Estudios Evangélicos

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Nueve atributos de un cristiano culto

Numerosos libros, blogs y conferencias se han desarrollado alrededor de estos temas. Y con justa razón. Esta es un área en la que el cristianismo evangélico se ha comportado de un modo notoriamente apático por mucho tiempo.

Por estos días existe mucha conversación respecto de “involucrarse en la cultura” y sobre cuán importante es para los cristianos ser hacedores de cultura, observadores de cultura y ser culturalmente propositivos. Numerosos libros, blogs y conferencias se han desarrollado alrededor de estos temas. Y con justa razón. Esta es un área en la que el cristianismo evangélico se ha comportado de un modo notoriamente apático por mucho tiempo.

¿Pero a qué realmente se parece un “cristiano culto”?  Y por “culto” no quiero decir a la moda, ni me refiero a aristócratas bien vestidos que frecuentan la ópera y van a inauguraciones de galerías de arte. Sólo me refiero a personas que toman la cultura en serio y la estiman lo suficiente como para acercarse a ella con mentalidad matizada, intencional y abierta. ¿Cómo se hace esto cristianamente?

Creo que de entre todas las personas los cristianos deberían ser los más entendidos, críticos, propositivos y promotores de la cultura. ¿Por qué? Porque para los cristianos, la cultura –lo que los seres humanos hacen del mundo- es mucho más que sólo un fin en sí mismo. Es mucho más que sólo algo que trae gloria al hombre. Es un medio por el cual entendemos, reflejamos y glorificamos al Dios Creador.

Ser un cristiano “culto”, entonces, no es elevar desmesuradamente o idolatrar las obras o pensamientos del hombre; es, en cambio, ver a Dios más claramente, y humildemente adorarle con mayor sinceridad a través de la bondad, verdad y belleza que nos rodea, tanto en el mundo natural como en el cultural.

¿Qué más significa ser un “cristiano culto”? Aquí hay nueve atributos que, sugiero, definen el enfoque cristiano hacia la cultura:

Los cristianos cultos tienen voluntad de explorar toda clase de cosas en el campo del arte y la cultura, aún cuando en último término no las acepten completamente. Son lo suficientemente valientes como para intentar cosas nuevas, pero suficientemente sabios como para entender que no todo es valorable o edificante.

Los cristianos cultos reconocen cuán complejas, ambiguas y personales las palabras “edificante” y “discernimiento” pueden ser, y aceptan que no existe una fórmula fácil ni un listado para preguntarse como cristianos si algo es o no apropiado. Sin embargo, reconocen que la pregunta es importante, y aceptan el desafío.

Los cristianos cultos no tratan la cultura como mercenarios, usándola sólo para mejorar su estatus personal en el mundo (usando ropa a la moda, pavoneándose de conocer bandas indies de nombres esotéricos, etc.) o saciando algún tipo de deseo, lujuria o adicción. Aprecian la cultura por su bondad intrínseca, por su verdad y belleza. No por lo que puede hacer por ellos. La cultura tiende a la maximización de su pasión por Dios y la minimización de su obsesión consigo mismos.

Los cristianos cultos no se apresuran a juzgar. No leen algo sofisticado en un menú y dicen: “No, gracias. Pediré  lo que conozco”. No abandonan una película difícil y compleja diciendo: “No la entendí, que pérdida de tiempo”. Entienden que las cosas buenas en la cultura rara vez les aportan una comprensión inmediata y fácil. El desarrollo del gusto y la paciente sensibilidad para obtener lo mejor de la cultura toman tiempo y esfuerzo.

Los cristianos cultos reconocen el impacto global del consumo saludable, razonado. Consideran factores como sustentabilidad, comercio justo y origen socioeconómico de los productos que consumen.  Más allá de las tendencias, se toman el tiempo de aprender lo que significa que la etiqueta de un producto diga “Alimentado con hierbas” y de entender por qué “Cultivado localmente” puede ser algo bueno.

Los cristianos cultos no separan el campo de la cultura de la realidad de la fe. No enfrentan su cristianismo en oposición a la cultura, ni entienden su fe como algo desinformado o no influenciado por la cultura. Evitan observar las cosas en términos dicotómicos como sagrado/secular, reconociendo que la gracia común le aporta dignidad a todas las clases de actividad cultural –aun cuando reconocen que la gracia común no es lo mismo que la gracia que salva.

Los cristianos cultos reconocen que existen cosas buenas dentro de la cultura que, cuando  son consumidas o abusadas de modo negligente, pueden convertirse en malas; pero reconocen que esas mismas cosas, con moderación, pueden aún ser buenas. Para los cristianos cultos, la moderación es la clave –no en el sentido del compromiso o de un tibio entusiasmo, sino en el sentido de saber que lo mejor de las cosas a menudo vienen en dosis pequeñas.

Los cristianos cultos no son personas oscilantes. No siempre están reaccionando contra algún enfoque errado de la fe simplemente yéndose más allá en la dirección contraria. Abrazan la quietud del balance –el péndulo en equilibrio- porque es en ese espacio no reactivo en donde el aprecio genuino, profundo y gratificante de la cultura puede ocurrir.

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El presente artículo apareció originalmente en QIdeas. Traducido con autorización. Traducción de Esteban Guerrero Cid.

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