Estudios Evangélicos

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El cristianismo y el servicio social en la Gran Bretaña moderna, de Frank Prochaska

Por Richard Godden*

Frank Prochaska describe a su libro “El cristianismo y el servicio social en la Gran Bretaña moderna” como “un estudio interpretativo que busca contribuir a la historia del servicio social, el declive religioso y las tradiciones democráticas” (p. vii). No hay duda de que, entre finales de los años victorianos y el siglo XXI, la provisión voluntaria de servicios sociales en el Reino Unido fue sustancialmente reemplazada por la provisión estatal y, durante el mismo período, el cristianismo en el Reino Unido declinó. Frank Prochaska busca examinar la conexión entre estos dos procesos.

Desarrolla su análisis examinando primero las creencias que subyacen a la acción social cristiana del siglo XIX y brindando una visión general del panorama filantrópico del siglo XIX, antes de pasar a considerar cuatro áreas específicas: educación, asistencia, maternidad y enfermería. En cada caso, examina la motivación, la naturaleza y el crecimiento de la acción cristiana voluntaria durante el siglo XIX y los cambios (principalmente el declive) que se produjeron entre el último cuarto de ese siglo y los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial y, en alguna medida, más allá. En el capítulo final, pasa a examinar las actitudes en posguerra y se esfuerza por sacar conclusiones más amplias.

Estas conclusiones condenan a los líderes cristianos del Reino Unido, especialmente a los de la Iglesia de Inglaterra. Prochaska sugiere que, en los años de la posguerra, “el estado de servicio civil y ministerial había desalojado al pluralismo civil, cuyos cimientos yacían en las nociones cristianas de responsabilidad individual” (p. 150) y que “los líderes cristianos fallaron en observar las consecuencias de respaldar a un mundo colectivista secular sin un propósito redentor” (p. 151). Refiriéndose a la Iglesia de Inglaterra, comenta que “rara vez una institución británica ha participado tan voluntariamente en su ruina. Los obispos apagaron las velas para ver mejor en la oscuridad” (p. 152).

Los obispos y otros líderes cristianos harían bien en reflexionar sobre esto, pero no son los únicos que deberían detenerse a pensar. El libro plantea preguntas importantes sobre el impacto del Estado del Bienestar en la responsabilidad moral, la libertad y la democracia. Las conclusiones de Prochaska deberían ser consideradas por todos aquellos que han apoyado con entusiasmo su creación y ampliación. Afirma que “en lo que podría verse como el equivalente de bienestar de la renovación urbana, la reconstrucción integral devastó gran parte del tejido histórico de los servicios sociales voluntarios” (p. 150) y que, en los años de la posguerra, “las personas podían sentirse satisfechas pagando sus impuestos, pero en muchos sentidos eran más impotentes en una era de sufragio universal y democracia parlamentaria que sus antepasados privados de sus derechos bajo un sistema oligárquico” (p. 149).

Prochaska admite que, en cierta medida, el panorama ha cambiado en los últimos 40 años, pero no cree que el cambio sea fundamental y analiza con preocupación la creciente canalización de dinero del Gobierno a través de organizaciones benéficas, sugiriendo que ello socava la esencia del voluntarismo. Él señala que “si un sector voluntario financiado y regulado cada vez más por el gobierno promoverá la libertad, sigue siendo un problema” (p. 174).

Los de tendencia izquierdista bien pueden recular con este tipo de análisis, pero sería un error concluir que Prochaska está en una cruzada contra el Estado del Bienestar. De hecho, no analiza sus méritos y deméritos. Ese no es su tema. Además, si bien claramente muestra respeto por el voluntarismo del siglo XIX y por lo que él llama “el temperamento religioso y su papel en la sociedad y la política” (p. vii), no se muestra ilusionado con él, y sus comentarios sobre el impacto del cristianismo y su declive provienen de fuera de la Iglesia en vista que afirma no tener fe religiosa personal (p. vii).

El libro tiene varios errores. Como sugieren las citas anteriores, Prochaska tiene una inclinación por las grandes declaraciones y muchas de ellas están menos vinculadas a la evidencia que ha presentado de lo que cabría esperar de un académico senior de Harvard. Además, algunas de sus afirmaciones relacionadas con el cristianismo están equivocadas. Por ejemplo, sobre la base de su comprensión de la teología de John Wesley, parece creer que el arminianismo había reemplazado al calvinismo dentro del evangelicalismo británico a fines del siglo XVIII (p. 7), lo cual ciertamente no es así.

Más delicado aún, aunque muchas de las conexiones que establece entre el surgimiento del Estado de Bienestar y el declive del cristianismo invitan a la reflexión, es probable que la mayoría de los lectores se pregunten si realmente ha demostrado una relación de causa y efecto entre ambos. El veredicto sobre su tesis fundamental debe ser “no probado”.

Dicho esto, su examen del voluntarismo del siglo XIX es fascinante. Será una revelación para muchos lectores que desconocen la enorme escala del esfuerzo voluntario cristiano (en gran parte evangélico) en el siglo XIX. La descripción de las creencias y estructuras sociales que sustentaron esto (incluido el papel de la mujer) es de gran importancia. Cualquier discusión sobre el Estado del Bienestar en el siglo XXI debe tener en cuenta estas cosas si se quiere evitar proceder sobre la base de premisas falsas sobre lo que es y lo que no es posible.

En términos más generales, pocas personas hoy en día (cristianas o no) tienen una apreciación clara del grado en que los valores y la cultura del Reino Unido han cambiado en los últimos 125 años. Al igual que la mayoría de las generaciones, tenemos una tendencia a descartar a nuestros predecesores como ignorantes o al menos no ilustrados y sin sentido crítico para igualar cambio y progreso. Como dice Prochaska, “Al rechazar la piedad y las jerarquías sociales de nuestros antepasados, tendemos a olvidar que la benevolencia y la cercanía al prójimo, el ayudarse a uno mismo y la ayuda a los demás, estaban entre los valores cristianos más urgentes. También tendemos a olvidar que gran parte del idealismo y la cultura democrática de Gran Bretaña surgieron de estos valores” (p. 2). Prochaska nos ayuda a recordar y comprender.

Aún más, el libro es una buena lectura y contiene una mezcla informativa y atractiva de evidencia estadística y anecdótica, la última dando vida al tema de una manera que las meras estadísticas no pueden lograr. Incluso aquellos que están en desacuerdo fundamental con lo que dice Prochaska deberían disfrutar leyendo el libro y beneficiarse de ello.
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Richard Godden es abogado y ha sido asesor de transacciones en distintas partes del mundo. Ha sido Secretario del UK Takeover Panel y adscrito a la oficina de Linklaters en Hong Kong.

Originalmente publicado en The Centre for Enterprise, Markets and Ethics. Traducido con autorización. Traducción de Luis Aránguiz Kahn.