas a partir de esas redes. En la medida que la red es mas densa ––esto es, lo mas activa e interactiva que es–– más influencia puede llegar a tener” [4]. En consecuencia somos desafiados a crear redes por medio de las ocupaciones que puedan servir a la gran vocación de buscar la gloria de Dios, al direccionarlas para el establecimiento de redes relacionales sociales. Un entramado rico de relaciones que bendice a la sociedad no coercitivamente, sino ofreciendo servicio y creando desde diferentes ámbitos del quehacer humano para la ciudad, no necesariamente para los que forman parte de la comunidad del Pacto.
• Paz y no quietud: No puedo no hacer eco de las palabras de Francis Schaeffer, al decir: “rehusar hacer lo que podamos por aquellos que están bajo el poder de los opresores no es otra cosa que fallar en el amor cristiano… Esta es la razón por la que no soy un pacifista. El pacifismo en este mundo caído, perdido y empobrecido por el pecado, significa que tendríamos que abandonar a la gente que más necesita nuestra ayuda» [5].

La salvación del creyente no implico quietud o un pacifismo fofo, sino el sacrificio activo de Cristo, sangre, sudor y lagrimas. Tenemos que prepararnos para servir al mundo de la manera en que hemos sido servido por nuestro Señor.
• La Iglesia Cristiana nunca ha sido políticamente homogénea. Por más que muchos desde dentro o fuera de la iglesia estén hambrientos por leer o describir una definición política de la iglesia, NUNCA se logrará hacer. La razón es debido a que la iglesia no se define primordialmente desde lo político, sino como es una comunidad creada desde el Cielo, y la justificación por gracia es su núcleo identitario, entonces se sobrepone a lo político. He ahí entonces que no existe uniformidad en sus miembros en lo que respecta a esto. La filiación política de sus miembros no tiene poder y no debe identificar a la Iglesia. Esto es lo que la hace realmente una comunidad diversa, y no una secta.

Mi deseo al escribir este articulo es que la iglesia en pleno pueda celebrar un proceso democrático, que en la soberanía de Dios, puede ser utilizado para su gran gloria independientemente del resultado. Así, poder acercarnos a este proceso con altura de miras, con la altura de miras del evangelio. Y, como resultado, produciendo un pueblo de creyentes amoroso, serviciales, con visión de servicio sacrificial a largo plazo y con una visión mucho mas rica e integral de la sociedad a la cual pertenecemos mientras esperamos la consumación del Reino de nuestro triunfante Señor.

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Notas

[1] Henry Van Til, El Concepto Calvinista de la Cultura (Costa Rica: Editorial CLIR, 2015), 274.
[2] Leandro Lima, A Grande Batalha Escatológica: O Significado da Vinda de Cristo (São Paulo: Editora Agathos, 2016), 61.
[3] Lima, 116.
[4] James Davison Hunter, To Change the World: The Irony, Tragedy, and Possibility of Christianity in the Late Modern World, Edición: 1 (New York: Oxford University Press, 2010), 37–38.
[5] Francis A. Schaeffer, A Christian View of the West, vol. 5, The Complete Works of Francis A Schaeffer, A Christian Worldview (Westchester, Ill: Crossway Books, 1982), 293–94.

Bibliografía

Hunter, James Davison. To Change the World: The Irony, Tragedy, and Possibility of Christianity in the Late Modern World. Edición: 1. New York: Oxford University Press, 2010.
Lima, Leandro. A Grande Batalha Escatológica: O Significado da Vinda de Cristo. São Paulo: Editora Agathos, 2016.
Schaeffer, Francis A. A Christian View of the West. Vol. 5. 5 vols. The Complete Works of Francis A Schaeffer, A Christian Worldview. Westchester, Ill: Crossway Books, 1982.
Van Til, Henry. El Concepto Calvinista de la Cultura. Costa Rica: Editorial CLIR, 2015.