Estudios Evangélicos

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La espiritualidad de los puritanos

Néstor Rubilar

El Cristianismo, en sus largos años de historia, ha gozado de varios movimientos espirituales como la espiritualidad patrística, medieval, reformada, puritana y evangélica. Todos estos movimientos han sido vasos comunicantes que han fortalecido la fe una vez dada a los santos.

El Puritanismo fue un movimiento eclesiástico, político, teológico, pero por sobre todo fue un movimiento fuertemente espiritual con un énfasis en la conversión y la religión experimental [I]. El puritanismo como movimiento espiritual fue diverso en sus creencias. Como también lo fueron los reformadores y antes el movimiento patrístico. Ellos también tenían sus diferencias, no solo eclesiástica y políticamente, sino también teológicamente. Eclesiológicamente había anglicanos como William Perkins, independientes como John Owen, presbiterianos como Thomas Watson, y bautistas como John Bunyan. Doctrinalmente, había calvinistas como Thomas Goodwin, calvinistas moderados (amiraldianos) como Richard Baxter y arminianos como John Goodwin. Sin embargo, todos estos puritanos practicaron la misma espiritualidad.

La savia que alimentó la rica espiritualidad de los puritanos fue su devoción por Dios, o como se le llamó a los escritos del eminente puritano Escocés Samuel Rutherford, el “Gustus Pietatis”, el placer por la piedad [II]. Piedad es el termino que mejor define la vida espiritual de los puritanos. El termino “espiritualidad” rara vez fue usado por los puritanos. En sus tratados, predicaciones y conferencias nunca usaron el titulo “espiritualidad”, ellos escribieron, predicaron, enseñaron y reformaron fuertemente por y para la piedad.

La piedad para los puritanos era la misma llama viva que ardía en el pecho de Juan Calvino y los Reformadores. Calvino en la Institución de la Religión Cristiana define la piedad de la siguiente manera: “Llamo piedad a una reverencia unida al amor de Dios, que el conocimiento de Dios produce”, y luego afirma: “no hay verdadero conocimiento donde no hay verdadera piedad” [III].

Para comprender la espiritualidad de los puritanos debemos notar con profunda atención los distintivos que ellos dejaron plasmados en sus obras sobre la piedad. Estos distintivos fueron: un celo por la predicación del evangelio puro, la dulce comunión con Cristo, la firme sumisión a la soberanía de Dios, la comunión de los santos, el ejercicio de la meditación en las escrituras, el arte de conferenciar las doctrinas fundamentales del evangelio, una visión constante de la eternidad, este era el tema favorito de los puritanos, como dijo el Predicador Leonard Ravenhill: “Estoy convencido que la cosa más grandiosa de los Predicadores Puritanos es que ellos vivían en la Eternidad seis días a la semana, y bajaban a la tierra el séptimo!”.

En este escrito solo me referiré a algunos de los muchos distintivos de la robusta espiritualidad de los puritanos. Para consultar estudios más acabados sobre la vida, obra y cosmovisión de los puritanos recomiendo los siguientes textos:

En inglés: Puritan Theology de Joel R. Beeke, Puritan Portraits de J.I Packer, The Spiritual Brotherhood de Paul R. Schaefer Jr, Meet the Puritans de Joel R. Beeke & Randall J. Pederson. En español: La Espiritualidad Puritana y Reformada de Joel R. Beeke, Los Puritanos de Martyn LLoyd-Jones.

Los Puritanos, en primer lugar, enfatizaron la necesidad de la predicación bíblica y la enseñanza de la sana doctrina reformada. La predicación de los puritanos desde mediados del siglo XVI y hasta el siglo XVII, fue llamada la edad dorada de la predicación. Ningún grupo de ministros en la historia de la iglesia hizo tanto por la predicación bíblica, doctrinal, experimental y practica como lo hicieron los puritanos.

“ellos levantan nuestra mirada hacia la grandeza y la alegría de Dios. Nos abren los ojos a la belleza y gloria de Cristo. Pinchan nuestras conciencias con la sutileza y la pecaminosidad del pecado. Encantan y deleitan el alma con el poder y la gloria de la gracia. Sondean las profundidades del alma con una profunda comprensión bíblica, práctica y psicológica. Ellos sostienen y fortalecen el alma a través del sufrimiento al exponer la doctrina de la soberanía de Dios. Nos ponen la mira y centran nuestro afecto en las realidades eternas” [IV]

Toda la espiritualidad practica de los puritanos brilla en su visión exaltada de la predicación del evangelio. Ellos predicaron con pasión ardiente por medio de lágrimas y ruegos. Así lo relata el historiador americano Allen Guelzo: “John Rogers, un pastor Puritano, advirtió a su congregación contra el descuido de las Escrituras y les dijo lo que Dios podría decirles: «Les he confiado mi Palabra tanto tiempo… algunas están en sus casas todas llenas de polvo y telarañas, sin preocupación por escucharla ¿Entonces usan mi Palabra? Bueno, ya no tendrán mi Palabra—Rogers tomó su Biblia y salió del púlpito, se arrodilló y clamo por la gente: «¡Señor!, quítanos lo que sea, pero no quites tu Palabra de nosotros; quita a nuestros hijos, quema nuestras casas, destruye nuestras cosechas y nuestros bienes; solo déjanos tu Palabra, no quites tu Palabra», «Esta bien», dijo el Pastor, personificando a Dios. «Les daré tiempo; aquí tienen mi Palabra. Veré cómo la usas, si la buscas más, si la amas más, si la observas más y vivirás según eso». Thomas Goodwin, el celebre teólogo puritano, estaba tan conmovido que, cuando salió de la iglesia, lloró sobre el cuello de su caballo por quince minutos antes de sentirse fuerte para montarlo [V].

Los puritanos creían firmemente que el único medio por el cual Dios edifica a su Iglesia es por el ministerio de la predicación, tal como lo enseña la pregunta 159 del Catecismo Mayor de Westminster: “¿Cómo debe ser predicada la palabra de Dios por los que son llamados para ello? Respuesta. Los que son llamados para trabajar en el ministerio de la palabra deben predicar doctrina sana, con diligencia, a tiempo y fuera de tiempo; plenamente, no con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y con poder, con fidelidad, dando a conocer todo el consejo de Dios; con sabiduría, adaptándose a las necesidades y capacidades de los oyentes; con celo, con amor ferviente a Dios y a las almas de su pueblo; con sinceridad, buscando la gloria de Dios, y la conversión, edificación, y salvación de las almas”.

Tal fue el amor por la predicación como medio para glorificar a Dios y edificar a la iglesia, que los puritanos establecieron un programa para reformar todo el ministerio de la palabra, ellos predicaron donde sea que Dios les abriera un pulpito. A veces en el campo, otras veces en cuevas o en un bosque, y frecuentemente en los hogares a través de sistema de catequización familiar. Como lo hizo Richard Baxter en Kidderminster.

También diseñaron conferencias magistrales, que no eran conferencias académicas sino tiempos especialmente designados para la predicación del evangelio. Estas conferencias fueron conocidas como «ejercicios piadosos». Consistían en que, de tres a seis ministros, predicarían sobre el mismo texto, moviéndose desde el más joven hasta el más viejo. El último predicador resumiría los puntos y enfatizaría los «usos» prácticos de las doctrinas expuestas [VI].

En segundo lugar, los puritanos enfatizaron la comunión diaria con Cristo, en dependencia del Espíritu Santo a través del uso constante de las Sagradas Escrituras para lograr una experiencia práctica de la Fe. Respecto a esta enseñanza típicamente puritana, que también podemos encontrar en los escritos de Matthew Henry, John Owen y Richard Sibbes, Samuel Rutherford exhorta a la dulce comunión con Cristo de esta manera:

“Esfuércese por hacer de la Oración, la Lectura, la Comunión santa y el Dialogo santo su deleite; y cuando el deleite entre, olerás poco a poco la dulzura de Cristo, hasta que al final tu alma, cabeza y oídos rebosen en la dulzura de Cristo. Entonces serás llevado con el Señor a la cima de la montaña, para conocer los arrebatos de amor espiritual, la gloria y excelencia de un Cristo visto, revelado, sentido y abrazado; y entonces no podrás liberarte de Cristo y atar tu alma a viejos amantes. Sin estos afectos el alma, la voluntad, y la mente se estancan. Los afectos son los pies del alma y las ruedas sobre las que corre la conciencia. Cuando un hombre está fuera de sus pies, no puede correr ni caminar; entonces, cuando los afectos son cojos, el alma se mueve con muletas» [VII]

Para Rutherford, la religión verdadera involucra la experiencia espiritual (Ortopatía) tanto como la creencia en la doctrina correcta (Ortodoxia) y la santa obediencia (Ortopraxis) a la Palabra de Dios. El objetivo de la vida espiritual de los puritanos es disfrutar a Dios y glorificarlo en todo.

En este ardiente deseo los Puritanos no fueron egoístas, ellos se entregaron al trabajo literario como herramienta para promover la gloria de Dios y la edificación de la Iglesia, imprimieron numerosos sermones en forma de libros, también comentarios bíblicos que básicamente eran sermones de alguna serie que estaban predicando, manuales de consejerías para tratar las enfermedades del alma, así como innumerables tratados sobre la piedad practica.

En la década de 1560, se publicaron nueve volúmenes de sermones puritanos; en la década de 1570, sesenta y nueve volúmenes; en la década de 1580, 113 volúmenes; y en la década de 1590, 140 volúmenes. Nunca en la historia de la Iglesia hubo tanta producción literaria y de tanta riqueza y profundidad espiritual como en la era puritana.

En 1660 el puritano Richard Alleine escribió cuatro volúmenes donde entrega exhortaciones practicas de la vida espiritual titulado “Vindicación de la piedad” (Vindiciae Pietatis). Su colega Lewis Bayly, escribió “La Practica de la Piedad”, una guía para complacer a Dios. La práctica de la piedad está llena de pautas bíblicas y prácticas sobre la búsqueda de la vida santa. El autor comienza su trabajo con «una descripción clara del ser Dios y sus atributos. La doctrina del ser de Dios fue la base para la piedad de los puritanos. La espiritualidad de los puritanos surge del conocimiento profundo del Dios asombroso al que llamamos Padre. Esta magnifica obra fue uno de los libros devocionales más leídos después del Progreso del peregrino de John Bunyan. Bunyan mismo trazó el comienzo de sus convicciones espirituales hasta la lectura del manual de Lewis Bayly. [VIII]. Todos estos escritos, sin mencionar la Medula de la Teología de William Ames, son ejemplos de la profunda visión espiritual de los puritanos de los cuales podemos seguir aprendiendo hoy.

En tercer lugar, los puritanos alentaron a la iglesia a caminar en esta tierra con la esperanza de la visión beatífica. Para los puritanos Cristo es nuestra gloria, y cualquier otra gloria oscurece al lado de la más grande esperanza para el cristiano, que es ver a Cristo tal como es y estar con Él para siempre. Antes de morir, Samuel Rutherford dijo: «Brillaré, lo veré tal como Él es, lo veré reinar y toda su compañía justa con Él…Mis ojos verán a mi Redentor » [IX]

Richard Sibbes escribió: “El cielo no es el cielo sin Cristo. Es mejor estar en cualquier lugar con Cristo que estar en el cielo sin él. Todas las delicias sin Cristo no son más que un banquete fúnebre. Donde el maestro de la fiesta está ausente, no hay nada más que pesar. ¿Qué es todo sin Cristo? Yo digo que las alegrías del cielo no son las alegrías del cielo sin Cristo; él es el mismísimo cielo del cielo” [X].

De los puritanos aprendemos que si deseamos ser de algún bien terrenal, primero debemos ser de mente celestial, y que para poner nuestra mente en el cielo debemos llenarnos con pensamientos de la Persona más gloriosa que jamás haya existido.

Thomas Goodwin dijo: “¿Es Cristo tan glorioso? ¿Qué será el cielo, sino el ver la gloria de Cristo? Si Dios hubiera creado mundos de criaturas gloriosas, nunca podrían haber expresado su gloria como su Hijo; por lo tanto, en el cielo se expresa así, Juan 17: «Quiero que estén conmigo para que vean mi gloria». ¿En qué consiste, pues, esa gran comunión de gloria que habrá en el cielo? Es al ver la gloria de Cristo, que es la imagen del Dios invisible que se adora … Por lo tanto, es la visión de Cristo lo que hace el cielo; por lo que uno dijo: Si me arrojaran a cualquier agujero, y si pudiera tener una grieta para ver a Cristo siempre, ese sería el cielo suficiente” [XI].

La esperanza puritana de la visión beatifica alentó a la iglesia a enfrentar cualquiera que sea el desaliento, o valle oscuro que se encuentre atravesando el cristiano.

¿Que podemos aprender de los puritanos?

Hay muchos que se resisten a tener a los puritanos como un modelo espiritual, principalmente por la larga brecha generacional. Después de todo, qué tienen que enseñarnos estos hombres de negro y gorros con hebilla a la generación del Streaming y el Facebook Live. Pero más allá de la caricatura y los prejuicios que hasta el día de hoy persisten contra este movimiento espiritual, tenemos mucho que aprender como lo hicieron los reformadores de la segunda reforma holandesa (Nadere Reformatie) y el propio John Wesley (para una mayor documentación sobre la herencia puritana de Wesley, consultar el libro: “John Wesley: His Puritan Heritage” de Robert C. Monk). Es difícil reconocer la herencia espiritual puritana de Wesley por la constante lucha entre calvinismo y arminianismo. Sin embargo, para quien lea con atención las obras de Wesley encontrará mucho del enfoque de la vida cristiana que insiste en la santidad del corazón y vida tal como lo hace John Owen. También en los afectos religiosos suena muy familiar a los escritos del Puritano Henry Scougal, quien escribió el libro favorito de su hermano Charles Wesley: “La Vida de Dios en el Corazón del Hombre”.

Sobre el vínculo entre el Puritanismo Inglés y la Segunda Reforma Holandesa, Joel Beeke comenta la relación y el compañerismo espiritual: “La Reforma holandesa también se le llamó «puritanismo holandés». A primera vista, eso parece útil, ya que la Nadere Reformatie es la contraparte holandesa del puritanismo inglés. El vínculo entre esos movimientos es fuerte, histórica y teológicamente. Keith Sprunger ha demostrado que durante el siglo XVII decenas de miles de creyentes anglo-escoceses de tradición puritana vivieron en los Países Bajos. Esos creyentes representaban unas cuarenta congregaciones y 350 ministros. Los teólogos del puritanismo inglés y de la reforma holandesa se respetaron mutuamente. Se enriquecieron mutuamente a través del contacto personal y sus escritos, tanto sus tratados latinos como los muchos libros traducidos del inglés al holandés” [XII]

De los puritanos podemos aprender que la espiritualidad no es esa cosa religiosa que funciona y se siente bien dentro de cuatro paredes. Más bien, la espiritualidad que busca la piedad glorificando a Dios en todo el quehacer humano siempre traerá fruto maduro para el bien del reino de Dios. Así los puritanos vivieron su espiritualidad en medio de persecución, oposición, encarcelamientos, pérdida de sus congregaciones, problemas financieros, daños físicos y la muerte misma. También enfrentaron los males de su propio tiempo como hambrunas, pestes, agitación política y guerras civiles.

La teología para la vida de los puritanos es una teología probada, disfrutada, que brilla en los sufrimientos y calienta el corazón de aquellos que se sienten entumecidos por las difíciles circunstancias. En la espiritualidad puritana tenemos un fuego amigo donde poder calentarnos, encender nuestros propios fuegos y convertirnos en una bendición para todo el cuerpo de Cristo como lo fueron ellos hasta el día de hoy.

«Los puritanos me dieron a conocer que toda teología es también espiritualidad, en el sentido de que tiene una influencia, buena o mala, positiva o negativa, en la relación o falta de relación con Dios. Si nuestra teología no sensibiliza la conciencia y suaviza el corazón, realmente endurecerá ambos; si no promueve un compromiso con de la fe, reforzará la indiferencia de incredulidad; si fracasa en promover la humildad, inevitablemente alimentará el orgullo. Así que, uno que teologiza en público, ya sea que en el púlpito, en el estrado o en escrito, o informalmente en el sillón, debe pensar bien acerca del efecto que sus pensamientos tendrán en el pueblo – el pueblo de Dios, y en otras personas» (J.I Packer)

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Notas

[I] “The Logic of Assurance in English Puritan Theology,” Westminster Theological Journal 52 [1990]:247
[II] “Gustus pietatis”, citado en: “The King in His Beauty”: The Piety of Samuel Rutherford (Introduced and Edited by Matthew Vogan, Reformation Heritage Books, Grand Rapids, Michigan), 19
[III] Juan Calvino, Institución de la Religión Cristiana Libro I, Capitulo 2: En qué consiste conocer a Dios y cuál es La finalidad de este conocimiento
[IV]Brian G. Hedges, “Puritan Writers Enrich The Modern Church”, Banner of Truth 529 (October 2007): 5-10,
[V] Allen C. Guelzo, “The Puritan Preaching Ministry in Old and New England,” Journal of Christian Reconstruction 6, 2 (1980):24-25.
[VI] Joel R. Beeke, Reformed Preaching Proclaiming God’s Word from the Heart of the Preacher to the Heart of His People, p186
[VII] “Communion Sermons, 316.”, citado en: “The King in His Beauty”: The Piety of Samuel Rutherford (Introduced and Edited by Matthew Vogan, Reformation Heritage Books, Grand Rapids, Michigan), p 12
[VIII] Meet the Puritans, Reformation Heritage Books, 54, 97
[IX] (Samuel Rutherford, Joshua Redivivus: or, Three Hundred and Fifty-two Religious Letters (Glasgow: John Bryce, 1765)
[X] (Richard Sibbes, “Christ is Best, Or St. Paul’s Strait,” in Works, 1:339.)
[XI] Thomas Goodwin, “Three Sermons on Hebrews 1.1,2,” in Works, 5:547–48.
[XII] Introduction to the Dutch Further Reformation, Meet the Puritans p. 704